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El escritor español fue militante comunista y ministro de Cultura de Felipe González

Murió Jorge Semprún; el polifacético creador fue prisionero en Buchenwald

Preservó la memoria viva del horror de los campos de exterminio nazis

Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de junio de 2011, p. 6

Madrid, 7 de junio. El escritor y político español Jorge Semprún murió hoy a los 87 años en su casa de París, la ciudad de su exilio tras el final de la Guerra Civil española.

Semprún fue también uno de los centenares de miles de personas que pasaron por los campos de concentración de la Alemania nazi; estuvo en Buchenwald, donde se le tatuó su número de registro, el 44,904.

El polifacético creador también fue un destacado dirigente político, tanto en su etapa al frente del Partido Comunista de España (PCE), junto a Fernando Claudín, como en su gestión de ministro de Cultura en la presidencia del socialista Felipe González.

La muerte de Jorge Semprún –Federico Sánchez, según su nombre en la clandestinidad e inmortalizado en varios de sus libros– supone una pérdida de esa memoria viva del horror que tanto se preocupó por preservar.

El camino del exilio

Nació en Madrid, en 1923, en el seno de una familia acomodada y de larga tradición liberal; de hecho su padre tuvo varios cargos de responsabilidad en el gobierno de la II República española. Fue precisamente la vinculación de su familia con el gobierno legítimo de entonces lo que los obligó al exilio tras la llegada al poder, previo alzamiento militar, del régimen del dictador Francisco Franco.

Semprún tenía entonces sólo 16 años y a su llegada a París comenzó sus estudios en filosofía y letras en la prestigiosa universidad de La Sorbona. Pero al poco tiempo de llegar a Francia irrumpió la ocupación nazi de una parte de su territorio –incluida la capital–, con lo que el escritor decidió enrolarse en el movimiento de resistencia clandestino contra la barbarie nazi.

En 1943 fue descubierto y deportado de inmediato a un lugar que se convertiría a la postre en una de sus obsesiones literarias y biográficas, sitio que cambió para siempre su forma de entender la existencia y la literatura: el centro de exterminio de Buchenwald. Ahí el régimen de Hitler encerró a más de 240 mil personas, la mayoría judíos, homosexuales, gitanos, testigos de Jehová y opositores al nacionalsocialismo.

El escritor narró en varios de sus libros autobiográficos, pero sobre todo en La escritura o la vida, las noches en vela, las torturas, los fusilamientos masivos en los establos, rodeados de estiércol y de animales, el hambre, la desesperación, las epidemias, el miedo y la memoria literaria como una herramienta de supervivencia y esperanza.

Después de pasar en el campo de concentración más de 16 meses, sometido a trabajos forzados, fue liberado junto a las decenas de miles prisioneros que, como él, estaban a la espera de morir. Era el final de la Segunda Guerra Mundial y el ocaso de la Alemania nazi.

A su regreso a París continuó con sus estudios y, al mismo tiempo, estrechó sus vínculos con destacados intelectuales franceses y del exilio republicano español, entre ellos con el padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre. En 1953 decidió dar un paso al frente y comprometerse como integrante del comité central del PCE, que, obviamente, en aquella época se encontraba en el exilio y dentro del país en la clandestinidad. Compartió dirección con el destacado dirigente Fernando Claudín, quien vivió un tiempo en México.

Foto
Jorge SemprúnFoto Cortesía de Tusquets Editores

Durante esta etapa de lucha política en la clandestinidad adoptó el nombre de Federico Sánchez, con el que incluso entró a la España franquista para fortalecer las redes de la filiación, entonces muy perseguida y debilitada por el régimen.

Semprún y Claudín fueron expulsados del PCE en 1964, por discrepancias con el máximo dirigente, Santiago Carrillo, quien finalmente logró la depuración del órgano de decisión de ese partido.

A partir de entonces, Semprún desarrolló más su faceta creativa, tanto en la literatura –escribió novela, cuento, ensayo y teatro– como en el cine, con varios guiones para documentales y obras de ficción.

Entre sus libros destacan Autobiografía de Federico Sánchez, que ganó el premio Planeta en 1977; Vaya domingo, La algarabía, Montand: la vida continúa, La montaña blanca y Netchaiev ha vuelto.

Durante su etapa de ministro de Cultura dejó un importante legado, sobre todo la negociación que permitió al Estado español que la colección Thyssen-Bornemiza, de unas 700 obras de arte, se exponga hasta la fecha en un museo madrileño.

Además, fue uno de los impulsores de la ley de ayuda a la cinematografía y de la elaboración de un plan de catedrales que ayudó a reformar y mantener varios de esos edificios históricos.

El artista Eduardo Arroyo, su amigo y acompañante en una de sus visitas a Buchenwald, expresó en un texto su dolor ante la muerte de “un hombre que no conoció el rencor.

“Lo acompañé a Buchenwald en su segundo o tercer viaje desde que fue liberado en 1945. Recuerdo tanto el frío intenso como al joven conservador del museo del campo de exterminio que después de darnos la bienvenida nos espetó con ironía que lo de la bienvenida era un modo de decir.

“Jorge se abrazó a él y mirándome me dijo algo así como que los alemanes eran increíbles. Ni un asomo de rencor ante mis frecuentes protestas. Alguien dirá mejor que yo lo que Jorge Semprún ha representado en la historia del siglo que terminó y en una parte del que acaba de empezar.

Yo retengo como una obsesión su mirada, mientras su mano reposaba en la mía. ¿Warum? ¿Por qué? El nunca conoció el rencor. Yo sí... pero a pesar de su desaparición me quedan sus ojos y su mirada. Ni rencor por la muerte ni rencor por la vida.