n una barrera de la Plaza México destacaba una hermosa mujer, elegante, con mucho estilo y ostentando sobre el tentador escote de su cuello preciosas perlas, ¡qué luz tan radiante la de sus ojos color madera!, ¡qué negro terciopelo su abundante cabellera!, ¡qué encantadora sonrisa clara!, ¡qué belleza la suya! Las miradas de los aficionados que la descubrían se dirigían al sitio donde contemplaba entre concentrada y distraída la corrida, esta soberana de la belleza; imán del deseo, atracción admirable, luz de cielo y fuego diabólico, rayo de tempestad y fantasía de placeres desconocidos.
A la distancia no quedaba sino el rico escote que aprisionaban los deseables senos. El festejo en el ruedo era lo de menos. La corrida se desarrollaba entre barreras al grato arrullo de los descastados toros de Villacarmela que querían dormir plácida siesta, rodaban por el ruedo y no queriendo se dormían, despertaban y la escena se repetía toro tras toro hasta que la tarde se hizo noche y en la lejanía por encima del reloj vestíase de negro el coso. El gris plomizo recogía los tonos multicolores de los vestidos de los aficionados y las velitas navideñas en una posada torera, cuyos cantos acababan de despertar a los toritos, galanes todos ellos.
Las estrellas brillaban en el mariposeo de las luces y enmarcaban nuevos ángulos de la belleza de la extraña mujer entre barreras. En el silencio llegaban el rumor de voces lejanas y ruidos de motor del vaho lujuriento de la ciudad y las fiestas decembrinas. La posada animó a los toreros que salieron en la segunda parte del festejo a comerse a los toros a pesar de que no venían rebanados en filete. Lo mismo Fermín Rivera que fue una agradable sorpresa por su toreo clásico, su verticalidad y su capacidad para ejecutar la suerte suprema, y que Mario Aguilar que le embistió a un toro parado dispuesto a llevarse la oreja igual que su compañero. Daniel Luque, el torero español, vio frustrados sus deseos de triunfo por no encontrarle el ritmo a los toros mexicanos. Eso sí, los tres mostraron unas ganas de ser...
A la salida del coso y con ganas de ser, igualmente la bella mujer al revés de los toreros partió plaza rumbo a los comederos.