Destacan la defensa que han hecho los inquilinos ante el embate de comercios
En la década de los 80 del siglo pasado los moradores compraron el inmueble
Domingo 30 de octubre de 2011, p. 31
Construido a principios del siglo XX por el arquitecto Thomas Gore, el edificio Condesa, distinguido por su diseño europeo estilo inglés en la avenida Mazatlán, llega a sus cien años convertido en el último refugio de la colonia Condesa donde aún se respira aire de barrio, a pesar del embate que ha significado ser una zona comercial y cultural de moda.
En su entorno sobreviven los pequeños comercios –que en sus orígenes eran cocheras– como la recaudería, la peluquería, la cafetería o la papelería, mientras en su interior, al paso de los años, se entreveran las anécdotas y las historias de sus habitantes.
Entre ellas, la de la señorita María Antonieta Martínez, hija de un general, que logró contraer matrimonio con su primer novio hasta que tuvo 70 años, luego de enterrar a todos los integrantes de su familia.
O la del artista plástico Carlos Jurado quien, a su llegada, a finales de la década de los años 60 del siglo pasado, comenzó su trayectoria como fotógrafo con cámaras estenopeicas y basó la mayoría de su obra en torno de este histórico edificio.Toda mi fotografía, desde que empecé a hacer experimentos, se desarrollo aquí, retraté a todas mis amigas, hice una serie muy bonita, y acaba de salir un libro en el que una sección se llama Edificio Condesa
, refiere el pintor.
También se narra la vida de la fotógrafa Ruth Lechuga, vienesa que llegó a México en 1939, tras la invasión nazi, quien convirtió su casa en un museo del arte indígena. Fue una mujer muy activa, que hasta su última día estuvo en la lucha
.
Sin embargo, la historia que más se cuenta y enorgullece a los inquilinos es la del movimiento que se gestó en los años 80, cuando a raíz de un incremento en las rentas, la comunidad se organizó para adquirir el edificio en su conjunto.
En sus orígenes, el inmueble, que fue construido en 1911, fue ocupado por europeos de familias acomodadas
, que laboraban en la compañía petrolera El Águila, pero pasados los años albergó a clasemedieros, entre los que se distinguía un nutrido grupo de artistas.
Victoria de Hoyos, una de las moradoras más antiguas del edificio, recuerda que por medio de una cooperativa, encabezada por tres de sus inquilinos: Brenda Salinas, Óscar Rodríguez y Ruth Lechuga, se logró adquirir el conjunto habitacional, integrado por pequeños edificios de ocho departamentos, con entradas individuales.
La mayoría de los inquilinos no eran sujetos de crédito, muchos vivían aquí porque las rentas eran congeladas o muy bajas, pero la mesa directiva luchó por el bien y el patrimonio de todos. Todo fue honesto y basado en la confianza, eso es invaluable
, apunta.
Brenda Salinas recuerda que primero se hicieron tertulias para obtener recursos y después se consiguió, con el apoyo del entonces regente de la ciudad de México Ramón Aguirre, un crédito puente para finiquitar hasta el último peso con los herederos de Moisés Cossío, propietario del edificio.
Desde entonces, según su administrador, Adrián Toledano, de los 216 departamentos que integran el edificio, con sus anexos, sólo 70 de ellos han cambiado de dueño, lo que les ha permitido consolidarse como una comunidad unida y respetuosa, que se organiza ante cualquier intento por trastocar la atmósfera que ahí se respira.
La conmemoración del centenario se celebrará con un festival cultural a fin de año.