Opinión
Ver día anteriorLunes 5 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Letras vencidas
¿P

or qué un medio como Letras Libres, que presume de calidad editorial –heredero de una tradición de pensamiento liberal y creación literaria de largo aliento–, se permitió ir demasiado lejos en su hostilidad ideológica contra La Jornada?

Una sostenida línea de la revista que dirige Enrique Krauze la ha llevado cruzadas (en forma de dossier) para descalificar y desprestigiar con sesgadas informaciones académicas, y un periodismo no pocas veces amamantado por los servicios de inteligencia, a lo que huela a izquierda no domesticada, sea teología de la liberación, lopezobradorismo, protestas universitarias o populares, resistencia indígena. También en esas páginas sus colaboradores la han emprendido con largueza contra referentes mayores de la izquierda, como Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis (quien ocasionalmente publicó en sus páginas). O bien el obispo Samuel Ruiz García. Al subcomandante Marcos se le han dedicado fantasías biográficas y presuntas delaciones en forma de investigación periodística.

¿Dónde termina el fair play crítico y comienzan la mala leche y la intolerancia contra las líneas de pensamiento con vocación nacional en la clave de soberanía (no meros nacionalismo ni populismo)? Para chovinismos patrioteros y ridículos, los que administran y fomentan las televisoras después de cualquier triunfo deportivo. El de los gobernantes panistas vestidos de charro o comandante supremo. Pero esos no son temas para las plumas de Letras Libres, habiendo todavía tanta izquierda y tanto naco de dónde cortar.

En el ámbito continental, las fijaciones de Letras Libres son los tiranos de Cuba o Venezuela, antes que dedicar críticas de fondo a los liquidadores neoliberales de Colombia o México, a nuestra creciente descomposición política, financiera, legal y social. Llama la atención que nunca muestre beligerancia alguna contra las auténticas tiranías de México y el mundo: las expansiones y guerras del imperialismo, la represión (no todos los gulag son de Siberia), el daño a nuestros suelos por la explotación de las trasnacionales, españolas en particular, mientras bancos de la misma procedencia ordeñan la riqueza nacional. Uno echa de menos en Letras Libres un cuestionamiento lúcido contra la conducción desastrosa del país por la derecha confesional en el poder. O una crítica a los medios electrónicos de comunicación por la estupidización que inyectan en sus masivas audiencias.

En uso de la libertad que en su titular ostenta, el mensuario prefiera cargarse a la derecha. De su línea antizquierdista se ha nutrido su hospitalidad para acusaciones, rencores, insultos y descalificaciones contra La Jornada, a la cual se identifica con la izquierda en un sentido amplio, dado su papel en el actual paisaje informativo y de análisis en México. De la burla a la calumnia, ¿ésta es la animosidad que mencionó el juez Zaldívar y avaló la Suprema Corte de Justicia de la Nación?

Monopolizando la herencia de Vuelta, la última y más importante revista de Octavio Paz, Letras Libres apela al consistente antiestalinismo del poeta, que desde una legítima vocación de libertad individual, sin la cual no existen libertades colectivas, evolucionó a la nula comprensión de las luchas de liberación en el país y el continente. Ya en el nuevo proyecto editorial, sin abandonar la publicación de textos originales y traducciones de calidad (aunque rara vez novedosos o arriesgados, pues el conservadurismo de Letras Libres también es filosófico, historiográfico, estético y literario), se internó en una reiterada descalificación de populismos, caudillismos y rebeliones populares, con una atención claramente asimétrica para con los males que imponen en nuestro país la inmensa desigualdad y una debacle sin fondo de la educación pública y cultural.

Estas afinidades electivas revelan el vencimiento de la tradición intelectual que precede a la revista, hoy a tono con el desdén de la élite intelectual por la gente. Usemos la palabra de su elección: es cómplice del poder. Desde tal limitación temática participa en el debate de ideas, gustos y principios éticos, buscando influir en la atmósfera cultural mexicana.

Se les puede poner mucha crema y hasta picante a los tacos, ahí cada quién, pero dar el paso de aventurar acusaciones graves sin fundamento contra un adversario ideológico, permite pensar, por lo menos, en irresponsabilidad. Qué, ¿ahora así nos vamos a llevar? No es difícil imaginar frotándose las manos (muera la inteligencia) a los verdaderos enemigos de la libertad crítica, la tolerancia y la igualdad, mientras el debate de ideas se deteriora.

Letras Libres arrojó la piedra de la calumnia y ya no pudo esconder la mano. En la medida en que este debate y la dimensión de los infundios contra La Jornada queden claramente dilucidados, mejores perspectivas tendrá el devenir intelectual, político y humanístico de nuestra hoy seriamente amenazada democracia.