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Pionero de lo antiguo, formó legiones de expertos en el repertorio de la música barroca

Murió Gustav Leonhardt, artífice del renacimiento del clavecín

En AL poco se sabe de su gran rescate de manuscritos sobre ese instrumento: Luisa Durón

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Gustav Leonhardt interpreta el clavecín
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Gustav Leonhardt al frente del teclado y los registros del órgano monumental en una iglesia
 
Periódico La Jornada
Miércoles 18 de enero de 2012, p. 3

Pionero de lo antiguo, el clavecinista y director de orquesta holandés Gustav Leonhardt falleció a los 83 años de edad en Ámsterdam, informó Dpa.

Considerado el intérprete más destacado de clavecín en el siglo XX, así como uno de los máximos expertos en música barroca, amante declarado de la obra de Johann Sebastian Bach y maestro de generaciones, impulsó una corriente que volteó la mirada hacia la historia buscando reconstruir el misterio del detalle de una era sepultada por el tiempo.

El pasado 12 de diciembre se retiró de los escenarios, día que realizó su último recital en el Théâtre des Bouffes du Nord de París. Compositores nacidos en el siglo XVII fueron parte del repertorio, no sólo de esa noche, sino de toda una vida dedicada a revivir el estudio histórico del clavicémbalo y las técnicas apropiadas del instrumento. Henry Purcell, Christian Ritter, Johann Pachelbel, George Böhm y Bach fueron parte del programa que esa noche interpretó el caballero espigado, mientras un árbol se mecía en el paisaje dibujado en la tapa del mecanismo antiquísimo.

Nuestra misión es conocer tan cerca como sea posible lo que el compositor quería, o cuáles eran las posibilidades en el periodo de creación, es una de las máximas que dieron vida al llamado movimiento historicista, que proponía la interpretación en instrumentos de la época. Los musicólogos destacan la riqueza interpretativa que ponía Leonhardt en cada nota. Alababan especialmente la brillante articulación y el fraseo elegante que emanaban del marfil y el ébano de su clavicémbalo.

Luisa Durón, intérprete, investigadora y ex alumna de Gustav Loenhardt afirmó que es el clavecinista más grande que hubo en el mundo, desde la resurrección del instrumento. Leonhardt se dedicó a buscar los manuscritos de todos los compositores de los siglos XVII, XVIII, incluso anteriores al XVI, de todos los autores europeos de España, Francia, Italia, Alemania, la misma Holanda, Inglaterra, Portugal, toda la música que hoy día se conoce, que ya toda está editada, gracias al maestro.

Agregó que además “descubrió los manuscritos que los grandes compositores escribieron en su momento, explicando cómo querían ellos que se interpretaran sus piezas y cómo pensaban que se debía tocar el instrumento, cómo era la técnica, detallando posición de la mano y mil cosas que se descubrieron en esos documentos. Si no hubiera sido por Leonhardt no se conocería nada de eso. Hoy todo está traducido.

No sólo rescató los manuscritos y los tratados, sino además grabó absolutamente todo lo que fue escrito para clavecín. Es el único que ha logrado esto en la historia, lo que se te ocurra, desde el siglo XVI hasta el XVII, compositores de toda Europa, para órgano, clavecín, para conjuntos de cámara, pequeños y grandes, todas las cantatas de Johan Sebastian Bach, todos los oratorios, las pasiones, absolutamente todo. La labor que hizo es fuera de serie. En estos países latinoamericanos poco se sabe qué hizo, afirma en entrevista la clavecinista mexicana.

Docente extraordinario

Gustav Leonhardt nació el 30 de mayo de 1928, en Graveland, en una familia protestante amante de la música; su padre era integrante de la Asociación Bach de Holanda. En plena Segunda Guerra Mundial, cuando el país se paralizó, Leonhart vivió en una casa alejada de los horrores y el hambre en la ciudad, un periodo de su infancia que llamó un año maravilloso sin escuela en el que comenzó a ver con ojos frescos el viejo clavecín de la familia. Fue en esos días cuando apareció el deseo de ser músico y su devoción por Bach, según relató al experto inglés Brian Robins.

Comencé con Bach, todavía para mí el más grande compositor. Cualquier cosa comparada con Bach es totalmente monótona, lo que quizá es un poco injusto porque hay música maravillosa además de la de Bach, afirmó.

Como parte de su pasión por la música de Bach lo incitó en 1967 a representar al autor alemán en la película El diario de Anna Magdalena Bach, dirigida por Daniele Huilet y Jean-Marie Straube.

El joven Gustav decidió estudiar en la única escuela especializada en la materia que le interesaba: la Schola Cantorum, en Basilea, Suiza. Ahí aprendió sobre ornamentación y cantos gregorianos, pero también descubrió el gran vacío que había en el estudio de teclados antiguos, como el órgano, el clavicordio y el clavecín.

En Viena estudió dirección de orquesta, y en esa ciudad ocurrió un episodio crucial al conocer al director e intérprete Nikolaus Harnoncourt, con quien comenzó una empresa titánica: la grabación integral de las cantatas de Bach, que realizaron entre 1970 y 1990, labor que se suma a más de 200 discos. En 1999 recibió el premio Edison por su entrega a la música. Con la desaparición de Leonhardt se cierra un capítulo en la historia de la interpretación de la música de concierto de las décadas recientes, afirmó el diario holandés De Volkskrant.

El binomio Leonhardt-Harnoncourt es un referente en Bach y música antigua. Ambos apasionados en la materia, formaron una amalgama profesional que buscaba la perfección. Otro gran amigo, enorme conocedor de música antigua, fue el flautista holandés Frans Brüggen. Los tres sacaron a la luz música y compositores que ni se sabía que existían, señala Durón. También colaboró con el contratenor inglés Alfred Deller.

Alrededor de 1955 fundó el Ensamble Barroco Leonhardt, que después sería el Conjunto Leonhardt, mientras también se dedicaba a la enseñanza en Ámsterdam, con el que implementó un repertorio con compositores del siglo XVII, prácticamente desconocidos, una experiencia venturosa para la época.

También fue maestro, considerado inspirador de generaciones, entre sus alumnos figuran los más reconocidos intérpretes como Bob van Asperen, Christopher Hogwood, Philippe Herreweghe, Richard Egarr, Alan Curtis, Ton Koopman, Davitt Moroney, Martin Pearlman, Christophe Rousset, Andreas Staier, Skip Sempé y Mahan Esfahani.

Tiene una pléyade de discípulos regados por el mundo; uno de ellos soy yo. Aquí en México también está Lucero Enríquez, quienes impulsamos su única visita al país. En Europa los mejores clavecinistas de hoy día han sido sus alumnos, coincide Luisa Durón, quien relata sobre su experiencia personal que fue un maestro extraordinario. Lo conocí en 1960, cuando yo cursaba estudios en Holanda con él; lo conocí muy joven, ya era extraordinario, ya era un gran clavecinista; estudiaba los tratados y descubría todos los manuscritos de la música, y empezaba a editar cosas.