Opinión
Ver día anteriorSábado 17 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Esta ciudadanía tan elusiva
U

na reunión que pareció salir del cronista de sociales quien firmaba con el seudónimo del Duque de Otranto y que en los 60 deleitaba a la gente bonita con su columna Los trescientos y más, la analiza Adolfo Sánchez Rebolledo en su colaboración del jueves pasado en estas páginas: un encuentro pensado para sentar los cimientos de un nuevo proyecto nacional, organizado por los editores de la revista Líderes Mexicanos, terminó con un franco desencuentro –atemperado por las formas– entre el presidente Calderón y los más destacados invitados.

Aunque hay varios temas que ameritarían comentarios sobre esa reunión, me quisiera detener en uno que expuso el presidente Calderón: yo quiero invitarlos, amigas y amigos, amigos de corazón, a que estas elecciones, si no les gustan los partidos políticos, hagan un partido político; si no les gustan los candidatos a diputados, sean ustedes los candidatos a diputados.

Por principios de cuentas no deja de ser un chiste cruel llamar a formar partidos cuando como se sabe que la formación de nuevos partidos está tremendamente limitada por la legislación electoral tanto por los requisitos que se exigen como por el hecho de que sólo cada seis años se abren las condiciones para registrar nuevos partidos.

Segundo es bastante chocante que a todos los que critican a los gobiernos se les mande indiscriminadamente –y no sólo Calderón– a formar partidos. Esto supone dos ideas equivocadas. Una que criticar a los poderes no es sí misma una actividad política responsable que no requiere de otra justificación que el acto mismo de criticar. Y segundo que al parecer la única forma o al menos la crucial para producir política son los partidos mismos.

Difiero de esta visión. Criticar a los poderes es una tarea ciudadana de primer orden. Es una actividad política por antonomasia y aunque muchos de los que critican al gobierno –en ese caso al gobierno de Calderón– realizan además otras actividades políticas, la sola crítica es clave para la construcción democrática.

Pero por otro lado es falso que sólo en los partidos se produce política. El activismo ciudadano en sus diversas facetas es también una actividad eminentemente política. Aunque soy de los que consideran que los partidos son pieza clave en los regímenes democráticos, me parece un grave error subestimar la acción política que genera el activismo ciudadano y en consecuencia menospreciar el papel que las asociaciones ciudadanas no partidistas juegan en el fortalecimiento de la democracia.

Quisiera dedicar dos entregas más a discutir estos temas porque desde los grupos de activistas y no sólo desde los partidos, es indispensable buscar respuestas a la pregunta clave de cómo debe gobernarse la pluralidad en nuestro país.

Es deseable acotar el término sociedad civil dado que se presta a suplantaciones o representaciones ficticias. Aparentemente lo contundente en México es el escaso número de ciudadanos que se comprometen en formas de acción colectiva, lo cual genera una errónea idea sobre el mentado individualismo atávico del mexicano ajeno a la participación política.

En términos de propósitos de la acción colectiva encuentro tres. Aquellos que ven a las acciones colectivas como plataforma de lanzamiento propio o de grupo, es decir, en clave clientelista. Aquellos otros para quienes aquéllas son etapas necesarias para influir sobre el poder o acceder a él, es decir, en clave oposicionista. Y aquellos para quienes las acciones colectivas buscan transformar la sociedad y no aspiran a acceder a forma alguna de poder institucionalizado, es decir, en clave insurgente.

Esta diversidad de luchas supone una intensidad participativa desigual y explica el problema central que afronta el activismo ciudadano en una sociedad fragmentada con un tejido social deshilvanado: la ausencia de espacios vinculantes capaces de articular luchas y causas.