uy temprano vamos al aeropuerto: Aeroméxico cada vez más caro y los servicios imprevisibles: no existe verdadera competencia y proliferan los abusos. ¿Y Mexicana de Aviación?
Desembarcamos en Cancún; hace años que no visitaba la ciudad, una retahíla infinita de hoteles casi todos con nombres en inglés y a medias vacíos, avenidas decoradas con reproducciones de caracoles y conchas marinas (de muy mal gusto) y palmeras. El día que llegamos comimos en un hotel llamado La plage, comida seudo francesa, precios europeos y nosotros somos los únicos comensales; el gerente se queja de la crisis, muy dura, afirma.
Ya en Puerto Morelos, buen clima, fresco, el agua fría, bella playa con una arena finísima, una arena inigualable, estamos frente a un hotel hermoso muy moderno, de diseño, cómodo, habitado principalmente por turistas estadunidenses: todo se hace y se dice en inglés. En la noche paseamos por el pueblo, muchos changarros vacíos, el encargado o dueño de un almacén de artesanías se queja, en la zona se han cerrado cerca de mil negocios, entre salones de belleza, tlapalerías, restoranes, tiendas de ropa o artesanía, abarrotes, ¡la catástrofe...!
Sólo un restorán pequeño y familiar atiborrado de gente del pueblo (profesores y alumnos de la UNAM, funcionarios, algunos retirados), una pareja formada por un uruguayo y una argentina ofrecen carne asada, empanadas, vino del Cono Sur. Ella explica, vinimos cuando las cosas estaban muy mal allá, ahora, en cambio, están muy mal aquí, quizá deberíamos regresar
. En las ciudades de la zona (como en México, Mérida, Monterrey, Tampico, Saltillo) una invasión de Oxxos, remplazan a las misceláneas, hoy inexistentes o instaladas en casas privadas con balcón hacia el exterior.
Playa del Carmen se ha vuelto también abominable, los estragos del TLC, la herencia de Salinas cada vez más visible, turistas de muchas latitudes recorren de arriba abajo la llamada Quinta Avenida repleta de artesanías adulteradas, perfumes y cremas de marca (duty free), tatuajes, comidas a la carta y a granel. Ya de regreso a Puerto Morelos, damos vuelta por una calle; advertimos tarde que los coches corren en una dirección, pero ningún signo nos lo ha avisado. Cuando estamos a punto de retomar la buena ruta aparece un camión cargado de policías municipales. Nos detienen, bajan cuatro uniformados y nos apuntan con sus metralletas. Enorme sorpresa, no hemos cometido ninguna infracción: la calle se ha vuelto de un solo sentido de repente y sin previo aviso y quienes nos detienen no tienen derecho para hacerlo, no pertenecen a la policía de tránsito. ¿Se producirán daños colaterales?
“Me llamo José –explica uno–, los hemos detenido por su bien, los taxistas de Playa del Carmen transitan a gran velocidad y fácilmente podrían atropellarlos”. Obviamente, esperan recibir mordida, a pesar de que nuestros papeles están en regla y que en el coche vamos dos señoras, una jovencita y una bebé, además de quien conduce. José a secas toma la licencia, el tarjetón, la tarjeta de circulación y se reúne con sus compañeros: discuten y al cabo de 15 minutos regresa para decirnos con voz redentora, los hemos detenido por su bien, pero queremos ayudarlos, para que la bebita pueda dormir tranquila en su casa, pero, por favor, transiten con cuidado
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Regresamos, el clima es temperado, la noche clara con estrellas, el mar pausado, la arena de una finura irreal. Los manglares y los arrecifes de corales se han ido destruyendo a enorme velocidad, el paisaje se altera y la catástrofe ecológica acompaña a la económica, aunque la propaganda proclame: A lo largo de la costa oriental del Estado de Quintana Roo, iniciando al sur de Cancún hasta Punta Allen y abarcando el corredor Tulum-Cobá, se extiende la Riviera Maya: 120 km de playas blancas bañadas por el océano luminoso y enmarcadas por la selva esmeralda al infinito
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Este fin de semana se anunció un huracán en la zona que pronto se ha convertido en tormenta tropical.
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