En un emotivo acto esparcen en Lisboa las cenizas del literato
Domingo 19 de junio de 2011, p. 2
Madrid, 18 de junio. Las cenizas de José Saramago ya descansan en Lisboa, en la raíz de un olivo centenario traído desde el pueblo en que creció y aprendió a leer, Azinhaga, y a un costado del río Tajo. Las palabras del Nobel portugués fueron recordadas en este acto entrañable, que coincide con el primer aniversario de su muerte, en el que se evocó su búsqueda de la utopía, se recordó su amor y admiración por Lisboa y se volvieron a mostrar los claveles rojos como símbolo de su infatigable lucha por la justicia, además del estandarte de la revolución en la que él mismo participó para derrocar a la dictadura fascista de su país.
Hace un año las calles de Lisboa se llenaron de una multitud triste que despidió al único Nobel de literatura portugués, que murió a los 87 después de haber pasado un tiempo enfermo, lo que no evitó que hasta el final de su vida escribiera sin cesar. Un escritor que logró que el día de su muerte miles de personas salieran a las calles con claveles rojos y con algunos de sus libros bajo el brazo para recordar la impronta que dejó en varias generaciones de lectores.
Ha sido un año sin José, pero ha sido un año con Saramago
, dijo Pilar del Río, su compañera hasta el final del camino, su traductora y la principal responsable de velar por las actividades de su fundación y de seguir difundiendo la obra de uno de los grandes autores del siglo XX. Y para recordar su primer año sin José
se cumplió un viejo sueño del autor de Ensayo sobre la ceguera: inaugurar la que será su fundación en Lisboa, en un edificio histórico y crucial en la historia de la ciudad, Casa dos Bicos, desde donde se investigará y se difundirá la obra de Saramago. Y se cuidaron todos los detalles: el árbol centenario era un olivo de su tierra natal, Azinhaga, donde su abuelo le enseñó la magia de la literatura pero también donde conoció el hambre, la miseria, la injusticia y la crueldad. El árbol fue trasplantado al jardín de la nueva fundación, donde fueron regadas sus cenizas, que a su vez habían sido mezcladas con la tierra roja y volcánica de Lanzarote, la pequeña isla del archipiélago canario en la que habitó hasta el final de sus días. Durante el acto se leyeron fragmentos de su obra, sobre todo el libro Palabras para José Saramago, editado por el ayuntamiento de la capital portuguesa y cuyo primer ejemplar fue colocado junto al árbol por la única hija del escritor, Violante. Y el epitafio grabado en un banco de piedra junto al árbol, que es a su vez una cita de su primera novela Memorial del convento: Pero no subió a las estrellas, si a la tierra pertenecía
.
Los fragmentos leídos hablaban de su Lisboa adorada, que es culta, moderna, limpia, organizada, sin perder nada de su alma
, pero también de la utopía y de la necesidad de buscarla como forma de resistencia y de lucha. Pues Saramago fue un comunista libertario
que desde joven abrazó la causa de la lucha obrera y que convirtió en una de sus actividades políticas más arriesgadas, pues incluso fue miembro del Partido Comunista Portugués (PCP) en la clandestinidad. Para pensar en la utopía está este rincón con el olivo y un banco con vista al río, para que sea un lugar de parada para aquellos que tienen prisa
, dijo la escritora Lidia Jorge.
En el emotivo acto estuvieron presentes unas 300 personas, entre amigos, compañeros de viaje en lo político –la mayoría de ellos militantes y dirigentes del ya legal PCP y cómplices intelectuales y literarios. Pues Saramago tuvo temas e inquietudes recurrentes a lo largo de su vida y obra: desde los asuntos estrictamente literarios, como el pulso creativo y el dilema autor-narrador, hasta su pensamiento político, su compromiso militante, su entrega a causas justas, con un espíritu de solidaridad y compromiso que le llevó a enarbolar, entre otras, el reclamo de justicia y dignidad por los indígenas de Chiapas y del resto de América Latina.
El carácter universal de Saramago permitió que hoy se efectuaran varios homenajes simultáneos; como la lectura colectiva de su libro El viaje del elefante, en su fundación de Lanzarote, o los homenajes en México e Italia. Pero lo más importante –sostiene Pilar del Río– es que lo siguen leyendo, cada vez más
. De hecho el año pasado se quintuplicaron sus ventas y se reimprimieron varios textos, los más emblemáticos de su obra, como El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Memorial del convento y Ensayo sobre la lucidez, entre otros. En Portugal, por ejemplo, se editaron tres libros nuevos en los que reunieron textos periodísticos y críticos de todo el mundo en días posteriores a su muerte; dicha labor la coordinó Zeferino Coelho, quien explicó que el motivo era simplemente constatar que Saramago fue un escritor universal
. También se editó el libro El silencio del agua, obra destinada al público infantil que recoge a través de ilustraciones un fragmento de la obra Las pequeñas memorias, escrita en 2006 y que versa sobre la infancia y la adolescencia del autor luso. Y el último texto es una entrevista que le hizo el periodista portugués José Rodríguez dos Santos.