quienes por vocación y necesidad nos toca discutir los problemas semana a semana, nos encontramos casi infaliblemente con dos extremos que se tocan y complementan: las cuestiones diarias que parecen surgidas de un inexplicable azar, y que llenan de preocupación al observador de las cuestiones inmediatas, y aquellas que no sólo marcan el inmediato acontecer, sino que dan sentido al parecer a épocas enteras, cuyo significado no se restringe al corto plazo, sino que son para los tiempos más amplios y guardan un significado histórico más amplio.
Reflexionando un poco tendríamos sin demasiada dificultad una catarata de ejemplos. En nuestros días, y con ejemplar virulencia, encontraríamos las contradicciones del sistema en su conjunto, especialmente del económico, que ha llevado prácticamente a toda la sociedad, digamos, a una salvaje crisis de conducta
y de valores
, ya que la desorientación en muchos planos de la vida no ayuda a centrar la brújula de la conducta (corrupción, criminalidad, estafas en su sentido más amplio). La destrucción de los vínculos sociales es inconmensurable. Por lo demás, no hay duda de que la elasticidad de las referencias éticas de la conducta, disueltas o con magnitudes muy distintas a un pasado que podemos todavía recordar como presente, son también invariable consecuencia de esos cambios profundos en la sociedad.
Lo anterior viene a cuenta por un libro significativo que acaba de aparecer en la editorial Siglo XXI, La crisis financiera mundial, perspectivas de México y América Latina, debido a la pluma del economista Carlos Obregón, especialista en cuestiones financieras, que nos presenta en síntesis muy apretada y sabia las causas y evolución de esa pesadilla de nuestro tiempo que es la crisis financiara que comienza en Estados Unidos, continúa amenazante en Europa y tiene ya consecuencias muy graves en otras regiones del mundo.
Carlos Obregón nos dice que la contracción del crédito en 2008 fue consecuencia principal de tres errores de política económica en Estados Unidos: a) el de Alan Greenspan, durante casi 20 años presidente de la Reserva Federal en ese país, al permitir que las tasas de interés subieran de golpe, b) el combinado de Greenspan-Bernanke de subirlas abruptamente sin tener un programa listo de rescate de los créditos hipotecarios, c) el que cometieron las autoridades financieras tanto de Estados Unidos como de Europa al permitir que estallara la crisis de crédito que condicionó rescates excesivamente costosos e insuficientes. Las tres decisiones se explican por la creencia de los jefes económicos y financieros de Estados Unidos en que los mercados de dinero sobrecalentados podrían conducirse por una autoregulación que los llevaría a buen puerto. Cuando se inició la crisis bancaria se argumentó que los bancos en problemas tenían que pagar por sus errores para evitar el moral hazard.
El tercer error resultó el más costoso de los tres, nos dice Obregón. La propagación de la crisis duró dos años antes de estallar y las autoridades tuvieron diversas oportunidades de detenerla, pero no lo hicieron. Finalmente las autoridades tomaron medidas adecuadas (2008) que impidieron que la gran contracción se convirtiera en una segunda gran depresión. Esto último debe reconocerse como un éxito de Bernanke, aunque ha sido insuficiente y a destiempo.
Carlos Obregón nos dice además que teóricamente la crisis era evitable. La crisis no se hubiera dado sin el primer error: si Greenspan no hubiera mantenido tanto tiempo la tasa de reserva tan baja. Pero la crisis no se hubiera dado sin el segundo error: si al subir las tasas de interés se hubiera construido un programa de rescate de préstamos en problemas. Tercero: si cuando se conoció la crisis bancaria se hubiesen sacado sus activos tóxicos y se hubieran limpiado, haciendo que los bancos perdieran un porcentaje a largo plazo, pérdidas en dichos papeles que nunca se hubieran recuperado. Pero el monto total de la pérdida a cuenta del contribuyente no hubiera sido muy alto, nada comparable a lo que ya se ha perdido a consecuencia de no actuar.
Puede decirse, en conclusión, que la crisis no la produjo el estallido de la burbuja de precios en los bienes raíces, sino el estallido de la burbuja de precios del subprime relacionados con bienes raíces. Pero independientemente de la causa de la crisis, una vez que es sistemática se hace indispensable intervenir e impedir su propagación. Pero este error principal ya no es de Greenspan o de Bernanke, sino principalmente del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Vemos, en general, que un medio económico extraordinariamente enfocado al desarrollo con bases financieras estimula patológicamente
el crecimiento desordenado y asentado en la corrupción. México, por otros caminos, llega también a un esquema de crecimiento moderado
sin renunciar a los elementos de descontrol y corrupción que se han presentado en muchos países y regiones. Tal ha sido una de las causas del freno mexicano a un crecimiento más rápido y equilibrado. La concentración del capital, y su distribución en tan pocas manos, dándose un fenómeno excepcional de mala distribución del capital y, en muchos casos, de manejo casi fraudulento del mismo, han marcado sin duda frenos espectaculares al desarollo mexicano.
Tal cosa nos remite a los distintos modelos
de desarrollo y a la comparación que hace Carlos Obregón entre el caso mexicano, por ejemplo, y el caso de Corea del Sur, asignando a nuestro país, con razón, impedimentos que han sido altamente negativos para nuestro desarrollo.
¿No podremos llegar siquiera al nivel de libertades contenidas que han hecho el éxito de un país como Corea? ¿Nos hace falta siquiera esa disciplina y contención moral?