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enemos todo el derecho de protestar, de hablar, de expresarnos como jóvenes pero, ¿por qué no lo hacemos? ¿Qué es lo que está pasando en el país? ¿Por qué no hablamos? ¿Por qué nos da miedo expresar nuestros puntos de vista? Creo que es tiempo de manifestar nuestra opinión y no permitir la corrupción. Instituyamos una manera de pensar propia y más crítica.
Éstas son las esperanzadoras palabras escritas por un joven de 15 años, estudiante de Cuetzalan (Puebla) de origen indígena, como respuesta a la orden perentoria de una maestra quien le espetó: cállate
. El hecho lo relata la doctora Sandra Aguilera, especialista en educación, en un artículo en el que expone el significado político del silencio impuesto, y las repercusiones educativas, tanto de las experiencias escolares, como todas las de la vida cotidiana.
El silencio es norma en la escuela tradicional dominante. Hablar en clase, en filas
u otros espacios escolares es falta mayor penalizada con puntos menos en el renglón conducta
de la libreta de calificaciones
. Este silencio, impuesto en la escuela a los estudiantes, y muchas veces también a los maestros, se proyecta simbiótico, como bien percibe el joven de Cuetzalan, en la vida pública. Pero esta forma de represión está a punto de explotar en el ámbito escolar, y también en la política y en las relaciones sociales. El pecado mayor cometido por los indignados
de muchos países, de expresarse pacíficamente, es castigado con represiones violentas cuyas consecuencias son imprevisibles.
La verdadera y necesarísima reforma educativa consiste en hacer de las escuelas espacios de desarrollo de las capacidades de expresión oral, escrita, argumentativa y artística. Sólo de esta manera la educación escolar contribuirá a la formación de personas cultas, activas, responsables, creativas.
La pobre concepción de la educación como un proceso pasivo de acumulación de información o conocimientos ha sido denunciada por pensadores y educadores desde hace mucho tiempo, pero las autoridades educativas (de la SEP y otras instituciones) ignoran esas críticas e imponen reformas que debilitan más la educación.
Con el argumento de que busca mejorar la calidad de la educación la SEP ha impuesto la prueba Enlace, objetiva, estandarizada, de aplicación masiva y controlada, precisa, conformada por reactivos de opción múltiple, cada uno con una sola respuesta correcta
(explicación oficial de las características
de Enlace) la cual está contribuyendo ya a un mayor deterioro de la educación.
Una de las claves para entender este desaguisado está en la obsesión del control masivo
centralizado (se aplica a más de 15 millones de educandos) el cual por supuesto únicamente puede lograrse con computadoras. Pero las computadoras sólo pueden leer bolitas
, de modo que los estudiantes se ven obligados a llenar bolitas
. Como es bien sabido, estas pruebas estandarizadas y punitivas tienen la virtud
de reorientar todo el esfuerzo educativo a la obtención de buenos resultados en ellas; por esto hoy, maestros, directores e incluso padres de familia, tienen como principal empeño que niños y jóvenes aprendan a llenar bolitas
de manera correcta (según el criterio de la autoridad).
Enlace no exige escribir una sola palabra, mucho menos una oración, un párrafo o una página. Producto del positivismo, el conductismo y la sicología experimental, estas pruebas están constituidas por reactivos
en vez de preguntas
; al estudiante no se le pide expresar algo personal (no se busca sondear a fondo
, como dice la etimología de la palabra pregunta
), sino solamente su reacción, con un sí o un no, ante la provocación de un elemento externo. En defensa de su aberrante examen, los técnicos de la SEP dirán que el acierto en la respuesta exige al estudiante analizar el contenido de uno o varios textos que se le presentan. Bien, en el mejor de los casos, el estudiante demostrará haber alcanzado un determinado nivel de comprensión de lo leído (sintaxis, conceptos y argumentación), pero ninguna posibilidad tiene de expresar algo que escape a la visión del control total
impuesto de forma autoritaria por los artífices de la prueba a todos los estudiantes y maestros del país.
Enlace exige del estudiante aprender a responder con precisión
preguntas formuladas por otros, y desprecia la capacidad y necesidad que tienen los jóvenes de aprender a expresar sus inquietudes e intereses en forma de preguntas propias. Nuevamente, como resultado de su matriz positivista y autoritaria, con esta prueba se comete el gravísimo error de hacer creer que una pregunta tiene sólo una respuesta correcta, y ésta es la establecida por la autoridad.
Hablar, protestar, expresarse, es un derecho de todos. Y es un derecho cuyo respeto están exigiendo hoy jóvenes, trabajadores y pueblo en general en muchos países. La responsabilidad de los sistemas educativos es contribuir para que estas expresiones sean informadas, sólidas, propositivas. Esto implica un giro de ciento ochenta grados en las reformas educativas. Debe evaluarse la eficacia de nuestras instituciones para desarrollar en los estudiantes una consistente, responsable y creativa capacidad de expresión, no la de entrenarlos para una lectura domesticada.
Por otra parte, la globalizada preocupación por desarrollar la comprensión lectora
ha olvidado que lectura y escritura son dos caras de una misma moneda, no se puede ser un buen lector si no se ha tenido la experiencia de escribir (y viceversa). Por supuesto, examinar y evaluar la capacidad de escritura implica que los estudiantes escriban y que las comunidades escolares puedan leer, comentar y someter a crítica esos escritos. Sin duda, esto va en contra de los controles masivos y centralizados, implica confiar a las comunidades educativas la responsabilidad de autoexaminarse y autoevaluarse, implica construir un sistema educativo democrático que eduque en la verdadera democracia a las nuevas generaciones.