n 2000, cuando finalizaba el reinado septuagenario del PRI, se echaron las campanas al vuelo. La llegada de Vicente Fox a Los Pinos significaba al menos la alternancia de los partidos políticos y la posibilidad de que el país emprendiera una vía que lo llevara de la turbiedad a la transparencia democrática y, todavía mejor, a una renovación en que quedaran atrás las desigualdades que destruían al país y que resultaban el problema central de México: con tal abundancia de la riqueza concentrada y tal amplitud de la miseria resultaba imposible la democracia.
Pero las luces desaparecieron pronto. Los ruidosos entusiastas de la nueva era
pronto guardaron silencio: en primer lugar, el ensayo estaba muy lejos de la altura moral e intelectual de los panistas de origen (y de otros más recientes: Carlos Castillo Peraza). La inteligente visión de país de Manuel Gómez Morín se había trastocado en la vulgaridad de los negociantes y arribistas que en multitud acompañaron a Vicente Fox y, por supuesto, el jefe de Estado de esa transición pasará como uno de los más anodinos de la historia de México, eso sí, operando para poner al país bajo la expresa tutela estadunidense (no se olvidará, entre otras catástrofes, su empeño enloquecido en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, atropellando cualquier ley, moral y mandato).
No es posible narrar aquí las tropelías del PAN en estos 10 años de gobierno. Pero no podemos silenciar la guerra unilateral y simplista de Felipe Calderón contra el crimen organizado, la muerte ya de más de 40 mil mexicanos, y nuestra dependencia cada vez mayor de los intereses estadunidenses: en su nombre estamos liquidando migrantes centroamericanos y nacionales, y también con sus armas a mafiosos de la droga que ellos toleran después de negociar. México se ha convertido en el ejecutor del trabajo sucio de los negocios del otro lado de la frontera. Tal es el resultado resumido de 10 años de panismo en el poder.
Por eso al acercarse el relevo de 2012 parece
que florece la cargada en favor del PRI, en una mezcla de nostalgia y frustración por adelantado, de malo por conocido sin bueno por conocer y, como es claro, atrapando a un buen número de mexicanos por las ridículas (pero eficaces) sirenas de la propaganda y la publicidad. Lo recientemente ocurrido en el estado de México, y el pronóstico para 2012, aparecen ya como retratos amplificados y grotescos del cínico pasado mexicano: acarreo, dinero contante y sonante por cada voto, despensas y vagas promesas de un mejor futuro. Con el uso absolutamente abusivo de los medios electrónicos de comunicación.
En los 10 últimos años ni alternancia ni transición a un México más equilibrado (al contrario: mayor concentración, mayor pobreza, mayor peligro e inseguridad), ni más amplia democracia: las riendas políticas en manos de los más adinerados, gobierno plutocrático sin muchos equivalentes en el mundo. Tal es el dibujo de nuestra situación actual y de nuestro probable futuro si llega a manos del PRI.
Sin embargo, por el hartazgo de la ciudadanía respecto a la política y a los partidos, hay en México como horizonte de esperanza el surgimiento de varios movimientos sociales que compensan el arruinado panorama nacional. Por ejemplo, el Movimiento por la Paz, la Justicia y la Dignidad, de Javier Sicilia, que tantos ánimos ha despertado y provocado importante movilización en todo el país.
Y desde luego el Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena), de Andrés Manuel López Obrador, resultado de varios recorridos suyos visitando hasta el último municipio del país. Con un claro objetivo político: la organización de la ciudadanía para la transformación democrática de México. Feliz decisión de un político con instinto.
Sería muy feliz que ambos movimientos, y muchos otros que alimentan tales vertientes principales, se unificaran políticamente con vistas a 2012. Movimientos sociales que han surgido también por el vacío en la izquierda y por el fracaso que ha dejado el PRD de los chuchos, maestros en componendas, en cortedad de miras, en miserabilismo
político, que es su indeleble herencia histórica que los coloca ineludiblemente al lado del neoliberalismo.
PAN y PRI, PRI y PAN (con sus asociados chuchos) será, sin duda, más de lo mismo, por la razón de que obedecen a idénticos intereses dentro y fuera del país, y porque tales intereses han secuestrado las reales posibilidades de la democracia en México, no sólo de la democracia electoral, sino de la democracia como igualdad, como participación amplia de la ciudadanía de los beneficios que produce la sociedad en su totalidad. Por eso la ciudadanía ve con desconfianza a los partidos políticos y a las instituciones gubernamentales. En teoría debieran responder a sus intereses. En la práctica obedecen a la voz de sus amos. Estos argumentos debieran ser suficientes para que la ciudadanía busque y encuentre otras opciones en 2012.
Y la más contundente sería la de Andrés Manuel López Obrador, quien estará a la cabeza de su Movimiento por la Regeneración Nacional, al que se sumarán los más sanos contingentes del PRD y de otros partidos de la izquierda (y una variedad de movimientos sociales) en una amplia corriente que movilizará a quienes en el país luchan por un mundo mejor.
En memoria de Adolfo Sánchez Vázquez, pensador profundo y luchador incansable por un mundo mejor.