n su primera aparición pública como nuevo director de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), José Graziano da Silva se refirió a los cinco objetivos centrales de su administración, que concluirá en tres años y medio: 1. erradicar el hambre y la desnutrición, especialmente en Africa, el continente con mayores problemas; 2. avanzar en sistemas ambientalmente más sostenibles de producción y consumo de alimentos; 3. mejorar la gestión de los alimentos en el mundo; 4. ampliar la cooperación sur-sur, y 5. completar la reforma de la FAO (que no pocos califican de burocratizada) haciéndola más eficiente en sus aspectos técnicos y administrativos; llevando a cabo sus programas con la mayor transparencia y espíritu democrático posible para con los países miembros, los organismos de la ONU, el sector privado y la sociedad civil. Espera lograrlo por medio de una descentralización que otorgue mayor importancia a las representaciones nacionales y permita a los gobiernos participar en la definición de prioridades.
Para alcanzar los objetivos anteriores, el nuevo director advierte que acabar con el hambre requiere el compromiso de todos: ni la FAO ni ningún otro organismo lograrán vencer solos esta guerra
. Pero combatir el hambre en el planeta puede tener nuevos problemas por la crisis global que impide contar con los suficientes apoyos financieros y logísticos de los países que integran dicho organismo, y muy especialmente los industrializados. Enseñado a trabajar en medio de condiciones desfavorables, Da Silva espera de todas formas cumplir con uno de los Objetivos del Milenio: reducir para el año 2015 a la mitad la cifra de personas que padecen hambre y pobreza extrema en el mundo. Hoy suman mil millones y viven especialmente en Africa, continente hacia el cual la FAO orientará su mayor esfuerzo.
Por primera vez desde su fundación, en 1945, la FAO es presidida por un latinoamericano, reconocido ampliamente por sus trabajos en varios organismos de su país y en el exterior. A Da Silva lo elogian muy especialmente por los logros que obtuvo como ministro extraordinario de seguridad alimentaria y responsable del exitoso programa brasileño Fome Zero (Hambre Cero), establecido durante el gobierno del presidente Lula. Gracias a este programa, en cinco años la desnutrición en Brasil se redujo 25 por ciento y cerca de 24 millones de personas salieron de la pobreza extrema. Se logró con pocos recursos del erario, sin demagogia y atendiendo las necesidades reales de la población más necesitada. Cabe señalar que México fue uno de los pocos países latinoamericanos que se opuso a que Da Silva presidiera la FAO.
En México también hay hambre: según datos oficiales, 22 millones de personas no tienen los ingresos necesarios para cubrir sus necesidades básicas. Pese a la machacona y costosa publicidad oficial que habla de grandes logros en la materia, entre 2008 y 2010 tres millones más de habitantes se sumaron a esa desfavorable situación. Además, luego de ser cuna de la Revolución Verde y exportador de los productos de consumo generalizado, hoy adquiere en el exterior lo mismo maíz que frijol, arroz o trigo para poder cubrir la demanda nacional. Esto, pese a que el país cuenta con una de las infraestructuras hidráulicas más importantes del mundo y recursos humanos y naturales suficientes y diversos.
Las necesidades alimentarias se agravaron debido a la sequía y a las bajas temperaturas que afectaron y persisten en una parte importante del territorio destruyendo las cosechas de productos de consumo diario. El presidente Calderón aseguró que no puede así como así
sacarse de la manga los recursos requeridos para atender urgentemente a los que ahora padecen los efectos de esos fenómenos climatológicos. Nadie le pide que se transforme en mago y haga realidad ahora la leyenda de la multiplicación de los panes y los peces. Simplemente con utilizar 800 millones de dólares de los 142 mil millones que conforman las reservas de divisas, atenuaría enormemente el problema. Esa sí sería una estela de luz que brillaría entre los más pobres.