robablemente el viaje de Benedicto XVI a México sea el primero y único. Próximo a cumplir 85 años, justo la edad en que Juan Pablo II falleció, el Papa llega debilitado físicamente, cargando en sus espaldas el peso de una doble crisis: la secular que niega a Dios, culturalmente, como protagonista societal, y la crisis propia de la Iglesia católica, tan sacudida no sólo por escándalos, sino por divisiones internas.
Sin duda el viaje a México y Cuba en marzo próximo será un acontecimiento que guarda mucha expectativa, pues habrá de calibrarse el verdadero interés del pontífice por América Latina, hasta ahora parcialmente abandonada de las grandes prioridades de un Ratzinger empecinado en revangelizar la actual Europa, que bosteza ante la Iglesia. El Papa carga desde hace más veinticinco años un profundo desencuentro no sólo con los cristianos latinoamericanos, sino con una represión doctrinal e institucional hacia un gran sector progresista de la Iglesia en nuestro continente. El cardenal Ratzinger, antes de su elección papal, al frente como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se caracterizó por su hostilidad a la teología de la liberación. De entrada, no es un Papa que goce de todas las simpatías en un continente católico cuyo ministerio ha sido profundamente marcado por su inflexibilidad. En Brasil, en 2007, mostró apertura para la reconciliación, pero puso en evidencia su perspectiva eurocéntrica al afirmar el 13 de mayo que la evangelización en América no supuso en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña
. Ante la indignación y protestas de grupos, pueblos indígenas e incluso mandatarios, el Papa en Roma días después se corrige y habla de las luces y sombras
de la primera evangelización en nuestro continente.
El otro gran evento de Benedicto XVI en este 2012 será la celebración de los 50 años de la primera sesión solemne con la que se inaugura el Concilio Vaticano II, el 22 de octubre de 1962. En dicha celebración se podrá examinar la verdadera gravitación de las aperturas conciliares que el pontífice ha venido matizando e imponiendo una lectura conservadora.
Vamos por partes. Primero, existen signos preocupantes por la frágil salud del Papa; en los pasillos romanos se ventilan diferentes versiones sobre un decaimiento físico. Desde fines de 2011 hay signos visibles de un pontífice agotado y mermado en su salud. Como cuando regresó de su viaje de Estados Unidos en 2008, hasta Le Figaro, el conservador periódico francés, especuló con una inminente dimisión. Si bien no existen reportes médicos y a lo largo de su casi ocho años de reinado Ratzinger no ha ingresado en ningún hospital, su estado se guarda como secreto de Estado; los vaticanistas italianos han venido especulando sobre el progresivo deterioro de un anciano que lleva a cuestas el peso de una Iglesia sacudida y un pontificado que ha transitado de crisis en crisis, mermando su autoridad moral a nivel internacional. El papa Ratzinger, entronizado a los 78 años, es el de más edad, tras Clemente XII, en 1730, que fue elegido a los 80 años. Sus palabras, recogidas por el periodista alemán Peter Seewald en el libro Luz del mundo, resuenan con fuerza al admitir como un derecho el poder dimitir en caso de que su salud o sus fuerzas se deterioren notablemente. Sobre esta cuestión, una nueva diferencia con el mesiánico Juan Pablo II, quien mostró al mundo su catolicismo heroico y resistencia imperturbable frente a la vejez y enfermedades.
En ese sentido, no podemos esperar en México una visita arrolladora de Ratzinger, al estilo de las maratónicas giras de Juan Pablo II. La agenda de Benedicto XVI comprende pocas actividades y largos espacios donde el anciano pontífice se recupere y tome fuerza para cubrir los compromisos pactados. Igualmente, no debemos imaginar un papa mediáticamente populista, que llegue a improvisar y ganarse el aclamo de las multitudes con gestos y expresiones arrebatadores. Todos conocemos el estilo tímido y suave de un papa que se aleja del esterotipo de la espectacularidad. El talante de Benedicto XVI es de ser un papa teólogo sobrio, con planteamientos profundos que requieren ser meditados. En Benedicto XVI hay un concepto clave: dictadura del relativismo
, expresado días antes del cónclave que lo entroniza; dicho concepto se ha convertido en el eje de su pontificado. Su terquedad a contracorriente, para que Occidente recupere sus raíces éticas como la salvación a la crisis actual, que en labios del Papa no sólo es económica, sino principalmente ética. Otra misión a contramano es reconciliar la fe con la razón.
La Iglesia hará un gran festejo, como decíamos, del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Será un momento de grandes definiciones, pues los sectores progresistas han reprochado al Papa su alejamiento y lectura conservadora del concilio. Por su parte, cuando Benedicto XVI invita a hacer referencia al Concilio Vaticano II insiste una vez más en lo que él llama la hermenéutica correcta
. Es decir, en una interpretación correcta
y global de los textos desde la tradición de una cultura religiosa que data de hace más de 2 mil años. El pontífice alemán rechaza ver el concilio como un momento de ruptura o un partir de cero, como reingeniería
en la vida del catolicismo contemporáneo. Cuestiona fuertemente lo que plantean los católicos progresistas, que enfatizan el espíritu del Concilio, es decir, la apertura al mundo y el cuestionamiento de la religión tradicionalista católica. En el libro reciente Joseph Ratzinger, crisi di un papato, el reconocido vaticanista Marco Politi, del diario La Repubblica, a pesar de su admiración intelectual, le reprocha con dureza las directrices ultraconservadoras, su disminución de encuentros con líderes internacionales religiosos y laicos que podrían haberlo ayudado a tomar el pulso
de los acontecimientos actuales, su empeño en evitar buscar el asesoramiento de los oficiales de la curia, entrenados en el arte milenario de la diplomacia vaticana, que podrían haber evitado que el papa Ratzinger tomara decisiones problemáticas.
En memoria de Alexis Rovzar, un amigo querido.