De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y la Universidad Nacional Autónoma de México, seis de cada 10 mujeres piden permiso o avisan (a su esposo, pareja o algún familiar) para participar en actividades comunitarias o sociales, mientras ocho de cada 10 lo hace para salir sola de día.

Arlette Covarrubias, académica adscrita al Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana, comprobó que en algunas entidades del país persisten normas sociales que llegan a impedir la participación laboral de las mujeres.

Tal es el caso de Tehuacán, Puebla, donde las mujeres desisten de trabajar en las maquilas de la región, pues sus esposos consideran que quienes laboran ahí son promiscuas y sólo se contratan para ser infieles.

Covarrubias, especialista en economía de desarrollo en las mujeres, realizó la investigación Internalización de normas sociales y participación laboral femenina: el caso de las maquilas en Tehuacán, Puebla y encontró que muchas mujeres casadas que quieren trabajar no lo hacen porque les imponen reglas morales o ellas se sujetan a las mismas.

En los pueblos de Santiago Miahuatlán y San Gabriel Chilac los argumentos principales que impiden a las mujeres trabajar, de acuerdo con el estudio, son que deben ser amas de casa, cuidar a los hijos y tener la comida lista para cuando los esposos vuelvan del trabajo, en el entendido de que son éstos los únicos proveedores del hogar.

La investigadora observó que a pesar de que muchas mujeres tenían la opción de dejar a sus hijos al cuidado de alguien de la familia, sobre todo las abuelas, decidían no incorporarse al mercado de trabajo para evitar críticas de familiares, amistades y, desde luego, sus esposos, a quienes les preocupaba qué pensará la gente.

De acuerdo con la Enadis 2010, dos de cada 10 personas consideran que el principal problema de las mujeres es la falta de empleo, percibido en mayor medida en ciudades como Querétaro, México y Toluca.

La académica universitaria encontró que la aportación económica de las mujeres casadas que trabajan representa casi 50 por ciento del ingreso del hogar.