Opinión
Ver día anteriorViernes 23 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Más allá de la madre
D

espués de 3 mil kilómetros recorridos por el sureste del país, la Caravana por la Paz arribó al Zócalo de la ciudad de México. Frente a unas 5 mil personas que se dieron cita en ese lugar, un poeta asumió que si el movimiento no tiene poder, pues en realidad está conformado por los más pobres de los pobres, las víctimas, las bajas colaterales, las viudas, los huérfanos, los que no tienen nombre porque han perdido a sus hijos, pero que constituyen la reserva moral de este país, que reclama una paz con justicia y dignidad. ¿La justicia natural de la que hablaba el Quijote de la Mancha?

El poeta Javier Sicilia al aparecer en las carreteras y las plazas de los estados sureños después de recorrer los del norte del país generaba, con su presencia, una ausencia en el aire, un vacío que parecía presentificar otro vacío anterior. Aire que no era ráfaga de viento ni acaso brisa, tan débil que parecería que no podía mover ni una pluma. Una vibra le recorría la piel a la luz de las luciérnagas que le acompañan a la selva chiapaneca, en deleite casi mágico contemplando pasar las nubes que ocultaban las voces de millones de excluidos y marginados. Voces que se pueden escuchar si se guarda silencio en noches serenas. Y a su vez, pozo endemoniado que conduce a la escritura interna indescifrable. Jeroglífico de una visión y un lenguaje nuevos que trascienden. Fugacidad del tiempo que es la vida-muerte.

Habla indígena, fluida, musical, que no es canto al pasado, sino canto en presente, a aquello que está presente siempre, que trasciende imperceptiblemente tiempo y espacio. Lengua indígena que en estos momentos ha saltado a un primer plano develada en la figura de un poeta, cuyo liderazgo, entre otras cosas, tiene su arraigo al haberse erigido en la voz de los sin voz, en la voz de los silenciados. Sicilia poeta indígena –a pesar de no serlo, o tal vez sí–, encarna lo indígena, siendo la única tradición viva de México. El tiempo que se escapa visto desde otro lugar, desde la creación de nuevos sentidos, de nuevas formas de expresión que abren nuevos espacios.

Toda forma de vida es proyección de un tiempo que no tiene más perspectiva que la muerte, más no la muerte en el sentido cristiano occidental, sino la muerte como parte de la vida. No la muerte como realización del yo, pues el yo es irrealizable, Sicilia se realiza en la comunidad, trasciende y se desdobla en muchos Sicilias y canta con los indígenas el canto del tiempo.

Poeta, político, líder, defensor de los indígenas y los masacrados es transparente y tras esa transparencia, desaparece. Se evade por fidelidad a su propia transparencia que refleja ese algo que no acaba de ser expresado, ese algo que se le escapa. Esa palabra que nos envía a otra, la frase que se desliza hacia lo siguiente, ese encuentro que nos refiere a otro encuentro, interminable. Y que espléndidamente recreó Francisco Prieto en su escrito desde la visión católica de la vida, aparecido en la revista de este mes de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Por eso Sicilia se nos escapa, no hay manera de aprehenderlo. Ni siquiera es posible asirlo entrando en contacto espejeante con alguna de sus partes como una totalidad, pues cada una es el reflejo de una unidad escondida en espacios invisibles que no llegan a los mapas ni caben en la globalización. Presencia que se desliza por entre las partículas de los átomos del espacio, fuera de las fronteras, en los márgenes en la región desconocida. Poesía del color de la tierra tejida en la ausencia que pasa entre las hojas de los árboles y las mira caer. Extranjero en la ciudad de otro tiempo y otro espacio, camina en vacío circular de difícil captación. Personajes difusos, mágicos, llenos de colorido difuminado. Espejos de nuestro ser que nos desnudan y avergüenzan y asimismo nos atrapan en el placer de lo mágico, lo trascendente, lo inapresable.

Poesía alucinante, sin rima, huidiza, polimorfa, que busca la palabra inencontrable. Rostro terrorífico humillado en busca de la dignidad, expulsado de la palabra y refugiado en la escritura interna. Extraño inconsciente del lenguaje que resulta incoherente para los hombres de la ciudad portadores de otra simbología. Caramelo ético que se desprende de la metafísica como rompecabezas inarticulable, poesía de piedra, piedra lodo, lodo café, café anaranjado de atardecer en la selva, que resulta indescifrable.