Sufragio inefectivo
a nota llevaba un titular normal y al punto: Obama busca ganarse de nuevo fondos de Wall Street
. Pero revelaba todo.
La nota del New York Times simplemente informaba de los intensos esfuerzos del presidente y su equipo por recuperar el apoyo de los banqueros, inversionistas y especuladores financieros de Wall Street que fueron claves en financiar la campaña electoral de Barack Obama en 2008. Reportó sobre reuniones con altos ejecutivos financieros convocados por el presidente en la Casa Blanca para platicar sobre las políticas económicas y justificar algunas de las medidas –sobre todo las muy tibias regulaciones– que su gobierno impuso al sector financiero; la nota subrayaba que la intención era convencer a Wall Street de que, lejos de minar a la clase inversionista
, sus políticas los habían ayudado a recuperar la salud de los bancos y centros financieros.
La democracia electoral, según sus campeones, tiene como fundamento el concepto del sufragio efectivo; de cada persona, un voto, y todos los votos cuentan. Pero aun eso cuando se cumpla –y en este país casi nunca se ha logrado–, todos saben que casi siempre la contienda electoral ya ha sido determinada mucho antes de que el pueblo deposite (o se abstenga) su voto en una urna.
Aquí ya arrancó la carrera electoral para las elecciones generales de 2012, pero su principal enfoque no es el apoyo popular, sino conseguir lana, millones y millones de dólares, para financiar lo que se pronostica como la contienda más cara en la historia. Y queda claro que en este tipo de democracia, la lana manda. Y el presidente, para ganar su relección (al igual que sus contrincantes republicanos), primero tiene que ganar en este juego, y después permitir que el pueblo ratifique el resultado.
“Estados Unidos no es una ‘democracia guiada’ como Irán, donde los candidatos requieren la aprobación de los clérigos imperantes. En sociedades libres, como Estados Unidos, son las concentraciones de capital las que aprueban candidatos y, entre quienes pasan por el filtro, los resultados terminan casi siempre determinados por los gastos de campaña”, afirmó Noam Chomsky en un discurso ofrecido en un acto de La Jornada y la UNAM.
Más recientemente, en una entrevista con la revista Tikkun, recordó que no es gran secreto que durante los últimos 30 años se ha dado una enorme concentración de riqueza en una parte muy reducida de la población, el 1 por ciento o hasta el 0.1 por ciento, lo cual ha conferido un poder político extraordinario a una minoría mínima, principalmente los del capital financiero, pero también más ampliamente entre las clases ejecutivas y administrativas
.
La cúpula procede como si nada, reduce fondos para programas sociales, culpa a trabajadores del sector público, sobre todo maestros, de representar una carga excesiva y privilegiada para el Tesoro público, otorga a la vez asistencia pública a las grandes empresas y rechaza cualquier iniciativa para incrementar impuestos a los más ricos.
Cuando las cúpulas políticas toman decisiones opuestas por mayorías no es tan misterioso por qué las cosas funcionan así. Todos saben que los ricos no dan algo a cambio de nada. Por ejemplo, continúan los premios políticos a cambio de lana. En una investigación de iWatch News a políticos individuales, casi a 200 de los donantes más grandes a la campaña electoral de Obama les fueron otorgados puestos lujosos de gobierno o de asesores, y/o sus empresas recibieron contratos federales multimillonarios y todos han tenido acceso privilegiado a la Casa Blanca.
Por ejemplo, Donald Gips, alto ejecutivo de una empresa de telecomunicaciones –Level 3 Communications– entregó más de 500 mil dólares en contribuciones recaudadas de múltiples fuentes a la campaña electoral de su amigo Obama. Poco después de las elecciones, Gips fue nombrado jefe de contratación de personal en la Casa Blanca, que ayudó a colocar a los leales y a los recaudadores de fondos electorales en puestos claves. A mediados de 2009, Obama lo nombró embajador de Estados Unidos en Sudáfrica, mientras su ex empresa recibió millones de dólares en contratos del nuevo gobierno.
Estos recaudadores de fondos entregaron por lo menos 50 mil dólares en contribuciones, pero muchos, como Gips, más de medio millón. Aunque como candidato Obama denunció estas prácticas, y prometió cambiar esta cultura donde intereses especiales
tenían influencia desmedida en Washington, no se ha notado gran diferencia. Casi 80 por ciento de los que recaudaron más de 500 mil para Obama fueron colocados en puestos claves en el gobierno
y ocuparon más de la mitad de los 24 nombramientos de embajadores.
¿Y los demás votantes? La campaña de Obama anunció esta semana que habrá una lotería entre ciudadanos que contribuyan lo que quieran (desde sólo 5 dólares) a la campaña por su sitio de Internet, y el premio será una cena con el presidente para los cuatro ganadores.
Mientras tanto, diversos sectores que fueron claves en la elección de Obama –pero que no tienen fortuna– expresan cada vez más su desilusión con la falta del cambio
prometido, entre ellos los latinos (sobre todo por el asunto de la crisis económica y la falta de una reforma de inmigración), los sindicalistas, los ambientalistas, los opositores a las guerras y más. Pero su alternativa será el republicano que también haya sido aprobado previamente por los dueños de este juego electoral.
Cuando Obama fue electo, se podía comprar una cajita de mentas llamadas Obamamints con la imagen de Obama y el lema Sí se puede
. Ahora hay una nueva de la misma marca (del Gremio de Filósofos Desempleados), con otra imagen de Obama y otro lema, ¿Esto es el cambio?
, y se llaman Disappointmints –o sea–, mentas de la desilusión
.
Hasta la fecha este sistema de sufragio ha sido muy efectivo para una minoría muy rica, pero siguen diciendo que así es la democracia
. Para desilusionarse primero tiene que haber una ilusión.