Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Casa sobre la Roca, la nueva derecha neopentecostal
L

as proximidades entre Calderón y los grupos neocarismáticos de Casa sobre la Roca están marcadas por la constante ambigüedad, el pragmatismo y la mutua utilización político-religiosa. Cuando Felipe Calderón fue candidato, en 2006, recibió todo el apoyo y las bendiciones de los Orozco, Rosi y Alejandro, líderes de dicha asociación político-religiosa. Así, Casa sobre la Roca se convirtió en cabeza de playa, es decir, la avanzada y puente político con el mundo evangélico. Calderón candidato se benefició del liderazgo, la capacidad de convocatoria y de las redes sociales de Casa sobre la Roca. Calderón presidente cumple con cargos, puestos, recursos y redes de influencia que los Orozco han sabido aprovechar. El libro de Rodolfo Montes La cruzada de Calderón (Random House Mondadori) muestra claramente la violación del carácter laico por parte del presidente Felipe Calderón.

Cuando la editorial me pidió hacer una introducción a la investigación periodística de Montes, me llamó poderosamente la atención la poca claridad de los actores. Para empezar Casa sobre la Roca no se reconoce como asociación religiosa (AR), sino como asociación civil (AC); hace malabares en sus propias definiciones contradictorias, expresa que hay una enseñanza no religiosa de la Biblia. Ser AC es conveniente: le permite sacudirse de prohibiciones políticas, así como prestar servicios al Estado. Aquí hay complacencia y omisión de la misma Secretaría de Gobernación, que tolera dicha ambigüedad.

Por diferentes medios, Calderón ha señalado que no se ha convertido a ninguna otra creencia y que sigue siendo católico; sin embargo, aparece en videos ante multitudes con gestos, lenguaje corporal y la utilización de conceptos propios de un predicador evangélico. Otro contrasentido es que los fundadores y líderes religiosos de Casa sobre la Roca rechazan llamarse ministros de culto cuando predican y realizan ceremonias paralitúrgicas frente a sus audiencias. También es reprochable la opacidad del gobierno panista y de la primera dama Margarita Zavala porque no quieren reconocer las raíces evangélicas del vasto programa gubernamental Nueva Vida, expresión clásica en la Biblia, cuyo autor intelectual y promotor inicial es precisamente Alejandro Orozco.

En el contexto de la guerra santa desatada por el Presidente, con cierto voluntarismo, los Orozco vendieron a los Calderón el sueño colombiano, basado en el éxito de una iglesia colombiana de ultraderecha llamada Misión Carismática Internacional. Si Colombia ha podido revertir la narcoviolencia, México también. La guerra tiene que estar acompañada por valores inspirados en la palabra de Dios. Organizaciones de la sociedad civil e iglesias deben sumarse a una gran causa con programas de valores y asistencia social y soporte moral para prevenir y atender las adicciones. Los Orozco ofrecen la vía colombiana, una especie de cruzada espiritual para atender el rostro humano de la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.

Más allá de las revelaciones que Rodolfo Montes detalla en su libro, la cuestión de fondo es el surgimiento de un nuevo tipo de derecha religiosa. Efectivamente, Casa sobre la Roca puede representar un nuevo modelo de movimientos ultraconservadores en México. Ante el desgaste simbólico de grupos de la derecha radical, como el Yunque o Provida, la agenda moral de muchos grupos conservadores requiere de nuevos interlocutores y canales más modernos de representación. Casa sobre la Roca es un ensayo alternativo, una suerte de tercera vía, como ha expresado Adonirán Gaxiola. El grupo neopentecostal de Casa sobre la Roca, no se reconoce católico ni evangélico, sino una agrupación de superación con inpiración en los valores bíblicos que se sustenta en los principios de la teología de la prosperidad. Pero su concepción de familia, sexualidad, aborto y otros análogos es idéntica a la de los católicos conservadores.

Las imágenes reinantes de la ultraderecha deben ser revisadas. Pensamos en actores coléricos como Sandoval o Serrano Limón; en organizaciones anticuadas, semisecretas, herméticas, con extravagantes rituales que marchan a contracorriente de las sociedades modernas. Los modelos serían el Yunque y Provida. Sin embargo, los grupos conservadores en México y en América Latina han evolucionado. Ahora utilizan el discurso de la democracia moderna, usan con soltura los términos de las grandes empresas, sin empacho parafrasean los conceptos de la sicología moderna y de la superación personal. Los nuevos grupos conservadores impulsan a sus adherentes para que se introduzcan en el servicio público, escalen puestos y cargos en gobiernos e incidan en las políticas públicas; se posicionen en agrupaciones de la sociedad civil, asociaciones civiles, en organismos de asistencia social, de filantropía y en los medios de comunicación.

Una de las paradojas más provocadoras de los nuevos grupos conservadores es que se sienten y pueden aparecer progresistas. Los grupos han venido relaborando su discurso y su actuación en torno a los derechos humanos, la defensa de la vida, la pobreza, la familia y la política. Incluye la incorporación de los debates internacionales que se esgrimen en instancias como la ONU, la Unesco y las diferentes conferencias mundiales donde se dirimen estos temas. No es casualidad que la diputada, Rosi Orozco, con su iniciativa aprobada sobre trata de personas, se sienta, y así quiere que la miren en su entorno, como una heroína patriótica haciendo una gran servicio a la nación. Es evidente el malestar entre un sector de panistas que se siente desplazado por el advenimiento de los Orozco. También entre los sectores del Yunque hay preocupación, porque puede ser desplazado, y en la Iglesia católica existe desconcierto.

Para Casa sobre la Roca, los Calderón son historia. Ahora ya han enfocado baterías, apoyos y encantos a los precandidatos. Notablemente figuran Cordero y Peña Nieto.