Sábado 24 de septiembre de 2011, p. a16
He aquí un disco imprescindible.
Desde el corte inicial, el álbum Let them talk es una delicia musical, un documento musicográfico, el descubrimiento artístico del momento.
Inicia: piano solo, solito y su alma. El soliloquio levanta ráfagas de viento tibio. Nueva Orléans, un manglar. Ahora las teclas declaman, gimen, cantan. Gritan.
Se une un tapete de carrizo que suena a guitarra con slide: resbalan las notas sobre el torrente de agua tibia.
Han transcurrido dos minutos y medio: desde el fondo de la habitación camina hacia nosotros una mujer desnuda y en lo oscuro. Suena: un contrabajo bañado en su sensualidad de óleo ideado por Gustav Klimt.
Y cuando todo es magma y esmegma, coro de volcanes musitando, el maestro al piano enuncia: “It was down in Old Joe’s barroom/ On the corner by the square/ The usual crowd was assembled/ And Big Joe McKinney was there”.
El legendario blues titulado Saint James Infirmary, cuyo origen se remonta a una canción popular inglesa del siglo XVII, que narra una historia donde el epicentro es la muerte en plena flor de la vida, es lo que suena a través de los altavoces.
Quien narra ahora esa historia, en un bar del delta de Mississipi, es un músico extraordinario: el escritor, actor, músico inglés James Hugh Calum Laurie, mejor conocido como Hugh Laurie mejor conocido como Doctor House mejor conocido ahora, merced a esta grabación magistral, como la revelación musical de varias eras.
Al preludio triste en piano solo, íngrimo y solo, al primer riff, inspirado por maestros anónimos de gruesos dedos negros, cabellera ensortijada blanca como su alma, negra su epidermis, se emparentan ahora aires a lo Rachmaninof.
Un coro de alientos-metales, dirigido por su eminencia don Allen Toussaint –la máxima autoridad actual en música de Nueva Orléans, pianista inigualable– coro de voces femeninas, marcan una serie de cambios de tono, dinámica, atmósfera y ritmo: cada vez más sensual la atmósfera. Whisky, sudor y lágrimas.
Coro de grullas en el magín.
Tal atmósfera de ensueño es producida desde el piano y la voz de Hugh Laurie, un inglés en Nueva Orléans. Canta en el tono exacto del blues: implanta con precisión de cirujano la emblemática, inconfundible, aterradora por bella dirty note, esa entidad sonora sin cuya presencia no existe el blues ni el jazz ni el día ni la noche ni la luna ni las estrellas. Nota sucia, chilacapastrosa. Tan bella como Venus en su nacimiento: baba de mar, líquido amniótico de cosmos. Pureza de sonido.
Canta Hugh Laurie y resulta evidente el homenaje a uno de sus iconos mayores: Louis, enormísimo cronopio Satchmo Armstrong. Pero el tono de su voz lleva también hacia un referente inevitable: Tom Waits, voz de whisky con pianola, sin hielo, por favor.
Suena la guitarra en slide –ejecutada, por cierto, por el mismísimo Doctor House–, se quiebra la voz en su pastosa furia, en su desalentada apacibilidad de esclavo, alma libérrima, el cambio de ritmo asemeja entonces al vaivén de hamaca de la mujer desnuda y en penumbras, piel oscura, alma brillante, que camina hacia nosotros desde el fondo de la habitación en calma, viaje próspero.
Suena todo esto a epifanía.
He aquí, señoras y señores, la quintaesencia del blues, blús. Bluussssss.
Catorce piezas diríase seleccionadas por un antropólogo, un experto en blues de Nueva Orleans, un maese doctorado en cómo suena el delta del Mississipi, es decir, en un símil de cómo suena el ventrículo izquierdo del alma.
Pero no, la selección de estas 14 joyas de música campesina, obras maestras en peligro de extinción, está pensada, hecha, intepretada y puesta a flotar, volar, hacer explosión por un músico que ama y conoce a profundidad la música del alma. Su más profunda piel.
Alguien esperaría un capricho, un lujo de una celebridad, una ocurrencia de un rico y famoso. Por el contrario, está grabado con la humildad, el entusiasmo y la entrega de un principiante.
La producción es impecable, la mezcla de sonido ejemplar, el personal es de excelencia suprema. Canta a dúo con otro doctor: Dr. John, con Irma Thomas y con un sir: Tom Jones.
He aquí un trabajo artístico de primer nivel, que el Disquero recomienda sin reservas y con el más elevado entusiasmo, el que solamente puede despertar el mejor blues, blús. Bluuusssss.