n un lote de 250 metros cuadrados, correspondiente al número 75 la calle de Durango, colonia Tizapán Progreso, se ubica una galería recientemente inaugurada que cuenta con todos los adelantos técnicos del momento y que desde el punto de vista arquitectónico es un hallazgo en esa zona, populosa, relativamente cercana a Televisa San Ángel.
El propietario y director es Manuel Loaiza, a quien muchos conocimos cuando se encargaba, junto con Patricia de Leonardo, de las actividades culturales (teatro, música y artes visuales) en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Iztapalapa.
El espacio está construido hacia arriba, de la planta baja, sin columnas ni muros divisivos, hasta el techo abovedado en arco rebajado; hay 14 metros de altura, pero la mitad de ese espacio rectangular da lugar a tres desniveles, cada uno con sus respectivos corredores, donde se puede exponer obra y asomarse a lo que funciona como nave mayor, en este caso para ver lo que allí ha sido expuesto desde otro tiro visual.
Por fuera el inmueble parece un búnker semejante a las galerías de Cheslea, en Nueva York, y dado el ámbito urbano donde se encuentra, contrasta con los sitios de Polanco, las Lomas o Mariano Escobedo, donde suelen ubicarse este tipo de galerías.
En entrevista con Manuel Loaiza, éste me explicó que años atrás adquirió el lote con el propósito de urdir un proyecto tanto cultural como de ventas, destinado a eliminar fronteras entre las artes llamémosles tradicionales u ortodoxas y manifestaciones contemporáneas, como happening, performance, video, cine, danza, etcétera.
La exposición inaugural congrega exclusivamente obras plásticas cuyos autores le son conocidos de tiempo atrás. Gabriel Macotela, los cuatro hermanos Castro Leñero, Irma Palacios (con un cuadro muy luminoso y algunas gráficas), Jazzamoart, Manuela Generali, Patricia Álvarez, en despliegue vecino con los monos recortados de radiografías, de Francisco Toledo, y con piezas únicas del ceramista Gustavo Pérez.
Kyoto Ota da la bienvenida al visitante con dos escuturas en madera invitándolo quizá a penetrar en ellas como sucedía con aquellas obras que se exhibieron en la Gaería Metropolitana de la calle de Medellín, colonia Roma, hace algún tiempo.
La muestra es atractiva, pero el espacio donde se encuentra es lo que llama poderosamente la atención, debido al despliegue de materiales utilizados: cemento blanco pulido, vidrios de grandes dimensiones que permiten de día iluminación natural, acero y madera de caoba y de cedro.
Cuenta con dos oficinas y con aditamentos high tech, entre otros con un impresionante elevador montacargas que permite trasportar esculturas con varias toneladas de peso a los niveles superiores.
La realización del proyecto parte, al decir del dueño, de sus propios lineamientos interpretados por R.E. Arquitectura, con la colaboración de los arquitectos Iván Múñoz Leal y Alejandro Leal, ambos sobrinos y probablemente discípulos de Felipe Leal.
La museografía actual es coherente y bien llevada a cabo, dada la lectura digamos que difícil de este heterogéneo conjunto.
En ella colaboraron el propio Loaiza y Patricia Álvarez, quien parece haber ideado, de modo notable, la presentación de los monos de Toledo, insertos en cajas transparentes que si se pulsan ligeramente, provocan alguna movilidad en las figuras, convertidas así en piezas de colección mediante su perfecta y muy distinguida encapsulación, sin dejar de ser, en otros de sus estadios, posibles modelos a ser asimilados por los artesanos de San Agustín Etla.
Loaiza es el dueño y el curador de un espacio que, como digo líneas atrás, procurará cancelar la exclusión de cualquier tipo de disciplina, cosa que sucede, según su dicho entre los actuales ayatolas de las artes
, que suelen pasar por alto la pintura, la escultura, el dibujo o los métodos gráficos tradicionales.
Como curador en jefe, admitirá todo, video, imágenes digitales y también diseño, dado lo cual alude a una posible presentación de Alejandro Magallanes, quien fue cartelista de la UAM después de Rafael López Castro y Germán Montalvo.
Como sea, este nuevo proyecto se une en cierto modo a otras instancias relativamente cercanas, como el museo Carrillo Gil, la Casa del Risco, el Museo de El Carmen y el Centro Cultural San Ángel, que ocupa el espacio de la antigua delegación Álvaro Obregón.
Respecto de su funcionamiento y futuras exposiciones, habrá que esperar el transcurso del tiempo, que es el mejor termómetro.
Por lo pronto, el inmueble merece ser visitado por sí mismo y más ahora que conjunta una variada colección de obras realizadas por artistas de reconocida trayectoria.