l fantasma regresó este martes del más allá, apenas por un instante. Pero fue, como en sus últimos años, la imagen de alguien que había dejado de ser: un Bin Laden extraño y remoto, haciendo su última aparición como visionario, tronando, no contra los infieles, sino contra el capitalismo
. En un discurso tan digno de un Brezhnev como de un guerrero islamita, advirtió a los estadunidenses que deben temer a la tiranía
del capitalismo. En eso vino a parar.
El mensaje póstumo de Osama Bin Laden contuvo algunas frases convencionales sobre las corporaciones
que destruyen a Estados Unidos –como si él no hubiera intentado lo mismo– y volvió a su tema de siempre: la bancarrota estadunidense.
Hace una década, hablando conmigo, predijo lo mismo y me reí de él. Ahora, aunque parezca extraño, desde su tumba marina –¿alguien sabe la ubicación en el Mar Arábigo?–, su voz suena más profética.
Pero toda la producción del video, organizada por el líder sucesor de Al Qaeda, el egipcio Ayman Zawahiri, sólo subrayó la decadencia de la ideología de la organización y su palpable fracaso en derrocar a los dictadores árabes que poco a poco son arrojados de sus tronos por revueltas seculares árabes. Cierto, en Libia necesitaron la ayuda de la OTAN, pero el video no lo mencionó. En cambio tuvimos que escuchar a Zawahiri felicitando a los árabes que derrocaron a sus gobiernos –sin ninguna ayuda de Al Qaeda– y pontificando que los benditos
ataques del 11 de septiembre de 2001 fueron un poderoso suceso que sacudió y sigue sacudiendo los pilares de la cruzada global
.
¿Hasta dónde se puede perder contacto con la realidad? Hubo momentos en que la aparición de Zawahiri en el video no parecía ser útil más que para él mismo y para los neoconservadores occidentales que desean mantener a Estados Unidos en un estado de temor abyecto.
¿Pensaba Zawahiri impresionar a sus menguantes legiones? ¿En verdad creía que los millones de árabes que pagaron –miles de ellos con su sangre– las revoluciones en Medio Oriente agradecerían a Al Qaeda por darles ánimo?
El pueblo árabe ha sido liberado de las cadenas del miedo y el terror; entonces, ¿quién ganó y quién perdió?
, preguntó Zawahiri.
¿Se le escapó la ironía? Sí, los estadunidenses perdieron, pero también Al Qaeda. Titulado El despuntar de la victoria inminente, el video sugería que sólo mediante “una era de verdadera (otro sic aquí, claro) gobernabilidad basada en el islam y en la sharia se obtendrá una victoria real”.
Bueno, tal vez. Pero, ¿cómo es que ningún retrato de Bin Laden, ningún estandarte de Al Qaeda adornó a esas épicas multitudes durante el despertar árabe?
Sin duda volveremos a saber de Zawahiri. Pero estos sermones –el de este martes duró una hora– tienen una rara cualidad: una sensación de aislamiento político de Al Qaeda –por muchas victorias
que Washington clame contra ella– y la convicción de que la historia la ha hecho a un lado.
Desde luego, las afirmaciones de Zawahiri pueden ser usadas por el declinante Kadafi y otros gobiernos árabes para probar
que Al Qaeda está en el centro de toda la oposición contra los autócratas. Zawahiri ya había hecho el mismo llamado en vano al pueblo de Siria. Hubiera sido esperar demasiado del líder de Al Qaeda que se disculpara ante el mundo árabe por sus fracasos –los hombres violentos sólo hacen eso bajo tortura–, y supongo que aún es posible que debajo del suelo del desierto medren algunas flores peligrosas, esperando brotar.
Pero la mayor bendición que Zawahiri podría haber dado a los musulmanes de Medio Oriente –para no hablar de los estadunidenses– habría sido sin duda más apropiada que el raquítico esfuerzo de este martes: el silencio.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya