Rivalidades
as repúblicas de Asia central que formaron parte de la Unión Soviética se parecen en mucho, pero no son iguales, aunque tienen regímenes autoritarios y, casi todas, un cacique que ejerce de jefe de Estado con carácter vitalicio.
Comparten también que la mayoría de sus habitantes sobreviven en la miseria y que la minoría de quienes integran la corte del líder –padre de la nación
, suelen llamarlo– gozan de una insultante opulencia, cuya fama ha traspasado fronteras con la compra de mansiones en la Costa Azul francesa o con las fiestas de sus vástagos en discotecas de las principales capitales europeas.
Puede decirse que las ex repúblicas soviéticas son países exportadores: envían mano de obra barata a Rusia y venden sus recursos naturales –gas y petróleo, sobre todo– a Europa y China.
En esto último se basa, en alto grado, la riqueza de sus gobernantes y comienza a ser motivo de serias rivalidades entre Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, así como entre todos ellos y Rusia.
Antes, en la época soviética y los primeros años de independencia, las repúblicas centroasiáticas eran sólo un apéndice de materias primas de Rusia y dependían de sus subsidios.
Veinte años después, aparte de que se ha revalorado su importancia geopolítica por la guerra de Estados Unidos en Afganistán y por el robustecimiento del liderazgo regional de China, son el principal competidor de Rusia en materia de exportación de gas y petróleo.
Mientras Rusia, por mencionar solamente un ejemplo, lleva cinco años sin poder ponerse de acuerdo sobre el precio del gas que China dijo que, en principio, le compraría durante 30 años, sin hacer mucho ruido mediático ya empezó a fluir el combustible por el gasoducto Turkmenistán-Kazajstán-China, que tendrá una capacidad de 40 mil millones de metros cúbicos al año.
A la vez, el gobierno bipartito de Rusia –en sociedad con varios consorcios europeos– logró terminar el tendido del gasoducto Flujo del Norte que, por el fondo del mar Báltico, llevará el hidrocarburo a Alemania, eludiendo el territorio de Ucrania, hasta la fecha país clave en el tránsito hacia Europa.
Y cuando el Gazprom ruso acaba de firmar con la empresa italiana ENI, el concorcio alemán BASF y la compañía francesa EDF un acuerdo para construir otra vía alternativa a Ucrania, el Flujo del Sur, Turkmenistán aceptó la propuesta de la Unión Europea de tender, por el fondo del mar Caspio, un gasoducto que se pueda conectar con la red Nabucco, otro proyecto para llevar gas a Europa, pero esta vez sin tocar territorio ruso.