Jueves 4 de agosto de 2011, p. 6
Londres, 3 de agosto. Con los mercados financieros revueltos y el crecimiento económico en desaceleración, las autoridades del mundo podrían verse obligadas a cooperar de nuevo para intentar enfrentarse a una crisis, como lo hicieron con éxito entre 2008 y 2009. Pero esta vez cuentan con menos alternativas buenas.
Los bancos centrales tienen menos margen para suavizar la política monetaria del que tenían hace tres años. Los gobiernos, carentes de efectivo, no pueden permitirse fomentar tanto el gasto, y la desorganización política de algunos países podría complicar aún más la adopción de políticas globales coordinadas.
En algunos aspectos, la situación es más alarmante que en 2008: hay gran preocupación en torno al riesgo de rebaja de la calificación del crédito soberano de Estados Unidos y a un ataque al mercado de bonos de Italia, pero las acciones de los bancos en Wall Street y Europa están de nuevo en torno a los niveles que marcaron en la época del colapso de Lehman Brothers.
La diferencia (entre 2008 y ahora) es que no es sólo una crisis de moneda y bancaria, actualmente es de moneda, bancaria y soberana
, comentó Sylvain Broyer, analista de la firma financiera europea Natixis.
Las bolsas mundiales han caído casi 10 por ciento en el último mes y las tendencias se han vuelto claramente negativas. Los índices de compras nacionales en todo el mundo han caído cerca o por debajo del umbral que separa el crecimiento de la contracción.
La inesperada decisión del gobierno suizo de recortar este miércoles las tasas de interés para combatir la rápida apreciación del franco suizo fue percibida por algunos analistas como un posible precursor de esfuerzos concertados de los bancos centrales del grupo de las 20 economías más importantes (G-20) por estabilizar los mercados.
Pero si el clima económico sigue empeorando, quizá con otro 10 por ciento de caídas en las bolsas mundiales, los gobiernos del G-20 (entre las que se encuentra México) podrían verse forzados a hacer un pacto concertado de medidas para proteger los mercados y el crecimiento, como hicieron en la cumbre de Londres, en abril de 2009, cuando prometieron millones de dólares para instituciones de préstamo global y financiamiento comercial, lo que logró tranquilizar lo suficiente a los inversores como para apoyar una recuperación en los mercados y el crecimiento económico.
Ahora, sin embargo, podría ser más difícil que los gobiernos muestren esa solidaridad. El presidente Barack Obama se ha debilitado políticamente y sus opciones de política económica se han reducido por su batalla para elevar el techo de deuda de Estados Unidos. Mientras, algunos países grandes están más inmersos en sus ciclos electorales. Se esperan comicios en Estados Unidos, Alemania y Francia en los próximos años, así como un cambio de liderazgo en China.
En la crisis de 2008-2009, el Fondo Monetario Internacional (FMI) jugó un gran papel coordinando la respuesta global, pero ahora hay muestras de división interna, con críticas de las potentes economías en desarrollo sobre las políticas de los gobiernos occidentales.
El mes pasado, los directores brasileños e indios del FMI advirtieron a la dirigencia del organismo contra inyectar más sumas grandes de ayuda en la crisis de deuda de la zona euro, mientras los medios oficiales chinos han descrito a los políticos estadunidenses como irresponsables a nivel global por su disputa sobre el techo de deuda.
Estas tensiones podrían complicar los acuerdos del G-20 sobre varias áreas, como la intervención monetaria conjunta, rebajas coordinadas de las tasas de interés o una política fiscal expansiva.