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Esperanza y obstinación en Chapultepec
Sin opción, Calderón se unió al minuto de silencio en memoria de víctimas de la lucha contra el narco
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Al hablar ante integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Calderón reiteró que mantendrá a los militares en las calleFoto José Carlo González
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Salvador Campanur Sánchez denunció la complicidad gubernamental con taladores en Cherán, MichoacánFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Viernes 24 de junio de 2011, p. 4

De la estridencia de la plaza a la solemnidad del foro con el Presidente. Un encuentro largamente esperado que arranca con la convocatoria del poeta Javier Sicilia a guardar un minuto de silencio en memoria de los 40 mil muertos del sexenio. Sin opción, el presidente Felipe Calderón, a quien le han adjudicado la responsabilidad principal de las muertes, encabeza el homenaje a las víctimas de su guerra contra el narcotráfico.

En el Castillo de Chapultepec, el poeta y el político juntos. Uno reclama sensibilizarse ante las víctimas, el otro reivindica la necesidad de su estrategia militar. Diferencias en la concepción y afinidad religiosa. Al poeta y al político parece que sólo los une su fe católica.

“Esto no es look, traigo todo lo que me dieron muchas víctimas, muchos dolores a lo largo de esta caravana. Traigo un rosario que le envía una víctima a usted, ahorita se lo doy. Me lo dieron a mí, pero quiero compartirle un escapulario. Se lo quiero dejar como símbolo de que ahora la justicia le corresponde a usted, señor, y al Estado”, son signos del consuelo, porque nos habían sumido en el dolor de la soledad.

Sicilia se dirigió al Presidente para entregarle el símbolo religioso. Silencio en el auditorio para una suerte de ritual de transmisión del dolor de las víctimas que el Presidente recibe, preámbulo de un abrazo –captado por decenas de flashes– que arrancan al mandatario un gesto de satisfacción.

Atrás quedó el rostro endurecido con que el que Calderón recibió al poeta y a sus 23 acompañantes. Visiblemente más relajado, tras el inicial intercambio de reproches retoma los símbolos religiosos en su respuesta: A mí también me ha pasado que, donde quiera que voy, me dan de todo: rosarios, escapularios, cruces, Virgen de Guadalupe, amuletos, tréboles. Margarita (su esposa) tiene relación de todos los rosarios que me han regalado; admito que yo no, pero esta vez me voy a aplicar, por la persona que me lo dio, también, para rezarlo.

Había transcurrido ya gran parte de la reunión, el clima en el Castillo de Chapultepec estaba más distendido y Calderón retomó la propuesta de asistir a una caravana. Con ironía dijo que me gustaría muchísimo ir a caravanas, pero no sé si me acepten en el grupo, creo que va a estar medio complicado.

No fue el tono general del encuentro, durante el cual el poeta no varió su discurso pronunciado en las plazas recorridas, los reclamos acumulados y fue puntual en sus críticas.

Sicilia reprochó a Calderón haberse lanzado a una guerra con las instituciones podridas y aludió a su origen como Presidente: Le recuerdo la manera en que llegaron al poder y los compromisos que para lograrlo hicieron con facciones que a lo largo del tiempo se han ido corrompiendo y que sólo sirven a sus propios intereses.

En la mesa de diálogo, activo, tomando apuntes, se encontraba el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, cuya cabeza fue solicitada en el Zócalo por Sicilia, ante miles de personas. Nadie invocó el tema ayer y el funcionario escuchó la multitud de críticas.

A unos metros, el Presidente, entonces aún con el rostro endurecido, tomaba apuntes en su computadora de los reclamos de las víctimas. Tarjetas iban y venían para preparar las respuestas presidenciales.

Originario de Chihuahua, Julián LeBarón, a quien le mataron un hermano, insistía en un cambio en la estrategia militar y policial para combatir las causas de la violencia, la pobreza y la descomposición social. Humanicemos juntos a víctimas y victimarios, es tiempo de dar un mensaje al mundo de que la violencia no termina con la violencia y así no sea usted recordado como el Presidente de los 40 mil muertos y nosotros como una nación de salvajes, cobardes y sinvergüenzas, será el inicio de un sueño de paz.

Entre las víctimas se percibe dolor y sufrimiento al recordar sus historias. Inusualmente, el Presidente abandonó su lugar para acudir hasta donde estaban las víctimas y las abrazó a manera de consuelo, atrayendo la atención de fotógrafos y camarógrafos. Sin embargo, no concedió razón a sus reclamos, reivindicó su estrategia y reprochó a Sicilia no enfatizar en la responsabilidad de los criminales en la espiral de violencia.

“Este es el dolor de la nación –respondió Sicilia– estamos entre dos fuegos, entre la corrupción institucional y los crímenes. Si los delincuentes campean y hacen, son tan crueles y son tan cabrones, perdónenme la palabra, y tan hijos de la chingada, a veces las palabras son precisas, a veces éstas dicen más de lo que podríamos decir con decencia”.

En respuesta, Calderón coincidió en que hay palabras que describen mucho mejor las características, que yo no puedo pronunciar, no es lo mío.

Hacia el final, ante el reclamo de una mujer de Torreón sobre las desapariciones en Coahuila, el Presidente respondió con intencionalidad política: sabemos que en Coahuila hay un gravísimo problema de desaparecidos, se supone que ahí no pasa nada.