Sábado 9 de julio de 2011, p. 2
Cabo Cañaberal, 8 de julio. Concebido en los años 70 del siglo XX como vehículo espacial económico para alcanzar la órbita terrestre, el transbordador espacial de Estados Unidos, que combina las características de un autobús y de un camión, conoció altibajos desde su primer vuelo, hace tras décadas.
El transbordador nació en 1972, a partir de una decisión del presidente Richard Nixon, el 12 de abril de 1981, con apenas dos astronautas a bordo.
El vuelo número 25 fue dramático: el 28 de enero de 1986, la nave Challenger explotó ante las cámaras de televisión 73 segundos después de despegar.
Los siete miembros de la tripulación murieron, entre ellos Christa MacAuliffe, de 37 años, quien iba a convertirse en la primera profesora en volar al espacio.
El programa de transbordadores permaneció paralizado durante casi tres años y reinició sus expediciones en septiembre de 1988, con el vuelo del Discovery.
Uno de los puntos álgidos de la historia del transbordador tuvo lugar en 1990, cuando el Discovery desplegó el primer telescopio espacial, el Hubble, que revolucionó la historia de la astronomía.
El piloto de la nave era Charles Bolden, actual director de la NASA y primer afroestadunidense en ocupar este cargo.
A finales de diciembre de 1993, el Endeavour efectuó la primera misión de mantenimiento del telescopio con el fin de corregir un defecto de concavidad que presentaba el Hubble en un espejo, de hecho inutilizable. El transbordador efectuaría otras cuatro misiones de mantenimiento del telescopio, la última en 2009.
El vuelo del Discovery, en febrero de 1995, marcó el inicio de una estrecha colaboración espacial ruso-estadunidense. El orbitador transportó entonces a un cosmonauta ruso y llegó a aproximarse mucho a la estación rusa MIR, había sido voluntariamente desorbitada con el fin de proceder a su destrucción, en 2001.
Tres meses más tarde, el Atlantis realizó la primera de nueve misiones a la MIR, en ese vuelo llevó a cuatro rusos y un estadunidense.
La construcción de la Estación Espacial Internacional (EEI) en 1998, cuyo primer módulo Zarya (ruso) fue puesto en órbita por un cohete ruso Protón en noviembre de ese año, supuso para el transbordador estadunidense su misión de mayor importancia.
Los lanzamientos de transbordadores ya eran cosa común, pero el primero de febrero de 2003 se produjo una nueva catástrofe: el Columbia se desintegró al regresar a la atmósfera y sus siete tripulantes murieron.
No habría más vuelos durante dos años y medio. Una comisión de investigación designada para analizar las causas del accidente criticó con dureza a la NASA y le formuló drásticas recomendaciones para mejorar las condiciones de seguridad.
Pero en julio de 2005, en su primer vuelo tras la paralización del programa, el Discovery perdió un fragmento de grandes dimensiones de espuma aislante en el momento del lanzamiento, sin llegar a dañar el escudo térmico del orbitador. Este mismo problema estuvo en el origen del accidente del Columbia.
Los transbordadores permanecerían nuevamente en los hangares durante un año.
Tras nuevas medidas tendientes a brindar máxima seguridad a la tripulación, el 4 de julio de 2006 se retomaron los vuelos, con un remozado Discovery.
El despegue del Atlantis, este viernes, marca el último paseo espacial de este tipo de aparatos.
En total, 385 personas de 16 países, en su gran mayoría, estadunidenses, volaron en un transbordador.
Fueron construidas seis naves, aunque la primera, Entreprise, no pasó del estadio del prototipo. Discovery, Endeavour y Atlantis son las tres sobrevivientes de aquella flota.