ccupy Wall Street es el lema de un movimiento popular que empezó en Nueva York a mediados de septiembre y que ha ido multiplicándose por Estados Unidos y otros países. Un conocido mío lo calificó de un bostezo del capitalismo
y hace poco aproveché una breve estancia en Manhattan para darme una vuelta por Wall Street y observar a los manifestantes en vivo y en directo.
La calle se llama así porque a mediados del siglo XVII los holandeses ahí construyeron un muro de madera para proteger a los habitantes de su recién fundado pueblo que bautizaron Nieuw Amsterdam. Luego los británicos sacaron a los holandeses de la isla de Manhattan y hacia finales del siglo XIX en la zona de Wall Street instalaron su sede muchos bancos, corporaciones y la bolsa de valores. Desde entonces la calle ha sido el símbolo del poder del mundo capitalista.
Wall Street es el corazón del centro financiero de la ciudad más rica del país más poderoso del orbe. Me dio gusto que los manifestantes se hubieran dado cita en ese lugar tan emblemático. Cuando llegué me llevé mi primera decepción. Para mi sorpresa no estaban en Wall Street. Se habían instalado a unas calles al norte en un lugar llamado Zuccotti Park.
Al parecer, fue un grupo canadiense el que lanzó la idea de construir una barricada pacífica
(¿otra pared?) y ocupar Wall Street para protestar por la creciente disparidad entre ricos y pobres, la influencia de las grandes corporaciones en la política y la impunidad de que gozan los financieros y banqueros que causaron la debacle en 2008. El pasado 17 de septiembre un grupo de manifestantes se dirigía a su destino cuando la policía les cerró el paso y los desvió. Recalaron en Zuccotti Park, un terreno de unos 3 mil metros cuadrados.
Ahí se instalaron los manifestantes y ahí han permanecido durante casi dos meses. Hubo intentos para desalojarlos y se ha debatido la legalidad de invadir lo que es un espacio público, aunque sea un terreno privado.
En un principio la ocupación del parque fue un tanto caótica y se presentaron muchos problemas, sobre todo de sanidad. Luego los manifestantes se fueron organizando y ahora cuentan con una infraestructura que incluye una cocina, algunos baños portátiles y regaderas. Tienen prohibido instalar sistemas de sonido y han optado por lo que han llamado un micrófono humano. Las palabras del orador en turno son repetidas por los oyentes. Tienen también una pequeña biblioteca y un centro de comunicaciones.
Mi segunda decepción fue constatar que el número de manifestantes es relativamente pequeño. Se calcula que el primer día fueron alrededor de mil personas y que hoy son unas 500, de las cuales no más de 200 duermen en el parque. ¿Qué pasará cuando arrecie el frío? Uno de los manifestantes dijo que se irían a su casa, pero que regresarían con la primavera.
Quizás el aspecto más interesante del movimiento Occupy Wall Street sea su organización democrática. Han constituido lo que denominan la asamblea general de la ciudad de Nueva York. Se trata de un intento por instaurar una democracia sin gobierno. La asamblea se reúne, establece comités para examinar ciertos asuntos y toma sus decisiones por acuerdo general sin recurrir a un voto.
El verbo ocupar
es muy apropiado para describir lo que pretenden los manifestantes. Tiene cierta connotación militar al tiempo que denota el rescate de algo que fue de uno pero que ha perdido. Quizás los manifestantes busquen recuperar un sistema político y social que ha sido tergiversado por la codicia de unos cuantos malhechores ubicados precisamente en Wall Street.
En un principio los medios de comunicación hicieron caso omiso del movimiento. Por su parte, los manifestantes se dieron a conocer por conducto de las redes sociales. Pronto hubo artículos en los periódicos y los comentaristas más conservadores calificaron a los manifestantes de insidiosos, sucios y socialistas. Algunos llegaron a decir que lo que buscan es quitarnos nuestro dinero
.
Desde luego que hay de todo entre los manifestantes. Pero por lo general se trata de gente que ni está desempleada ni es pobre. Son mayoritariamente jóvenes de clase media que quieren declarar de manera pública y pacífica su inconformidad con lo que está ocurriendo en su país. En eso se asemejan a los egipcios que llenaron la plaza Tahrir en El Cairo. No tienen una agenda precisa con demandas concretas.
Pocos observadores quisieron aceptar que el mensaje principal de los manifestantes es de personas que han perdido la esperanza. Su cuita no es con el capitalismo, sino con sus abusos y corrupción. Les duele que siendo 99 por ciento de la población, como ellos mismos se anuncian, dispongan de tan pocas oportunidades para avanzar en la vida. En efecto, la actual generación de jóvenes quizás sea la primera en Estados Unidos cuyo nivel de vida resulte inferior al de sus padres.
Durante más de un siglo Estados Unidos ha estado a la vanguardia del de-sarrollo económico, social y cultural del mundo. No ha sido el origen de todas las ideas, pero las que fueron importadas encontraron su máxima expresión en ese país. En el renglón económico se convirtió en el pionero de las manufacturas, de automóviles a computadoras pasando por los electrodomésticos. Impuso la moda en el vestido y en la música popular, en el cine y la arquitectura. Si uno quería ver el futuro tenía que viajar a Estados Unidos en general y a Nueva York en particular.
Estados Unidos sigue manufacturando cosas, pero mucha de su riqueza la genera una bolsa de valores en la que se compran y venden acciones y se especula con el dinero de otros en cosas inexistentes o cuando menos poco tangibles. Ha llevado al capitalismo al mundo de las apuestas en cosas que no son cosas.