El arte debe servir para reflexionar contra los silencios enormes, manifiesta
Procedentes de San Petersburgo, las esculturas del artista fueron emplazadas en el Zócalo
Durante dos años recorrieron ciudades como Lisboa, Madrid, Londres y Moscú, entre otras
Jueves 27 de octubre de 2011, p. 6
Blancos, contrastados con la piedra oscura del Zócalo, los 10 gigantes silenciados
del escultor mexicano Rivelino ya se encuentran en la gran plaza desde la noche del martes, mientras que la tarde del miércoles se abrió el acceso al público, que podrá verlos y tocarlos hasta el 18 de noviembre.
La inauguración de la muestra Nuestros silencios se realizó después que las piezas de bronce pintadas de blanco recorrieron durante dos años ocho ciudades (como Lisboa, Madrid, Londres y Moscú), viajaron en barco de San Petersburgo a Veracruz y fueron retocadas en Cuautepec Barrio Alto, estado de México, su lugar de origen, de fundición.
Fueron dos años de éxitos, retrasos y contratiempos, como el haber estado parada mes y medio en París, sin exhibirse, tras la suspensión del Año de México en Francia a partir de marzo pasado, debido al conflicto diplomático por el caso de Florence Cassez, ciudadana francesa presa aquí por secuestro.
Estas esculturas monumentales, cuya boca luce tapada por placas con inscripciones –en referencia al tema de la libertad de expresión–, fueron bajadas de los tres tráilers-grúas que las transportaron y puestas sobre una base de madera en una maniobra que duró casi dos horas.
La exposición la complementa un cubo de acero con textos en Braille y agujeros para que los invidentes puedan leer la información y tocar cuatro reproducciones a escala de los 10 gigantes, todos idénticos salvo los detalles particulares del diseño exterior, en ocre.
Espectaculares en sí mismas, los organizadores idearon un recorrido también inusitado para la toma de imágenes de un documental y del registro de la prensa, que en un transporte turístico de la Secretaría de Cultura capitalina acompañó a la caravana por Reforma, Juárez, 5 de Mayo y el Zócalo.
Con más de una hora de retraso, la ruta comenzó a las 10:45 de la noche del martes a la altura de Bucareli, llegó hasta la glorieta de la Diana Cazadora, retornó y se enfiló hacia la Plaza de la Constitución, entre el asombro general de los transeúntes y automovilistas que circulaban por la ciudad.
Desde las banquetas o los vehículos, las personas tomaban fotos con el celular y mostraban su agrado por la sorpresa de esa noche, en tanto que patrullas y motocicletas de policía hacían cortes y realizaban un pequeño operativo vial.
Un azoramiento causado por la monumentalidad, pero también por la belleza y forma singular de esos personajes, que pretenden reunir diversos tipos humanos o podrían ser relacionados con las misteriosas esculturas de la isla de Pascua o hasta con estereotipos alienígenas.
Cada busto, que mide tres y medio metros de altura y pesa una tonelada, porta diseños en altos y bajorrelieves, grafías de libre interpretación
, semillas y plantas, característicos, según información de prensa, del trabajo de Rivelino. La placa que les cubre la boca representa la importancia de la libertad de expresión individual y colectiva
.
Poco antes de la 11:30 de la noche los gigantes blancos llegaron al Zócalo, cercado por una barda provisional y donde varios trabajadores terminaban de armar la plataforma de madera en torno al astabandera.
Enseguida comenzó la maniobra de descenso de las piezas, que terminó alrededor de la una de la madrugada del miércoles. Ahí, en medio del incipiente frío de temporada, Rivelino (Jalisco, 1973), comentó acerca de estas obras de arte público:
“Es una necesidad mía hacer notar la importancia que tiene el decir lo que se piensa. Hay silencios enormes, de persona a persona, colonia a colonia, ciudad a ciudad, país a país, continente a continente. Esta es una buena oportunidad para que, a través del arte, como siempre ha sido a lo largo de la historia, se pueda reflexionar acerca de este tema tan importante. Donde quiera que haya seres humanos, siempre habrá faltas de respeto para con lo que piensan los demás.
Noventa y ocho por ciento de mi obra es completamente abstracta. En este caso recurrí a la figura humana porque es la mejor manera de comunicarse sin importar el nivel social, económico ni intelectual. Las piezas están basadas en la escultura frontal prehispánica, de manera que sea así de frontal lo que comunican. El tamaño monumental tiene que ver con la importancia del tema.