Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Frente a la crisis europea, la solidaridad
L

a persistencia de una crisis que parecía haber terminado a mediados de 2009, y que no sólo persiste sino que ha entrado en una fase en la que parece haberse llegado a un callejón sin salida, ha empezado a producir expresiones inesperadas. Estamos al borde de un periodo de estancamiento, que algunos, como el Ministro de Finanzas alemán piensan que puede llegar a siete años, que generará una indignación social creciente. Dos interesantes llamados de atención han surgido: uno del presidente alemán y el otro de multimillonarios franceses que piden que se les cobren mayores impuestos.

Christian Wulff, presidente alemán, pronunció un discurso (www.bundespraesident.de) para abrir una reunión entre 17 premios Nobel de economía y cientos de jóvenes economistas en Lindau, Alemania. Wulff señaló que la crisis bancaria y de deuda ha desafiado a gobiernos, bancos centrales y a políticos. En los inicios de esta crisis a nivel global se generó un acuerdo rápido: había que impedir el colapso y estabilizar las economías. Se aplicaron estímulos fiscales gigantescos para rescatar a bancos e intermediarios financieros. Se controlaron los síntomas, pero los bancos siguen frágiles, la deuda pública en las grandes economías está en niveles récord y las dificultades para crecer son las mismas que antes de la crisis.

Para Wulff no se ha hecho nada para resolver las causas de la crisis. Pero más grave es que primero unos bancos rescataron otros bancos, luego los gobiernos rescataron bancos, ahora una comunidad de estados rescata a estados individuales, pero finalmente ¿quién rescatará a los rescatadores? En estos rescates se han usado recursos de quienes pagan impuestos, los gobiernos han otorgado garantías que comprometen recursos futuros y, además, ha crecido la deuda pública. Corregir esta política ha implicado e implicará sacrificios de la población. El problema fundamental es que estos sacrificios no se han distribuido equitativamente.

Los jóvenes están pagando un costo enorme. Hay razones para que haya indignación, porque el principio de equidad se ha violado. No corregirlos cuestiona la cohesión social en el largo plazo, indica Wulff. Al mismo tiempo, un grupo de franceses ricos pidieron que el gobierno francés estableciera un impuesto extraordinario para ellos. Lo argumentaron con crudeza: “estamos conscientes –dijeron los dueños de L’Oréal, de Société Générale, de Peugeot-Citroën, entre otros– de habernos beneficiado plenamente de un modelo francés y de un entorno europeo al que estamos vinculados y que deseamos seguir preservando”.

Añadieron que es indispensable que todos hagamos un esfuerzo de solidaridad, por eso nos parece necesario contribuir. Pero no se trata sólo de inequidad, para Wulff el riego involucra la incompetencia en la presupuestación y en el manejo de las finanzas públicas. La crisis no puede seguir siendo enfrentada con medidas que mitigan con dinero y garantías las consecuencias del estallido de burbujas especulativas, de décadas de mala administración. Esto está afectando a las generaciones jóvenes haciéndoles más difícil el futuro.

El presidente alemán señaló que: “Los políticos tiene que formular políticas para el bien común y deben mostrar el coraje y la fuerza necesarias para enfrentar el conflicto con intereses de grupos individuales… Sus decisiones tienen que tener una perspectiva de largo plazo”. Debe reconocerse que estamos viviendo no sólo a expensas de las futuras generaciones, sino también a expensas de los más débiles de nuestra sociedad.

El diagnóstico de la situación que se vive en la Europa del euro es crudo. Está verdaderamente en riesgo la posibilidad de permanencia de un proyecto multinacional fundado en principios de equidad y solidaridad. Los gobiernos han decidido que este momento de la crisis tenía que enfrentarse con reducciones drásticas del gasto público, que castigan a los más necesitados. Persistir en ellas arriesga algo de mayor envergadura que el equilibrio fiscal y el cumplimiento de los compromisos de la deuda pública. Arriesga la cohesión social.