La alcancía Teletón
Incongruencias de una donación
Cosa de los tiempos políticos
l mediodía del sábado pasado, en uno de los cruceros de las calles de esta ciudad, una mujer joven, de uniforme amarillo, sobresalía de entre la parvada que aparece, cada que el semáforo se enciende en rojo, ofreciendo cualquier cosa, desde limpiar el parabrisas hasta cigarros, de uno por uno. La mujer iba de ventanilla en ventanilla de los autos frenados, y en las nueve visitas que contamos no logró recabar ni un peso.
Llevaba la cara un tanto descompuesta, desesperada, seguramente por la frustración. El bote que llevaba en la mano derecha parecía ligero, muy ligero, como si no tuviera nada adentro, y estaba revestido por el logotipo del Teletón. Nadie en ese lugar, en aquella fila, quiso poner su dinero en la alcancía, es decir, ninguno supuso que era bueno que una de las empresas más ricas del país usara sus recursos para los fines filantrópicos
de la televisora que organiza el llamado Teletón.
El lugar donde se estableció el centro de rehabilitación de Televisa está en Iztapalapa, en un predio que supuestamente está en litigio. Las autoridades del GDF, que cuando menos en materia jurídica no han fallado, aseguran que el pleito por el terreno no prosperará porque los papeles que dan como dueño del predio a un particular son apócrifos.
Es muy probable que eso sea cierto y que el pleito no llegue a ninguna parte, pero lo real es que lo que debería ser materia de análisis es el regalo que dio la administración de Marcelo Ebrard a la televisora. Ya sabemos aquel cuento de que el gobierno no tiene dinero para construir un centro como el que logró Televisa, pero la televisora sí tiene el dinero suficiente para hacer ése y muchos otros más. Entonces, si lo que el GDF requiere son fondos para ayudar a quien lo necesita, y la televisora es tan rica, ¿para qué se le dona un terreno que a buen precio podría ser utilizado para compensar el déficit que trae la admnistracion? ¿No era mejor venderlo?
A fin de cuentas parece que las magnánimas obras sirven para evitar que algunos grandes empresarios no paguen al gobierno los impuestos que requiere para hacer, entre otras cosas, hospitales de rehabilitación como el que se inauguró hace unos días, y desde luego también sirven para que la empresa se publicite aún más. Todo esto lo saben las autoridades, pero los tiempos políticos cubren muchas veces con capas de neblina esos actos que de otra manera no deberían existir. Ni modo.
De pasadita
El fin de semana anterior ocurrieron dos hechos que deberían llamar la antención. El primero fue el viernes por la noche, en el hotel preferido del jefe de Gobierno de la ciudad. Ahí se reunió el propio Ebrard con los más conspicuos representantes de sus intereses en el PRD; hubo discursos muy importantes (ya hablaremos de eso), pero llamó la atención que de los posibles para obtener la candidatura para el gobierno de la ciudad, el único orador fuera Mario Delgado. También hizo uso de la palabra Armado Quintero, pero él no ha dicho si está dentro de la competencia.
Allí, en la reunión, Ebrard hizo el clásico llamado a la unidad en torno a Andrés Manuel López Obrador, y pidió el apoyo de todos los presentes para la gira que emprenderá el tabasqueño por el Distrito Federal.
Luego, el sábado, los de la planilla 22, que juegan con Ebrard dentro del PRD, tuvieron otra importante reunión para dejar en claro que ya es el momento de depurar la lista de aspirantes y lanzar la muy posible encuesta que decida quién será el que busque suceder a Ebrard. Parece que hubo acuerdo, así que las cosas se empiezan a clarificar, aunque por el momento todo esté oscuro. Ya veremos.