a Campaña Nacional de Alfabetización no fue concebida para conseguir sólo una ilustración elemental de los iletrados. Su diseño partía del principio de que era sólo el inicio del programa nacional de educación de adultos. En 1962 se organizaron las aulas de seguimiento y la Central de Trabajadores de Cuba y demás organizaciones de masa lanzaron la consigna de llegar al sexto grado a todos aquellos que no lo habían alcanzado, tarea a la que se aplicaron a fondo.
La batalla por el sexto grado, sumada a la creación e impulso a las Secundarias y Facultades Obrero-Campesinas, propiciaron que decenas de miles de alfabetizados o subescolarizados accedieran al noveno grado, el bachillerato y a la educación superior. Unidos a la escolarización universal de todos los niños y niñas del país y la prosecución de los estudios secundarios, tecnológicos y de nivel superior por cientos de miles de jóvenes becados –muchos de ellos alfabetizadores–, crearon un sólido cimiento educativo y cultural. A la vez, surgió un sistema nacional abarcador de prácticamente todas las manifestaciones artísticas, que ha experimentado un pujante desarrollo.
Todo ello le permitió a Cuba años después lograr una tasa de escolarización óptima en los distintos niveles de su sistema educacional y que la Unesco, incluso después de las circunstancias tan difíciles a que la arrojó la desaparición de la URSS –etapa de crisis llamada oficialmente Período Especial–, reconociera sus relevantes resultados en la educación. Lo primero que hay que salvar es la cultura, dijo entonces Fidel Castro.
Los logros educacionales y culturales de Cuba, unidos a los obtenidos en salud y seguridad social, hacen que en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU supere a la media latinoamericana. Esa misma posición delantera se observa en el rendimiento de los alumnos cubanos de primaria en las pruebas aplicadas por la Unesco en la región en varias ocasiones. La isla cuenta con 700 mil profesionales universitarios, 100 mil de ellos profesores en ese nivel, así como 220 instituciones de investigación científica. La matrícula total en todas las enseñanzas en 2005 ascendía a 2 millones 718 mil 874, en un país de poco más de 11 millones de habitantes.
Cuba alcanzó hace tiempo las metas del milenio de la ONU en educación, a las que supuestamente se debe llegar en 2015, y es evidente que varios países de América Latina y el Caribe, África y Asia no podrán alcanzar entonces. Sin embargo, naciones como Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Nicaragua realizan esfuerzos notables para lograrlas. Habrá que observar en qué situación quedarán en esa fecha países desarrollados como Estados Unidos –que ya exhibe una tasa de analfabetismo funcional de uno por cada 25 habitantes– y varios europeos, donde en los últimos años se ha dejado en el abandono a la educación pública.
No obstante sus avances, el sistema de educación cubano fue afectado por los graves problemas económico sociales del Periodo Especial y no ha estado exento desde antes de altas y bajas, errores y retrocesos. Lo que sí no ha variado nunca ha sido la voluntad política del liderazgo revolucionario de mantener una alta prioridad en la atención a esta esfera y hacer que continúe progresando. Cuba asignó hace años a la educación un presupuesto anual superior al considerado deseable por la Unesco de 7 por ciento del PIB –que no alcanzan la inmensa mayoría de los países–, pero ya en 2008 casi lo duplicaba con 13.8 por ciento. Asimismo, introduce en los últimos años medidas para elevar la calidad de la enseñanza y hacer más racional y efectivo el uso de los cuantiosos recursos que se le destinan.
La gran revolución educacional y cultural de Cuba, y la conciencia política, valores y conocimientos creados por ella, permitieron resistir los duros años del Periodo Especial, agravado por un gran incremento de la hostilidad de Estados Unidos. Gracias a aquella, la isla ha podido, no obstante sus carencias, brindar solidaridad en salud y educación a muchos países hermanos, traducida en la alfabetización de millones de personas y una mejoría ostensible de las condiciones sanitarias en naciones como Haití, por sólo poner ese ejemplo paradigmático. Fue decisiva para acometer la recuperación económica, en la que el papel de los recursos humanos calificados ha sido crucial, y lo será en la aplicación de los cambios para actualizar el socialismo cubano.