eo una caricatura de Magú: aparecen los responsables de la economía nacional muy preocupados, no por las finanzas nacionales o internacionales sino por su carrera política, ¿rumbo a Los Pinos? ¿Creerá Cordero que llegaría a ser presidente, cuando a lo sumo podría conformarse con ser lo que su apellido le concede? Y lo reitero ahora que las autoridades del Consejo para la Evaluación de la Educación Media Superior afirman a su vez que hasta un veterinario puede dar clases de filosofía
. Obviamente, no queda más remedio que reiterarlo, se nos trata como a un rebaño o como a corderos y nos ponen a uno, entre otros, como titular de Hacienda.
Hace unos días se publicó un desplegado del Observatorio Filosófico, encabezado por Gabriel Vargas en contra de la supresión de las materias filosóficas en la Educación Media Superior, firmado por más de 400 intelectuales, entre los que aún se encontraba Adolfo Sánchez Vázquez, quien suscribió este texto poco antes de morir. Inserto algunos de sus párrafos, es necesario circularlo para evitar que nuestro país se siga convirtiendo en una dehesa mal atendida por sus veterinarios-funcionarios:
“La filosofía es y ha sido desde su origen una conciencia crítica de la sociedad fundada en la argumentación, la racionalidad y la búsqueda de un mundo en el que impere la justicia (...) Nuestro país requiere de una educación basada en la reflexión sobre los actos y normas morales (que sólo proporciona la Ética), en la organización consistente de nuestros pensamientos y la coherencia de nuestras argumentaciones (Lógica), en el cultivo de las formas de la sensibilidad y enjuiciamiento mostradas en las artes y la literatura (Estética) y en el cultivo del diálogo y el respeto a las razones del otro (que es uno de los cometidos de una Introducción a la Filosofía). La filosofía permite que se tenga una mejor comprensión cultural de la nación de la que se forma parte. A nadie escapa que nuestra sociedad se encuentra en crisis y requiere de soluciones urgentes y a largo plazo. Nuestra juventud es el sector más sensible porque atraviesa un momento de su existencia en que organizará su autocomprensión del mundo y fundamentará los valores que guiarán su acción futura. Por todo lo anterior, no se puede aceptar que se prive a nadie –en especial a quienes se encuentran cursando la Educación Media Superior– de los bienes de una enseñanza filosófica tal y como lo está haciendo la RIEMS, desde que fue iniciada por el gobierno hace ya dos años y medio. Tampoco se puede aceptar que un Acuerdo (el 488) que fue producto de nuestro reclamo y que implicó la restitución del Área de Humanidades así como la reivindicación de las disciplinas filosóficas mencionadas como básicas y obligatorias, pretenda ser anulada mediante argumentos sofísticos. Agreguemos que dicho Acuerdo fue aceptado en forma unánime por las autoridades educativas del país (22/05/09) y publicado en el Diario Oficial de la Federación (13/06/09). Lo primero que está en el orden del día es la necesidad de la enseñanza de la filosofía mediante cursos íntegros que lleven sus nombres clásicos; impliquen contenidos adecuados y sean impartidos por personas formadas en nuestra profesión, independientemente del método con el cual se enseñen. No aceptamos, por ningún motivo, que se elimine, disminuya, disfrace o distorsione la enseñanza de la filosofía y reiteramos por ello a las autoridades educativas del país nuestra enfática negativa a que esto ocurra.”
¿Habrá posibilidades de arreglarlo? Pienso, como Walter Benjamin, que siempre es posible lo peor. Ojalá no.
Para consolarme leo, no hay como la lectura para reconciliarse con la vida, así sea ésta tan desastrada como la que estamos viviendo y como la que nos espera. Leo una novela singular, The End of the Story, de Lydia Davis, escritora de extraordinarias prosas breves y, sobre todo, Leer, escribir (UANL), el precioso libro de Bárbara Jacobs, por su magnífica escritura y presentación con grabados de Vicente Rojo.