Quesadilla nacional
Ciberterrorismo
y rumores
Regreso al pasado: Chuayffet
Cuauhtémoc, ¿otra vez?
l país convertido en queso Oaxaca. Las cámaras de Televisa legislan mientras el producto de temporada marca Los Pinos se dedica al espot. La Secretaría de Gobernación se afana en demostrar irregularidades en decenas de casinos como si fuera una ONG y no una (presunta) autoridad encargada de actuar y no de quejarse. Las historias de los hermanos incómodos son recordadas (Raúl, respecto a Carlos Salinas; Julio César, con Leonel Godoy, y ahora Jonás y Fernando Larrazabal), mientras la Cocoa arranca campaña en Morelia con una guardia de honor en la plaza donde hubo estallidos de granada un 15 de septiembre, como si a ella y a su hermano Felipe les tocara colocarse del lado de las víctimas y no de los corresponsables de lo que en Michoacán ha sucedido (por cierto, Calderón Hinojosa ha renunciado: pero José Luis, al organismo controlador de agua potable y alcantarillado de la capital de aquella entidad).
Enredo sobre enredo. Terrorismo en quesadillas, con una sociedad llevada de la mano a la nada por los golpes mediáticos que surten de material para escándalo y asombro a partir de puntos secundarios en los que el interés público es estacionado brevemente (generando sentimentalismo político fácil: el enojo superficial, el desahogo frente a las pantallas o el fortalecimiento del cinismo paralizante) mientras el fondo de los asuntos va siendo escamoteado y todo queda en ajustes políticos de cuentas entre pandillas partidistas (Adalberto Madero y Fernando Larrazabal no son aliados de Calderón) y en un interés justiciero proporcionalmente descendiente en relación con el aprovechamiento de las circunstancias (en el caso, el incendio en el Royale y los 52 muertos) para fines tan obvios como el de forzar (con la pistola de Televisa amartillada sobre la sien de líderes de partidos y coordinadores de bancadas camarales) la aprobación de arreglos fascistoides a la Ley de Seguridad Nacional.
Escándalo sobre escándalo en líneas mayores, mientras avanza el rediseño represivo en planos que con frecuencia son desatendidos o desconocidos por las grandes audiencias, entretenidas en la carnada efímera. Las calles llenas de delincuentes sin castigo y muchas importantes oficinas públicas convertidas en cueva de saqueadores, pero en estados como Veracruz (donde Fidel Herrera fue ejemplo de narcisismo rojo, mapachería electoral, irregularidad en el manejo del dinero público y sostenidas sospechas de corrupción) han sido encarcelados dos tuiteros bajo la acusación de haber difundido información falsa sobre presuntas amenazas a escuelas públicas en el área del puerto y de Boca del Río. Hasta 30 años de prisión podrían recibir los dos tuiteros a causa de las acusaciones de sabotaje y terrorismo equiparado que les fueron fincadas.
El sometimiento a proceso de esos dos tuiteros ha sido considerado por Amnistía Internacional como algo injusto y preocupante. Además, dicha organización asegura que no se ha llevado un proceso adecuado y que a los detenidos se les mantuvo incomunicados durante 60 horas y bajo presión oficial para que reconocieran sus presuntas culpas. El gobernador veracruzano, Javier Duarte, en todo caso, podrá presumir en Los Pinos una labor de coadyuvancia en la tarea de escalar el miedo social en el país, pues a partir de estas dos detenciones ya se habla de ciberterrorismo
en México. En Tabasco, mientras tanto, el Congreso local aprobó varias modificaciones legales, entre ellas una que impone de seis meses a dos años de cárcel a quienes difundan por teléfono o redes sociales falsas alarmas
o rumores que generen movilización, pánico y caos en la sociedad.
Es notable el interés de diversas autoridades por establecer controles
a la actividad libérrima que se da en canales de Internet, sobre todo Twitter y Facebook, tratando de endilgar a los cibernautas responsabilidades graves por lo que sucede en el país. Cierto es que en la amplitud comunicacional que se tiene en esos terrenos, sobre todo en Twitter, pueden producirse excesos de índole que podría encuadrar en los tipos delictivos actuales (por ejemplo, difamación, insultos, amenazas o las diversas formas que hay para castigar a quienes producen formas de perturbación social), pero pareciera que a los políticos gobernantes lo que les urge es imponer sanciones ejemplares que inhiban el ejercicio intenso de polémica, denuncia y crítica que se da en esas redes, y someter el conocimiento de lo público a los oxidados mecanismos tradicionales que hoy son tan radicalmente atrasados e insuficientes que justamente por ello son rebasados por las nuevas formas de comunicación libre y veloz. El miedo social proviene de una realidad atemorizante, como la credulidad en mensajes falsos se sustenta en la falta de credibilidad de las autoridades: no maten ni encarcelen al mensajero; cambien las cosas para que cualquier exageración o mentira sea de inmediato desatendida con la misma convicción con la que hoy es creída.
Pero el tema del día son los fraternos quesos oaxaqueños vendidos en el contexto de la Guerra de los Casinos. Hechos bola con el asunto de la conducción de la mesa directiva de su cámara, los diputados arrojan al país a una especie de telenovela de la nostalgia, con Emilio Chuayffet como presidente por cuatro meses, en un reparto tripartita de botín a cargo de PRI, PAN y PRD. Otro asomo increíble al pasado tiene como protagonistas a Cuauhtémoc Cárdenas, quien se ha negado desde siempre a descartarse como posible candidato presidencial de nueva cuenta, y a la corriente interna del PRD denominada Alternativa Democrática Nacional que ha decidido pedirle formalmente al ingeniero michoacano que acepte sacrificarse nuevamente, en una jugada que, al estilo de los pequeños partidos en sus negociaciones con los grandes, dejaría ganancias políticas a quienes con un reducido capital puedan ayudar a definir resultados finales (sabidas son las distancias que guardan CC y AMLO y vista está la cercanía reciente de CC con MEC). ¡Hasta mañana!
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