La historia me sugirió una universalidad mayor que la de una película para niños
Martes 5 de julio de 2011, p. 9
Londres. Hace 14 años la jefa de desarrollo de la compañía productora londinense Heyday Films, de David Heyman, encontró un artículo periodístico referente a una primera novela que describía las aventuras de un chico en una escuela de brujos. El trabajo de la ejecutiva de 29 años era buscar material británico del que Heyday Films pudiera comprar los derechos fílmicos para luego venderlo a Warner Bros. Buscaba algo que pudiese tener longevidad
. Eso fue en 1997, antes que los libros de Harry Potter se volvieran bestsellers mundiales. Al leer que la autora, JK Rowling, planeaba una serie de siete novelas, sintió curiosidad.
“Si no hubiera leído ese artículo, David y yo no habríamos podido participar –comentó después Tanya Seghatchian, la ejecutiva–. Tuvimos mucha suerte: llegamos mucho antes que nadie.”
Entrevistada esta semana, Seghatchian (hoy directora del Fondo del Instituto Fílmico Británico) recuerda haber pensado que la idea de un muchacho que va a un internado es una situación típicamente británica
, pero tenía esperanza de que la parte de magia y hechicería atrajera a un gran estudio como Warner Bros. Había algo más: “Cuando llegué al capítulo donde Harry se mira al espejo y ve a su madre –un niño huérfano que vive en un hueco de la escalera y sufre el maltrato de sus tíos–, me solté a llorar. Esa reacción emocional sugirió una universalidad mayor que la de una película para niños”.
Uno de los más grandes objetos de culto
La entonces ejecutiva puso en movimiento lo que llegó a ser uno de los mayores objetos de culto en la historia del cine. Ahora, con el estreno de la cinta final, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, parte 2, la saga llega a su fin: Potter libra su batalla decisiva con Lord Voldemort, su última oportunidad de salvar la Escuela de Brujería y Magia Hogwarts.
En todo el mundo, los exhibidores cinematográficos se preguntan con qué llenarán el boquete de 7 mil millones de dólares que la desaparición de Harry Potter dejará en sus calendarios de estrenos.
Una de las cartas de triunfo de Potter fue su esmerado apego a su fuente original. Alfonso Cuarón se dio cuenta de ello cuando lo contrataron para dirigir Harry Potter y el prisionero de Azkabán (2004). No había leído las novelas ni visto los dos primeros filmes. “Estaba yo entre escéptico y divertido –reconoció–. La parte tonta y cínica de mí creía que no era más que una máquina para exprimir dinero a familias y niños, como una franquicia barata.”
Pronto cambió de parecer: se dio cuenta de que el equipo de producción estaba resuelto a capturar un sentido de maravilla
en la pantalla, no simplemente adaptar los libros con rígido formalismo. El guionista, Steve Klovers, trabajó muy de cerca con Rowling.
También el elenco fue esencial. Los productores contrataron a los mejores actores británicos de carácter. Ya fuera Alan Rickman como el ronroneador y malévolo Severus Snape o Ralph Fiennes como el mordaz y deforme Lord Voldemort, Helena Bonham Carter como la sarcástica y gótica Bellatrix Lestrange o Imelda Staunton como la sutilmente perversa profesora Dolores Umbridge, los malos parecen una cruza entre villanos shakespeareanos y personajes extraídos de una novela de Dickens. También había buena cantidad de tipos cómicos de aparente rudeza: Brendan Gleeson, como Ojoloco Moody, o Robbie Coltrane, como el hirsuto Hagrid.
Me volví muy dependiente (del alcohol) para disfrutar de las cosas, declaró en una entrevista que se publicará en la edición de agosto de GQ. Comentó que afortunadamente los paparazzi nunca captaron sus peores momentos. En la imagen, en agosto de 2009Foto Ap
Los muchachos eran agradables y muy simpáticos. Sin duda, a los jóvenes espectadores les resultó más fácil identificarse con el enérgico y anteojudo Harry Potter de Daniel Radcliffe, el pelirrojo Ron Weasley de Rupert Grint y la linda y vivaz Hermione de Emma Watson que con las acartonadas caras bonitas de tantas estrellas adolescentes de Hollywood. También fue fascinante verlos crecer.
Falta ver si los filmes de Potter serán descubiertos y redescubiertos por generaciones por venir. Ahora que la serie termina por fin, es de esperarse que los críticos se pregunten hasta dónde las películas eran en verdad buenas y cuál será su significado cultural.
Con una recaudación en taquillas por arriba de 7 mil millones de dólares, de seguro a Warner Bros no le importarán demasiado las críticas tibias o la falta de premios importantes. Los parques temáticos y el sitio web interactivo Pottermore recién anunciado por Rowling asegurarán la continuidad del culto a Hogwarts y su capacidad de generar ingresos.
Ahora, la industria mira hacia The Hunger Games, la nueva franquicia fílmica de las novelas juveniles de ciencia ficción de Suzanne Collins que ha sido considerada sucesora natural de Harry Potter. El estreno está programado para marzo del año próximo, y es la crónica de la desafiante lucha de Katniss Everdeen por sobrevivir en una distopía del futuro en la que El Capitolio obliga a 12 distritos tributarios a enfrentarse en los juegos del hambre
anuales, combates a muerte realizados en una arena fantástica. Jennifer Lawrence (postulada al Óscar por Winter’s Bone) protagonizará a Everdeen y la idea es convertirla en una gran estrella.
Es imposible predecir si The Hunger Games tiene probabilidades de ser la próxima Harry Potter
. Cierto, como señala Tanya Seghatchian, cuando Heyday Films y Warner Bros se embarcaron en la aventura potteriana ninguno esperaba que tendría tal impacto
. Al preguntarle por qué piensa que la serie de Potter se volvió un fenómeno, contesta: “Los personajes son auténticos y universales. Las chicas piensan que pueden ser Hermione o tener partes de Hermione en ellas. Los muchachos se identifican con Harry.
Harry Potter es alguien en quien podemos poner muchos de nuestros pensamientos, temores y ansiedades. La serie es una combinación de un mundo rico y complejo que es a la vez divertido, sorprendente e inventivo, con un conjunto muy sencillo de personajes y una dinámica narrativa que la impulsa hacia delante. ¡Es un perfecto equilibrio de tensión, sorpresa y familiaridad!
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya