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La agonía del último minuto
S

i no es reversible, dice el lugar común, a la agonía sigue la muerte. Por supuesto, la muerte de un país, o de un grupo de ellos, no tiene el mismo sentido que la de los seres vivos. Europa puede morir –incluso más allá de la Unión Europea (UE)– y es desde luego enormemente complejo intentar definir esa muerte. Dejará de ser lo que hasta hace tres o cuatro años era, y más aún, su planeada evolución futura no tendría nada que ver con el Tratado de Lisboa, que sustituyó al fracaso del intento por crear una constitución para Europa y con la parte de la UE convertida en eurozona.

Lo posible fue el tratado, firmado por todos los miembros de la UE en Lisboa, apenas el 7 de diciembre de 2007 (la crisis ya estaba en marcha). En un mundo donde no existen las unanimidades, el tratado tuvo críticos acérrimos –que ahora pueden decir: se los dije– que aseguraban que ese texto promocionaba la desregulación del mercado y no favorecía la intervención del Estado para lograr objetivos sociales. Los partidarios del tratado, en cambio, consideraban que haría a la UE más eficaz y democrática. A grado tal que, en la más penosa de las inocencias, declararon que la estrategia de ese acuerdo era alcanzar la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo antes de 2010. Tal objetivo sería posible con la firma del tratado, más los instrumentos de que 17 de los 27 miembros de la UE se habían dotado desde el 1º de enero de 1999, señaladamente la creación de la unión monetaria, con la adopción del euro el 1º de enero de 1999.

Los dirigentes de la UE no pudieron ver que en la más negra oscuridad crecía un gigantesco cisne negro, que en la primera década de este siglo continuó creciendo. El euro había sido adoptado en el contexto de la inflación inimaginable por su magnitud de un sistema de transacciones financieras a escala mundial, construido sobre timos y estafas por millones de millones, que representaban la soga en el cuello de la nueva moneda europea.

De pronto, el cisne se dejó ver: la burbuja inmobiliaria estadunidense reventó y sacó a la luz las toneladas de heces acumuladas en los bancos de los países desarrollados, hacia fines de 2007.

El proceso de ratificación del Tratado de Lisboa por los parlamentos nacionales comenzó el 17 de diciembre de 2007 por la Asamblea Nacional de Hungría, y terminó de ratificarse el 1º de diciembre de 2009, por la República Checa. Todo este proceso ocurrió ya en plena crisis. Pero el Tratado de Lisboa fue una pavesa, y ahora van por un nuevo tratado que firmarán quienes quieran y puedan aceptar las nuevas reglas económicas. Ya veremos el detalle de las mismas, pero los principios anunciados por el supuesto eje Berlín-París tienen el rostro aturdido de una visión limpiamente neoliberal, que logró imponer la nueva canciller de hierro Angela Merkel.

Hasta hace unos días todavía las declaraciones de unos y otros decían, a voz en cuello, que hacía falta más Europa y más integración, sin abandonar su declaración neoliberal del control rígido del déficit fiscal, rindiéndose la plaza entera a los intereses de los banqueros.

Se trata de concretar una reforma que rescate a la nueva UE, que saldrá del nuevo tratado, de la catástrofe financiera que supondría que algunos de sus países más grandes no puedan pagar sus deudas y financiarse con normalidad. Veremos si todos los miembros de la eurozona están de acuerdo en que la disciplina fiscal sea una norma sagrada para armonizar los presupuestos. Falta que las reglas digan cómo se articula eso, quién pone cuánto, quién se compromete a qué y quién responde ante quién.

La ampulosa llamada de Sarkozy a la refundación de la Unión Europea se redujo al anuncio hecho por Merkel y Sarkozy, ayer lunes, de los principios que regirán este gran espacio económico: 1) sanciones automáticas para quien no respete el déficit del 3 por ciento en 2012. Los países que no cumplan serán vigilados por el Tribunal de Justicia europeo, salvo que se oponga una mayoría cualificada. Se incorpora así la fórmula de la mayoría a la inversa; 2) regla de oro reforzada y armonizada. Todos los presupuestos nacionales deberán ser sancionados por los tribunales constitucionales de cada país; 3) mensaje al sector privado: lo de Grecia no sucederá nunca más. No podemos construir Europa basada en la falta de compromiso, dijo Merkel; 4) el mecanismo de estabilidad se adelanta de 2013 a 2012. Las decisiones no se tomarán por unanimidad, sino por mayoría calificada; 5) el consejo de presidentes de gobierno y jefes de Estado será el gobierno económico de la zona euro. Se reunirá todos los meses mientras la crisis dure. En su orden del día estará siempre la lucha por el crecimiento; 6) confianza en la independencia del Banco Central Europeo, y abstención de todo comentario.

La UE que conocíamos está muriendo, es decir, pasando a la historia. Un diputado francés dijo ayer que la UE (por nacer) parece un protectorado franco-alemán. Nos ocuparemos del cataclismo que se avecina.