Los auriazules se fueron al frente en el marcador, pero volvieron a mostrar inconsistencia
El campeón se quedó en la orilla, al ubicarse en el noveno lugar de la tabla
Xolos obtuvo un valioso punto en su propósito de no descender
No pudimos meter la pelota: Paco Palencia
Lunes 7 de noviembre de 2011, p. 2
La angustia avanzó cada línea de los Pumas hasta contagiar al último espectador. Ayer en el estadio Olímpico los actuales campeones echaron mano de todo el registro dramático que puede ofrecer el futbol: pasaron de la incertidumbre a la euforia, de ahí a la frustración, la zozobra y la melancolía. Para ir a la liguilla sólo necesitaban una victoria ante Xolos, un club que pelea en los últimos puestos de la tabla para sobrevivir en la primera división. No pudieron. Todo salió mal, como si hubiera una oscura conspiración para frustrar sus aspiraciones y dejarlos eliminados de la manera más gris en la que puede despedirse un monarca: con empate a un gol.
La conspiración cobró forma en los errores imperdonables de los jugadores universitarios, en el pulso nervioso por la presión de tener que ganar a como diera lugar con las condiciones favorables, en su propia casa y ante un equipo que apenas consiguió una victoria como visitante, pero sobre todo por la falta de pericia para administrar el juego ante los Xolos, que supieron cómo pararse en una cancha difícil.
Aun cuando El Turco Mohamed llegó con la idea de un Tijuana sólido para contener las explosiones ofensivas, lo cierto es que no vino a especular. De entrada mandó a su equipo a pelear por un resultado que lo favoreciera en la tabla del descenso.
Pumas, en tanto, sólo quería demostrar que esa inconstancia que sufrió durante la campaña y que derivó en cuatro goleadas en contra podían revertirse en una tarde donde la pasión y el ímpetu juvenil mostrarían el verdadero rostro universitario. Pero nada de eso ocurrió.
De ese modo, como si quisieran manipular los nervios de los aficionados, Pumas jugó durante medio partido con el sueño de estar otra vez en la pelea por un título. Apenas 10 minutos transcurridos y una mano de Juan Pablo Santiago fue sancionada con un disparo afuera del área. El encargado de cobrar fue Javier Cortés, ese jugador con pierna demoledora que aparece justo cuando se le necesita. Con la vista midió la valla y luego el arco, y desde ahí soltó uno de esos disparos que todo mundo sigue con los ojos pero que nadie, ni el portero Cirilo Saucedo, pueden interrumpir en su trayectoria al gol.
Con el estadio vuelto una locura, el cuadro universitario nació al entusiasmo. De pronto parecía que los auriazules ya se veían disputando el siguiente partido dentro de la liguilla. Pero ese mismo tanto sirvió para sacudir a los Xolos, que salieron a pelear para no hundirse un poco más en las aguas del descenso.
Pumas empezó a mostrarse como un equipo impreciso, que controlaba la pelota y ganaba terreno, pero se perdía en un mar de confusión a la hora de meterse en el área de los fronterizos. Emilio Orrantia estaba incontenible por el carril derecho, enganchado a la perfección con Fernando Espinosa; los desbordes eran asombrosos de Cortés y Martín Bravo. Sin embargo, no atinaban en el último toque que serviría para darles tranquilidad en el marcador.
Ilusoria ventaja
Con esa ilusoria ventaja, los Pumas se fueron al intermedio. De regreso, Xolos volvió a la carga como fiera herida. En un tiro de esquina aparentemente rutinario, los rechaces y remates se convirtieron en caos, hasta que el botín oportuno de Santiago apareció para simplemente empujar la pelota al arco de Pikolín Palacios. El empate se reflejó en el rostro desencajado de jugadores y aficionados, les recordó lo frágil que era mantenerse con un gol de ventaja.
Los universitarios empezaron a buscar el área de los de Tijuana con impaciencia casi adolescente. Pero la desesperación y la mala fortuna tomaron parte en esa conspiración contra los sueños universitarios, con tiros al travesaño y a los postes.
Cortés intentaba con Bravo, Orrantia devolvía a Paco Palencia y nada surtía efecto. Entre todos los yerros quizás ninguno fue más cruel que la oportunidad que desperdició Martín Bravo, cuando los auriazules consiguieron meterse por enésima vez al área de Xolos y el delantero argentino pudo anotar si no hubiera intentado puntear de manera complicada.
Después de eso, todos se fueron en desbandada, con tiros de media distancia, por derecha, izquierda o haciendo el ridículo con disparos descompuestos. Como sea, para conseguir lo que en principio no parecía complicado.
Xolos repelía los ataques y eventualmente agregaba algunos momentos de angustia con asedios al marco de Palacios. Nadie dejó de pelear por lo que quería en ninguno de los extremos. Al final, cuando el árbitro silbó, los Xolos celebraron lo que sintieron era una hazaña; del otro lado, los campeones, brazos en jarra, miraban hacia la desilusión.
Sin equilibrio
No pudimos meter la pelota. Eso fue todo, admitió Francisco Palencia. No tuvimos equilibrio como en la mayoría de los partidos
, agregó.
Aún más contundente, Bravo admitió el fracaso: Estuve fallando mucho en este torneo y es lamentable
. En el noveno puesto de la tabla, fuera de la liguilla, Pumas resumió así su paso por la campaña. Del entusiasmo a la decepción, la zozobra y la frustración, ayer, como a lo largo del torneo, el campeón conspiró contra el propio campeón.