El músico, quien decía con orgullo ser arg-mex, tenía 85 años; tuvo problemas respiratorios
El tango es pasión; unas veces dolor y otras comicidad; hay piezas dramáticas, para mí es la vida, dijo en una entrevista a este diario el año pasado
Empezó a cultivar este arte en su niñez
Miércoles 18 de enero de 2012, p. 8
El tango es hoy una milonga triste y oscura porque el pasado lunes en la noche murió Coco Potenza, el último laudero. Termina con él una tradición argentina que se trasmitía de maestros viejos a niños y jóvenes. Soy arg-mex
, decía orgulloso. Vivía en México desde hacía 32 años.
Falleció a los 85 años de edad, víctima de complicaciones respiratorias, en un cuarto del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, donde ingresó hace 42 días. Su última actuación fue hace mes y medio en La Biela, adonde iban a verlo tocar con su digitación impecable, a media luz, conteniendo el aire para no interrumpir un tango borracho de amor, alquitrán y desvelo.
En su casa, ubicada en el Eje 5, siempre recibía a los amigos y nunca se desesperaba al explicar una y otra vez las partes de un bandoneón y señalar el corazón de éste.
A veces estaba presente su hijo Freddy, quien canta el tango con maestría y pasión.
Con Freddy, con Paco Barón, Gocha Maza, presentó en los últimos años un espectáculo en El Asado Argentino, cada jueves.
Me atrapó
El 11 de marzo del año pasado concedió una entrevista a este medio, de la cual se reproduce una parte:
La vida de Coco Potenza ha transcurrido entre los mejores bares y escenarios de varios países. Considerado el último laudero del bandoneón, instrumento que ejecuta con la maestría que ha cultivado desde los 8 años de edad.
Para Potenza, nacido en Buenos Aires, “el tango es pasión; unas veces dolor y otras comicidad, pues también hay tango cómico; hay piezas dramáticas. Para mí es la vida, pues desde que tenía dos o tres años tangueaba.
“Sí, vivo aquí en este bendito país, que me atrapó y no me dejó ir. Llegué por un contrato, luego se dio otro y así me quedé. Estaba en Venezuela cuando me llamó mi primo Osvaldo Potenza, pianista, con quien suelo trabajar, y me dijo que me viniera… eso ocurrió en 1979. Actué en el Corrientes 3-4-8, en la Posada de Martín Fierro, en el Café Colón, en el Patio de Tango y en Caminito. También hice teatro. Me quedé. Sinceramente, éste es mí país. Ya soy mexicano. Soy arg-mex.”
Durante la entrevista realizada en su casa, en la que estuvo acompañado de su hijo Freddy, Coco Potenza recordó sus inicios. Contó que cuando tenía 12 años recorría los cafés de la calle Corrientes en Buenos Aires. Aunque no podía entrar por ser menor de edad, disfrutaba de las orquestas que tocaban en esos lugares: “Desde la una de la tarde hasta las dos de la madrugada. Subía una y luego otra… ¡Era precioso! Eran muchas… un día conté 200. Me enloquecía.
Empecé a trabajar a los 14 años en un cabaret que se llamaba Royal, seguí en Cielo California, El Avión, el Majestic; trabajé en los cabaretes hasta los 20 años. Así empezó mi vida.
Potenza tocó en varias orquestas y luego estuvo en el cuarteto de Alberto Pugliese, hermano de Osvaldo. También trabajó con cantantes de Buenos Aires, como Elba Berón, Elsa Rivas, El Polaco, Gogueneche, Roberto Rufino y Floreal Ruiz.
“Me llamaban para los espectáculos y hacíamos muchas giras, pues se pagaba buena plata. En Venezuela toqué con Agustín Irusta y en Colombia con Lalo Martell, que dicho sea de paso es el padrino de bautizo de mi hijo Freddy. Entre esos ires y venires ha habido poco trago y mucho cigarro, desde los 17 años. Era muy whiskero, a veces tranquilo y a veces se me pasaban las copas. Pero cuando probé el tequila me encantó, aunque ahora sólo puedo tomar uno o dos. Lo pruebo para no olvidarme del sabor.
Coco ha acompañado con su bandoneón a cantantes como Vicky Carr, Leonardo Fabio, Eugenia León, Tania Libertad, Guadalupe Pineda, Vicente Fernández, Valeria Linch, Julio Iglesias, Martín Urieta, Alberto Cortez y Luis Miguel, quien solicitaba sus servicios para interpretar El día que me quieras. Eran cuatro conciertos por semana que se realizaron en Nueva York, Chicago, Miami y Buenos Aires, donde estuvimos un mes y 10 días. Me gusta cómo canta Luis Miguel ese tango, aunque, la verdad, está medio abolerado.”
Durante la charla, Coco también habló de su faceta de afinador de bandoneones. Contó que su tío tenía un taller y que su madre lo sentaba en una sillita cuando el tenía dos años; desde esa edad comenzó el aprendizaje. Cuando tenía cuatro años su tío le pidió que agarrara un trapo y lustrara un bandoneón. Pasó el tiempo y a los 11 años le enseñaron a afinar esa caja mágica, lo mismo que a repararla. También afina pianos, lo que puede hacer en un día, pero informó que un bandoneón requiere de 20 a 30 días de trabajo, el cual se hace con una lima y una espátula de acero. Es una labor muy delicada. En Buenos Aires, cuando alguien lleva a afinar su instrumento, el periodo es de uno a tres meses. En México, sólo Coco sabe ese trabajo. Hay cuatro instrumentos, pero dos son nuevos.
Prestigio que traspasa fronteras
Freddy comentó que incluso le traen a componer los bandoneones de Estados Unidos. Las lengüetas del bandoneón están hechas de acero alemán que se dejaron de trabajar en 1940 porque Hitler tomó todo el acero para producir armamento. Estos instrumentos de lauderos están confeccionados a mano, tienen cubierta de concha nácar y diversas incrustaciones.
A Coco se le preguntó qué va a pasar cuando él ya no esté, pues Freddy canta, pero no afina bandoneones. Coco es, será el último laudero de tango.
En El Asado Argentino Osvaldo Caldú recreó el ambiente de los lugares de Buenos Aires. Toda la parte de abajo representa lo que son los cabaretes, sitios finos de espectáculos, donde hay show de tango. Se vive una atmósfera al estilo de los años 40. En ese sitio Coco Potenza se presentó todos los jueves acompañado de su hijo Freddy, quien canta y de Paco Barón, al piano. Se pone muy lindo
, comentaba Coco, a quien velaron en una funeraria ubicada en Miguel Ángel de Quevedo 483.