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Presentó en México la versión en español de su libro Del exceso de realidad

La tecnología niega la oscuridad inherente al género humano, dice Annie Le Brun

La sociedad en favor del progreso logra que no veamos la violencia entre nosotros, asevera

 
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de junio de 2011, p. 4

Para Annie Le Brun, escritora y crítica francesa, la transgresión y las manifestaciones de violencia representan esa parte de inhumanidad que hay en los humanos y admite que el mal sólo tiene un sentido cristiano.

A propósito de su participación en el Coloquio Internacional El Mal, que comenzó este lunes y concluirá el jueves 9 en la Casa Refugio Citlatépetl, Le Brun aclara que el mal no existe, aunque no niega que sobrevienen brotes de violencia y criminalidad.

Asevera que hay violencia en el mundo, en el universo y dentro del hombre y fuera de él. Esto ha sido uno de los grandes descubrimientos del marqués de Sade: mostrar que la violencia de la naturaleza es parecida a la que existe en nosotros, adentro.

De acuerdo con la autora del libro Del exceso de realidad, Sade se apoya en la precisión criminal del deseo para representar, a partir del cuerpo y sus particularidades, lo que se antoja imposible representar. El cuerpo para Sade es un punto de partida ineluctable para los grandes espectáculos del deseo y sus perspectivas imaginarias.

Le Brun señala que la filosofía es algo abstracto, pero es importante mostrar hasta qué punto el pensamiento se arraiga en el cuerpo y éste en aquél.

Positivismo mentiroso

La autora del prólogo de las obras completas del marqués de Sade considera que las tecnologías también han propiciado la violencia, porque una persona con sólo apretar un botón puede causar miles de muertos.

“La tecnología nos impide imaginar –agrega Annie Le Brun– y la sociedad tecnológica ha logrado que no se vea la violencia entre nosotros, no existe, la niega. Esta sociedad en favor del progreso está todo el tiempo afirmando un positivismo mentiroso. Niega esa oscuridad que es inherente a toda sociedad, a todo ser humano.

Al negar esa oscuridad, permite que regrese de manera catastrófica, como es el caso de los soldados que participan en operaciones militares, en guerras.

Organizado por la Fundación de Estudios Iberoamericanos Gonzalo Rojas, que preside la escritora Fabienne Bradu, el encuentro permite a los escritores, poetas, científicos, religiosos y artistas participantes reflexionar en torno a las representaciones del mal.

Además de la conferencia magistral de Le Brun, programada para este martes, hoy y mañana se realizarán dos mesas de discusión, a las 19:30 horas.

Este miércoles, el escritor Fabrizio Mejía hablará de La iconografía de los dictadores en la historia contemporánea; la periodista Judith Torrea narrará Los crímenes de Ciudad Juárez, mientras Jaime Moreno Villarreal abordará El arte de la posesión diabólica.

Finalmente el jueves 9, el poeta David Huerta ofrecerá una charla sobre El mal en la poesía; el científico Amadeo Estrada expondrá el tema del mal en la naturaleza y el sacerdote Julián compartirá con el público lo relacionado con el mal cotidiano y la posesión.

El coloquio se desarrolla en la Casa Refugio Citlaltépetl (calle Citlaltépetl 25, colonia Hipódromo Condesa).

Foto
Annie Le Brun en la sala Carlos Chávez, del Centro Cultural Universitario, donde presentó su libroFoto Guillermo Sologuren

La homogeneización del pensamiento se agrava; impide pensar y soñar, dice la escritora francesa

Ericka Montaño Garfias

Hace 10 años la crítica y ensayista francesa Annie Le Brun publicó su libro Del exceso de realidad, en el cual advertía acerca de la homogeneización del pensamiento ante el avance de la tecnología en diferentes aspectos de la vida: desde la alimentación hasta la creación cultural.

Proponía entonces la resistencia y la pasión como alternativa. Una década después de la publicación del volumen en Francia, la situación que evocaba ahí no cambió mucho. Lo que es peor, se agravó, lo cual es bastante inquietante en la medida en que me sentí obligada a escribir este libro para escapar de una atmósfera que ya me parecía irrespirable, dijo Le Brun durante la presentación en la sala Carlos Chávez, de la versión en castellano de ese libro que la llevó a la fama y que fue traducido por la ensayista y catedrática Fabienne Bradu, y publicado por el Fondo de Cultura Económica.

Fuimos seducidos por la llegada de las técnicas informáticas, añadió la ensayista francesa, porque nunca nos habíamos sentido tan informados, nunca habíamos visto tantas imágenes, escuchado tanta música; entonces, por qué oponernos a lo que parecía una democratización cultural. En realidad era lo contrario, me pareció que era una nueva forma de censura que no descansaba en la prohibición ni en la falta de información, sino en el exceso y nos impedía tomar esa distancia necesaria que requerimos tanto para pensar como para soñar.

Este exceso lo que busca es la homogeneización y esto se aplica para todos los aspectos de la vida desde la alimentación, con los productos transgénicos, hasta la destrucción de la naturaleza, la cultura, el erotismo, el lenguaje. Todos los aspectos cotidianos se ven afectados por el exceso de realidad.

Por ello trata de encontrar soluciones y respuestas utilizando un poco todo lo que tenemos a la mano, todas las herramientas posibles como lo hace un trabajador, un carpintero o un cerrajero.

Rebeldía y duda

Fabienne Bradu, del Centro de Investigaciones Filológicas, subrayó que la obra de Le Brun, considerada la crítica más aguda en Francia, es imposible de catalogarla, porque considera un fenómeno desde varias vertientes.

Eso se debe a que intento pensar, en el sentido más sencillo del término, ante esta catástrofe, respondió Le Brun, quien perteneció al grupo de los surrealistas y editó las obras completas del marqués de Sade.

Su rebeldía parte del principio de la duda, dijo a su vez Phillippe Ollé-Laprune, director de Casa Refugio Citlaltépetl, donde este martes la pensadora ofreció una conferencia magistral en la apertura del Coloquio Internacional el Mal.

Annie Le Brun duda y cuestiona de manera permanente aquello que se acepta dócilmente como evidencia.