El premier quiere ser presidente sin que su triunfo sea cuestionado
Miércoles 4 de enero de 2012, p. 21
Moscú, 3 de enero. Impertérrito ante las recientes protestas contra su intención de perpetuarse en el poder, Vladimir Putin transmite el insistente mensaje de que quiere que los comicios presidenciales del 4 de marzo siguientes sean limpios y pretende ganarlos de modo que nadie pueda cuestionar los resultados.
Cada vez más rusos rechazan que, después de gobernar 11 años, Putin se proponga estar otros 12 años al frente de Rusia, lo que se ha traducido en una caída significativa de su índice de popularidad hasta 36 por ciento.
Aunque con dicho porcentaje Putin resultaría, hoy por hoy, el más votado entre los aspirantes, es dudoso que –sin ajuste
de resultados y votaciones extrañas
en regiones lejanas de Moscú– pueda ganar en la primera vuelta, pues necesitaría 50 por ciento más uno de los sufragios.
A tres meses de las elecciones, parece poco tiempo para relanzar la imagen de Putin y triunfar sin riesgos. Para el Kremlin, el único peligro es tener que ir a una segunda vuelta, ya que ello añade un alto grado de incertidumbre y, al romperse el mito de que la victoria de Putin es inevitable en primera ronda comicial, puede atraer a electores que nunca han votado.
No es claro cómo piensa compaginar la Oficina de la Presidencia –la auténtica coordinación de campaña de Putin– elecciones limpias
con un triunfo durante la primera vuelta
.
Putin podría sacar menos votos en Moscú, San Petersburgo y otras ciudades, donde habrá mayor control de la sociedad, y mayor número de sufragios en regiones del interior del país, pero con ello sólo confirmaría el fraude en las recientes elecciones legislativas que denuncia la oposición política.
Para hacer más transparente la votación, Putin ofreció instalar 90 mil cámaras web en las casillas electorales, pero todavía no ha dado respuesta a la mayor queja de sus adversarios, en el sentido de que la verdadera manipulación de los resultados se produce durante el conteo a puerta cerrada y, sobre todo, cuando las actas llegan a la Comisión Central Electoral.
Los opositores políticos sostienen que, gracias a la alquimia electoral, conforme aumenta la cifra de supuesta participación, el candidato del Kremlin o el partido oficialista reciben más votos, y ahí no ha habido ni habrá cámaras de video.
Es loable que, por la presión de la calle, el primer ministro Putin quiera elecciones limpias
, pero desde luego no serán equitativas.
Los candidatos tienen desiguales condiciones para promover sus programas y para atraer adeptos: mientras él, como jefe de gobierno y mandatario de hecho, cuenta con los reflectores de la televisión, la radio y otros medios al servicio del Estado ruso, los demás aspirantes políticos carecen de esa posibilidad, como tampoco pueden utilizar el presupuesto federal como argumento para captar votantes.
Además, aparte de Putin, sólo tres candidatos lograron su registro sin necesidad de recabar firmas de apoyo por ser postulados por una organización política con representación parlamentaria: Guennadi Ziuganov, del Partido Comunista; Serguei Mironov, de la socialdemócrata Rusia Justa, y Vladimir Zhirinovsky, del ultranacionalista Partido Liberal Democrático.
Hay dudas de que podrán reunir 2 millones de firmas para su registro, el 18 de enero siguiente cuando vence el plazo, el liberal Grigori Yavlinsky, el magnate Mijail Projorov, el gobernador siberiano Dimitri Mezentsev y el nacionalista Boris Mironov. Quizás alguno lo logre, pero no todos.
Entretanto, Putin está recolocando las piezas de su equipo: la responsabilidad de la campaña recae ya en Serguei Ivanov como nuevo director de la Oficina de la Presidencia y en Viacheslav Volodin, su primer adjunto.
Vladislav Surkov, que durante una década se ocupó de la política interna desde la Oficina de la Presidencia, pasó al gobierno como vicepremier a cargo de proyectos de modernización de la economía.
El embajador ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Dimitri Rogozin, se hará cargo de la industria militar con rango de viceprimer ministro, el cargo que dejó vacante Ivanov.