or sabido se calla que el sitio de Internet de la Orquesta Filarmónica de Berlín (OFB) es un lujo maravilloso al que todo buen melómano con computadora, conexión de banda ancha y algunos euros disponibles, debiera estar suscrito. Por sabido se calla, también, que además de los conciertos en vivo que pueden mirarse y escucharse ahí, el sitio ofrece un archivo de más de un centenar de conciertos editados y posproducidos. Por sabido callaré, asimismo, que la calidad de la orquesta, el repertorio, los directores y los solistas, así como las cualidades técnicas de audio y video, son insuperables. Lo que no se calla, porque no es tan sabido, es que en el sitio Internet de la OFB se encuentran algunos materiales extras que representan un valor añadido mayúsculo a este formidable proyecto de divulgación musical. Me refiero a las películas documentales que los suscriptores a este servicio tienen a su disposición, y que son tan satisfactorias e ilustrativas como los conciertos de la orquesta berlinesa. Menciono y recomiendo tres, particularmente interesantes.
Trip to Asia (Viaje a Asia) registra una gira realizada por la OFB por varias ciudades del Lejano Oriente, bajo la guía de su director artístico, sir Simon Rattle.
En este documental, dirigido por Thomas Grube, importa menos el típico registro de una orquesta en gira que la exploración profunda de las historias y personalidades individuales de los músicos, quienes dan testimonio de su visión particular sobre la orquesta, así como de lo que cada uno aporta a la construcción del incomparable sonido de la filarmónica berlinesa. De interés particular, la presencia en la gira de un puñado de jóvenes músicos que están a prueba con la orquesta y que expresan lo que significa el reto de cumplir con las altísimas expectativas musicales que su interinato les impone. De todo ello surge un formidable retrato de ésta, la orquesta preeminente de nuestro tiempo.
El mismo Thomas Grube, en colaboración con Enrique Sánchez Lansch, dirige Rhythm is it (que podría traducirse como El ritmo es el meollo), filme en el que se da cuenta de un proyecto admirable. Con la guía de los coreógrafos Royston Maldoom y Suz Broughton, un par de cientos de jóvenes estudiantes de escuelas de diversa índole son elegidos y entrenados para bailar. Y la tarea que se les encomienda no es cualquier cosa: en lugar de algún bailecito análogo a tabla gimnástica de primaria, Maldoom y Broughton les montan una coreografía para que bailen La consagración de la primavera, de Stravinski. Y el complemento musical en vivo, claro, es a cargo de la Filarmónica de Berlín.
Asistir al laborioso proceso de convertir a estos niños y adolescentes inquietos, rebeldes, desubicados y, sobre todo, asombrados, en un colectivo numeroso y compacto que se sube al escenario a bailar esta endemoniada y formidable partitura, es una potente experiencia que no hace sino confirmar cabalmente que la música y la danza, en efecto, doman a las fieras. Los testimonios de los jóvenes aprendices de danzantes (que provienen de entornos sociales y escolares muy distintos) son profundamente emotivos; el resultado del proyecto sobre el escenario es asombroso por su intensidad.
Finalmente, el sobrio documental Claudio Abbado: el silencio que sigue a la música, en el que Paul Smaczny explora no sólo el trabajo musical práctico, sino también la filosofía estética y vital de uno de los directores de orquesta más notables de nuestro tiempo.
El filme de Smaczny confirma, por si no era ya meridianamente claro, que además de ser espléndido director de orquesta, Abbado es un auténtico humanista, un pensador profundo y lúcido sobre numerosos asuntos que atañen a la música, la vida y el mundo.
Además de las numerosas cualidades cinematográficas y narrativas de estos tres documentales, los dos primeros cuentan con la virtud extra de sendas y muy notables partituras originales, compuestas respectivamente por Simon Stockhausen y Karim Sebastian Elias. Tres manjares fílmico-musicales indispensables en la dieta de todo buen melómano.