El artista Demián Flores (Oaxaca, 1971) presentó, hace unos días, un proyecto in situ, en el cual desplegó personajes dibujados, de tres metros de altura, relacionados con el mestizaje como metáfora de la contemporaneidad, dentro del Festival Río Loco, en Tolouse, Francia.

Para Christine Frérot –crítica francesa de arte– en Oaxaca, región de gran tradición pictórica, Flores es una de las figuras más relevantes de la nueva generación de artistas que continúa la labor de Francisco Toledo, tanto en su creación como en su compromiso cultural y social.

El tiempo es esencial en la obra de Flores, su pintura se nutre de la pintura y al fundirse crea un mestizaje de imágenes y formas, esto le permite escapar de la dimensión global y del carácter uniforme de los discursos artísticos. Pone de relieve un acontecimiento, sigue el curso de la historia y participa así, con cierta ironía crítica, de una permanente actualización del tiempo que transcurre.

Las imágenes de Flores juegan con el tiempo, el que concierne al artista, del que lo interroga, del que no se puede dejar pasar sin involucrarse en él. Esta antropofagia iconográfica y cultural, ligada a cuestiones de identidad que conciernen al creador y su obra, replantea la misma pregunta: ser artista, ¿por qué y para quién? En 2002, Flores realizó una residencia en la Cité Internationale des Arts, mientras el pasado marzo montó una exposición en la Galería Talmart, en París.