Tyson y Silvester Stallone entre los compañeros de generación del boxeador mexicano
Fue el primero en conseguir tres títulos en tres divisiones distintas, recalcó José Sulaimán
Lunes 13 de junio de 2011, p. 5
Canastota NY, 12 de junio. Como casi todos los boxeadores, Julio César Chávez sólo quería sacar adelante a su familia, por tanto, subir a los cuadriláteros fue más una salida urgente para ganar dinero que una vocación; por su mente nunca pasó la idea de que al deslizarse por entre las cuerdas estaba construyendo una de las carreras más célebres del boxeo mexicano, una de las más memorables en el pugilismo mundial.
Si los aplausos de los miles de asistentes a la ceremonia de inducción al salón de la fama del boxeo, sirvieran de parámetro para medir el impacto de la carrera de Chávez, ayer, en esta ciudad, habría quedado claro que su figura está a la altura de aquel personaje que consagró a Sylvester Stallone en el cine, Rocky. Porque ayer, cuando ambos hicieron la entrada protocolaria a ese parnaso de los peleadores, el público, casi en su totalidad estadunidense, declaró un empate.
La ovación que recibió Julio César Chávez fue efusiva, como las que escuchó en sus mejores años sobre la lona, cuando todo un país lo seguía atento aquellos míticos combates contra Roger Mayweather, Meldrick Taylor, Pernell Whitaker y el Macho Camacho.
Rebasó todos los precedentes, comentó el presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán, quien ha visto desfilar a tantos peleadores que ingresan a este reducido grupo.
Fue más allá de los límites en una ceremonia que tuvo una de las más altas asitencias que yo recuerde
, agregó Sulaimán.
Chávez desconcertado con lo que representaba este reconocimiento –en los días previos insitía en que no era consciente de su carrera–, recibía por fin el último título al que podía aspirar. Recibió el el reconocimiento, se puso el anillo y levantó los brazos en señal de victoria, como hizo en las 107 ocasiones que bajó del cuadrilátero como vencedor.
Apenas unas horas antes, Chávez ni siquiera tenía preparado un discurso, por eso cuando tomó la palabra ayer fue muy breve, pero emotivo.
Mi ingreso al Salón de la Fama no es sólo para mí, es para todos ustedes y para todos los mexicanos
, soltó apenas estuvo frente al micrófono.
Fue la consagración del más grande peleador que ha tenido México
, opinó Sulaimán todavía en los jardines del recinto donde se llevó a cabo la ceremonia. El reconocimiento, también, a uno de los diez mejores de la historia del boxeo mundial, sin lugar a dudas
.
Sin embargo, recalcó Sulaimán, había mucha humildad en este boxeador, quien fue el primero en conseguir tres títulos en tres divisiones distintas, primero en superpluma, luego ligero, después superligero.
Desde temprano había empezado la ceremonia de la consagración, con un desfile por las calles del pueblo, luego la inducción, Chávez junto sus compañeros de generación en el Salón de la Fama.
El entrenador mexicano Ignacio Beristáin, forjador de campones mundiales como Gilberto Román, Daniel Zaragoza, Humberto Chiquita González, Rafael y Juan Manuel Márquez, también reconocido en este ingreso al salón. A un costado, Mike Tyson, ese gladiador demoledor que fue el campeón más joven en la división de los pesados, también reinvindicado con este reconocimiento luego de una carrera con altibajos que tuvo episodios de cárcel, bancarrota y olvido.
Los otros integrantes de esta clase inducida al Salón de la Fama fueron el réferi puertorriqueño, Joe Cortez; el ruso naturalizado australiano, Kostya Tszyu, y el actor Sylvester Stallone, por lo que aportó al mundo del boxeo.
Chávez, el muchacho que creció en un vagón de tren abandonado junto a sus nueve hermanos y que entró al boxeo para ganar unos pesos culminó ayer el largo camino de la consagración.