¡Ya basta!
uando parecía que las protestas contra la avaricia de los barones de Wall Street entraban en un impasse, la imprudente decisión de las autoridades de la ciudad de Oakland, California, de desalojar con lujo de fuerza a quienes acampaban en una céntrica plaza de esa ciudad, dio nuevos bríos al movimiento. El martes 25 de octubre fueron barridas las 165 tiendas de campaña en las que se alojaban cientos de personas de las más diversas actividades, etnias, estratos sociales y edades. La agresión policiaca produjo una reacción unánime de apoyo a los agraviados, entre quienes había varios veteranos de la guerra de Irak que sobrevivieron a las adversidades de esa lucha, pero no a las granadas de la policía de su propio país. Uno de ellos fue herido de gravedad y permanece hospitalizado.
El llamado para realizar un paro general en apoyo al movimiento y como protesta por la agresión policiaca congregó a más de 10 mil personas, que el pasado miércoles caminaron del centro de la ciudad al puerto de Oakland. Durante las siguientes 24 horas las actividades de uno de los tres puertos más importantes de EU se paralizaron, al igual que las de buena parte de la ciudad. La subrepticia ausencia de los estibadores en su centro de trabajo fue una de las claves del paro, pero como lo declarara uno de los trabajadores, no podemos solidarizarnos con el paro como sindicato, pero nada nos impide hacerlo como individuos
. Vale agregar que desde 1946 no se realizaba un paro general en esa ciudad. La respuesta en otras sedes del movimiento no se hizo esperar: lo mismo en Los Ángeles, Chicago o Nueva York hubo marchas y mítines de protesta. Incluso en esta última ciudad varias docenas de veteranos de la guerra de Irak marcharon en solidaridad con su compañero herido en la refriega de Oakland.
La pregunta es, ¿ahora qué sigue? No hay respuesta unánime a un movimiento cuyos motivos son tan diversos: educación inalcanzable para miles de jóvenes, mala calidad en los servicios de salud, deterioro del medio ambiente, corrupción oficial, corrupción en el sistema financiero, enriquecimiento desmedido de unos pocos, pobreza, desigualdad, desempleo... Es evidente que no será fácil encontrar un remedio a los agravios que sufre 99%
de la sociedad, pero al margen del rumbo que tome este movimiento y de la diversidad de sus demandas está claro que hay una en común: es necesario acabar con un sistema que produce riqueza para unos pocos, pobreza para los más y por añadidura está destruyendo el planeta.