Panorama, muestra del artista alemán en la Tate Modern que concluye hoy su exhibición
La curaduría de Nicholas Serota y Mark Godfrey demuestra que su obra no es una clara división entre abstracción y figuración, sino un juego de analogías donde ambas se alimentan
Domingo 8 de enero de 2012, p. 3
Londres. Panorama es el título de la muestra retrospectiva dedicada a uno de los artistas activos más importantes en la actualidad: Gerhard Richter (Dresde, 1932), que concluye este domingo en su primera cita en la Tate Modern, con curaduría de Nicholas Serota, profundo conocedor del artista, y Mark Godfrey, director y también curador de la Tate, respectivamente. Su itinerancia proseguirá en la Nue National Galerie, de Berlin (12 de febrero-13 mayo), y en el Centro Pompidou, de París (6 de junio-24 septiembre).
Su ubicación londinense, en el último piso de lo que fue una antigua central energética hoy convertida en uno de los museos más visitados del mundo, es emblemática, puesto que permite meditar, conforme se suben las pronunciadas escaleras eléctricas, el sentido de la muestra: la cima es un punto privilegiado de observación desde donde se admira el paisaje y se percibe con claridad la morfología y accidentes del terreno. Este es el propósito de la exposición, la cual contó con la estrecha colaboración del artista para la selección de su cincuentenaria producción: observar como en un panorama cada momento de su producción, siguiendo un ritmo cronológico que destaca, como en cualquier retrospectiva, la variación y evolución de su obra, siendo en este caso particularmente necesaria para demostrar que el trabajo del artista no es lo que hasta ahora se ha sostenido: una clara división entre abstracción y figuración, sino un juego de analogías donde ambas fuentes se alimentan, lo cual es visible desde su primera obra conocida, la serie Elba, de 1957, inédito grupo de impresiones en tinta sobre papel de un Richter estudiante, que un amigo conservó 50 años y que se creía hasta ahora perdido.
Aquí, Richter experimenta por primera vez la abstracción; sin embargo, algunas de las impresiones contienen figuras miniaturizadas que transforman del todo el contenido para semejarse a un paisaje figurado. Correrán 20 años más para que Richter iniciara una experimentación abstracta seria.
Como es sabido, la historia personal o colectiva es tema de inspiración primordial en su obra; en esta ocasión podemos reflexionar la manera en que la recuperación del pasado se repite en su producción, donde emergen imágenes pasadas a lo largo de su carrera, misma que relabora y propone de manera distinta.
La figuración en los cuadros de Richter tiene sustento en la fotografía que hace o toma de revistas, libros y periódicos, almacenada en un enorme catálogo de 4 mil imágenes, titulado Atlas, que ha recopilado desde el inicio de su carrera.
Los temas de sus obras son paisajes, ciudades, naturalezas muertas y objetos, pero también retratos de familia y motivos históricos que no aborda en su individualidad ni en su posición política o activismo social, sino que trata como iconos univesales de temas más amplios, como los afectos, la destrucción, el dolor y la muerte.
En la abstracción, en cambio, logra que el fondo surja con pasmosa claridad, creando una tridimensionalidad en el cuadro que sugiere una profundidad que no ha sido del todo borrada, tal como la historia
.
Para Richter, la pintura abstracta mantiene siempre un lazo con el mundo real, puesto que lo relacionamos con nuestra experiencia. La característica que mantiene en ambos lenguajes es la capacidad de crear atmósferas, de sucitar emociones.
Para el artista, el arte tiene una función constructiva y regeneradora tan necesaria como el pan y el amor, como sostiene en la convesación con Serota, la cual se recrea en el catálogo.
La exposición incluye algunos de los cuadros más famosos de Richter, como Ema (Desnudo que baja las escaleras) (1966), Vela (1982), Betty (1988) y Lectora (1994); pero también aquellos más raros, como la primera Tabla de colores (1966), 4 paneles de vidrio (1967), un tríptico de Nubes (1970) y por primera vez fuera de Alemania, la monumental pintura de 20 metros Stroke (en Rojo).
De su producción abstracta están dedicadas tres salas, incluso un grupo de obras caracterizadas por sus colores brillantes de principios de los años 80, los monumentales limpiavidrios
de los 90 y la serie Cage, de 2006. Junto con la pintura se muestran también las instalaciones en vidrio y espejos, así como dibujos y fotografías.
Un nuevo récord de la obra del artista lo marcó la casa de subastas Christie’s el pasado octubre, cuando se vendió una de las 24 velas (1982) por más de 13 millones dólares.
El 9 febrero, el artista cumplirá 80 años.