l golpe de la derecha era tan inevitable como timorata fue la administración de los socialistas españoles respecto de sus valores y programas básicos. Un tijeretazo que se configuró desde que los votantes eligieron a Mariano Rajoy y a su Partido Popular (PP). Montándose sobre su alardeado bono electoral (que no es tan amplio como se alega) se anuncia una serie de medidas, drásticas casi todas, para enfrentar el demonizado déficit fiscal.
Según cálculos anteriores, se había previsto uno que alcanzaría 6 por ciento del producto interno bruto (PIB) pero, una vez en el poder, descubren algo más grave: uno que alcanza 8 por ciento. Y de tal desviación se acusa a la administración de Rodríguez Zapatero.
Al parecer, las comunidades autonómicas no acataron los dictados anteriores y se sirvieron, como es costumbre en las localidades, con la cuchara de sus anchos pareceres. Los afiliados al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) están solicitando al nuevo gobierno que explique en detalle el componente exacto del cálculo, pues se les hace sospechosa la excusa justificadora del drástico anuncio que incluirá el gasto y un incremento a los impuestos.
Violentando de manera flagrante la palabra empeñada en la campaña de no subir las cargas fiscales, Rajoy, al frente de su flamante gobierno, decide olvidar sus repetidas como tajantes promesas. Y ahí tienen a los conservadores del popular rellenando sus añoranzas de políticos con mano pesada: alegan hablar con la verdad en todo momento y hacer lo debido aunque quiebren sus promesas. Los afectados por sus decisiones serán aquellos estamentos de las clases medias y los que reciban rentas de capital. Segmentos que, en su mayoría, los han apoyado en las elecciones pasadas. Y en esto, los del PP llevan algo de mérito, pues a los ingresos elevados (más de 150 mil euros al año) les han aumentado entre 6 y 7 por ciento su anterior rango impositivo. Medidas que se solicitaron a los socialistas pero a las que nunca le atoraron. En lugar del impuesto sobre la renta, como se propone ahora, Zapatero optó por subir el IVA, un mecanismo por demás regresivo para los intereses de las mayorías.
El incremento impositivo es serio. Tan lo es que los mismos pensionados, a quienes se exceptuaba de cualquier afectación, no se salvarán. Además de ello, se han decretado medidas que tocarán gastos e inversiones en adición a los ya señalados recortes por unos 16.5 mil millones de euros.
Ahora, y dado el descubrimiento posterior, hecho con base en las recientes mediciones del déficit, se tomarán medidas que incluirán otros 20 mil millones. En total, unos 40 mil millones de euros, es decir, casi 4 por ciento del PIB español. Los renglones específicos no han sido precisados pero, sin duda, se contemplan casi todos del presupuesto de operación. Las cantidades son formidables y deberán pensarse con mucha calma porque, a una economía tambaleante de por sí, con seguridad se le mandará a un periodo recesivo de consecuencias insospechadas. Los efectos para la reciente administración serán, de variadas maneras, de sumo cuidado.
Todos los partidos políticos distintos al PP de Rajoy han puesto el grito en el cielo. Aún así, el plan pergeñado seguirá su curso, pues los conservadores cuentan con mayoría suficiente para su aprobación en Las Cortes. Dentro de la austeridad se incluye a los funcionarios públicos de alto nivel, a quienes se les recortará su salario. Los entes dependientes del Ejecutivo, que son cientos o miles incluso, también pasarán por la báscula. Las comunidades autónomas serán vigiladas de cerca para que se amolden a las nuevas condiciones, dado el hecho de que la abrumadora mayoría de ellas son precedidas por pepeístas.
Las medidas que padecerán los españoles, todas ellas, son de corte neoliberal. Recargan el peso de la llamada solución a la crisis de la deuda pública
en aquellos que no la generaron: asalariados y algunos otros clasemedieros bien remunerados. Un ambiente y orientación con los que simpatizan los actuales dirigentes de la Europa unificada. Los banqueros que han sido llevados al poder, en Italia o Grecia por ejemplo, son consecuentes con las consejas, mitos, tabúes y dictados de la derecha, aun las de extremos tintes y contenidos como las que se han enunciado. Las disonancias empezaron con aquellos gobernantes o élites que se ubicaban afines a las posturas de las izquierdas. Fue el caso de los portugueses, griegos o españoles del PSOE identificados dentro de esos vectores ideológicos.
Los famosos mercados, los organismos internacionales (FMI), Bruselas (BCE) y la alianza entre Alemania y Francia, cuyos gobiernos de claro corte derechista han impuesto a todos los demás sus ideas, soluciones y condicionantes. El cariz de izquierda se les borró por completo a socialistas o socialdemócratas, y los votantes, otrora inclinados a favorecerlos, los abandonaron. Y esta es la moraleja resultante: sé infiel a tu nombre y recibirás el desprecio de los tuyos.
En este aquelarre entre la pasada y la actual elite gobernante, ciertas cuestiones adicionales quedan flotando. La soberanía es una de ellas. A cada uno de sus pasos, Rajoy los acompasa con inmediatas llamadas telefónicas. La primera la hizo a la germana Angela Merkel. Después presta atentos oídos a los consejos (dictados les llaman algunos) del Banco Central Europeo y a los etéreos mercados. Y por esa ruta se irán Rajoy y sus populares sin titubeos y sin nuevas ideas.