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Un coro monumental, de unos 20 mil fans, entonó Aquelarre, en el concierto del sábado

Los sonidos del metal de Mägo de Oz desbordaron la Plaza México

Gracias por estar aquí, dijo el vocalista José Andrea, en la tocada con la que comenzó la gira de su despedida

Satania abrió la noche con aires medievales, renacentistas, celtas y de folk...

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Los músicos durante la velada que cerró con Fiesta pagana, el tema más esperadoFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de diciembre de 2011, p. a12

Con la canción Satania, Mägo de Oz abrió el pasado sábado el concierto metalero, parte de la gira de despedida de su vocalista José Andrea, quien cantó emocionado a casi 20 mil asistentes que llegaron a la Monumental Plaza de Toros México.

La música con aires medievales, renacentistas, celtas, folk... todo concitado con la fuerza del rock, ha sido un imán que ha atraído durante dos décadas a los jóvenes mexicanos, que ahora estaban ahí para despedir a José, quien enfrenta problemas de garganta, para lo que los médicos le han prescrito descanso obligatorio.

No obstante, entre los seguidores del Mägo queda la esperanza de que algún día se reúnan y todo vuelva a ser como hasta ahora: una gran banda con un gran vocalista.

Antes de la música los ríos de muchachos de todas las edades llegaban a la Plaza de Toros, ataviados en su mayoría de color negro, cinturones gruesos, hebillas con figuras llamativas de ellas y para ellos gruesas; ellas, con piercing, pelo de varios colores y todos con un cúmulo de juventud que se desbordaba por todos lados.

Algunos cientos quisieron ponerse a tono con la música y buscaron un sitio para tomarse alguna cerveza, y es que adentro están más caras y el varo escasea.

De repente parecía que había más policías que público. Entre las siete y ocho de la noche los muchachos se dirigieron a la entrada, donde fueron recibidos por un gorilón que les gritaba y les ordenaba hacer fila. Los contaba de ocho en ocho y los hacía pasar de modo imperativo, impositivo.

Les advertía que no podían pasar cinturones ni hebillas, que tenían que mostrar sus chamarras para que se las revisaran, para que no metieran armas, drogas o alcohol.

¡Pegados a la pared!, ordenaba el gorilón, pleno de poder. Los chavos se angustiaban y se iban a buscar dónde dejar sus cosas, que en su mayoría fueron a parar en los puestos cercanos, a 15 pesos la cuidada.

Pasado el trance amargo con la autoridad, todo fue disfrute. Una chela, un cigarro, un abrazo y a brincar y gozar con el Mägo.

Y se hizo la magia, y de la chistera salieron sonidos que hechizaban, evocativos, prendidos en serio.

Un coro monumental con Aquelarre, desde gayola y hasta el ruedo: El olvido recordó y la oscuridad se iluminó, la risa rompió a llorar./ Una piedra enamoró a una virgen que dejó caer su desnudez...

La letra habla de placeres, de lujuria, de carne y sexo.

Algunos sólo mueven la cabeza siguiendo el ritmo, otros brincan. Es su fiesta.

José no podía quedar incólume: Gracias por estar aquí, en una velada tan especial para mí.

Tras dos horas de concierto la gente no se iba, a pesar de que el Metrobús pronto dejaría de funcionar. ¿Por qué no lo dejan operando más tarde en días de concierto?, preguntó una joven.

Total, hay más tiempo que vida y más suela para caminar.

Fueron varios los encores y el cierre estuvo de pica, lica y califica con una versión mágica de Polvo en el viento, original de Kansas. El vuelo hasta el cenit con Molinos de viento, la cual llevó al éxtasis, un sueño cumplido, una melodía que se mete en el alma. Jesús de Chambery, El que quiera entender... Mägo de Oz dejó correr los efluvios sónicos circulares con Fiesta pagana, la más esperada y cantada hasta desgañitarse y alcanzar los agudos de José que retumbaban por todos los tendidos.