a mayoría de los edificios de la antigua ciudad de México guardan en sus piedras múltiples historias. Un caso es el ahora llamado Palacio de la Autonomía, nombrado así porque aquí se firmó la autonomía de la universidad, en 1929. El magnífico inmueble de arquitectura ecléctica se encuentra a un costado del Templo Mayor y el callejón de Licenciado Verdad.
Tras la Conquista, al comenzar a poblarse la ciudad, ese predio estuvo ocupado por unas mansiones propiedad de don Juan Luis de Rivera, tesorero de la Casa de Moneda. Posteriormente, en el siglo XVII, el solar fue cedido a las monjas carmelitas descalzas que levantaron ahí el convento conocido como Santa Teresa La Antigua, para diferenciarlo de Santa Teresa La Nueva, que surgió años más tarde en la cercana Plaza de Loreto.
La primera construcción la realizó Cristóbal de Medina Vargas y en la segunda mitad del siglo XIX el notable Lorenzo de la Hidalga realizó la capilla anexa, al oriente del templo, así como la espléndida cúpula que la corona.
Como consecuencia de la aplicación de las Leyes de Reforma, las monjas fueron despojadas del templo y el convento a mediados del siglo XIX, éste se dedicó a usos diversos hasta fines de esa centuria, cuando el ingeniero Manuel Francisco Álvarez realizó una obra para convertirlo en la Escuela Normal para Profesores, encabezada por Ignacio Manuel Altamirano. Dos décadas mas tarde lo remodeló para convertirlo en la sede de la Rectoría de la nueva Universidad Nacional, que se crearía en 1910 y la Escuela Nacional de Altos Estudios.
Tras la refundación de la Universidad, el edificio alojó diversas dependencias universitarias: rectoría, escuela de odontología, de enfermería, y preparatoria, y después quedó en el abandono, hasta que hace unos años la UNAM decidió restaurarlo a fondo y dedicarlo a centro cultural y a albergar la fonoteca de Radio Universidad, instalaciones del área de cómputo y del Centro de Idiomas.
Al realizar los trabajos de restauración salieron vestigios de la casona del tesorero, restos de columnas y pisos de piedra que nos hablan de su importancia. Esto se puede apreciar gracias a que tuvieron el buen tino de dejarlo expuesto, con una cubierta de grueso vidrio. El mismo sistema se aplicó en un enorme espacio adjunto, donde se encontraba el área de placeres
de las monjas; hay baños, tinas y lavabos que muestran pedazos de muros y pisos recubiertos de azulejos del siglo XVII, verdaderamente bellos y bien conservados.
También surgieron vitrales franceses que adornan una de las escaleras que conserva la herrería original, y decoración mural. Se recuperó el famoso Paraninfo con su decoración estilo neobarroco de madera oscura, decorado con unos magníficos cuadros del siglo XVIII de Pedro Sandoval, que representan a las sibilas y que estuvieron en el Paraninfo de la antigua Universidad Pontificia.
En otra parte del edificio, los odontólogos, como homenaje a su vieja escuela, instalaron un museo de sitio que muestra sillones de dentista del siglo XIX y principios del XX, arcaicos equipos portátiles de rayos X y diversos instrumentos que por su aspecto deben haber sido torturantes.
La entrada original en pan coupe
, se encuentra enfrente del Templo Mayor y es espectacular. En el interior guarda forma circular, y en los trabajos de recuperación salió un piso de marquetería primoroso y unas columnas de escayola, que dan paso a una elegante escalera de albo mármol que se abre en dos rampas en el segundo tramo. Estos días hay dos exposiciones interesantes: La tumba de Tutankamón y la de Miedo, Mito y Leyenda del Imaginario Humano. Es un buen pretexto para visitar el lugar.
El hermoso edificio está muy cerca del restaurante El Mayor, situado en los altos de la librería Porrúa, que se encuentra en la esquina de Argentina y Justo Sierra. Desde su terraza tiene la mejor vista del Templo Mayor y del Palacio de la Autonomía, los que puede admirar saboreando comida mexicana.