Expresiones del país oriental, en la Casa Museo León Trotsky
Para los japoneses, el arte permite entender la vida a través de la belleza
Domingo 22 de enero de 2012, p. 3
La contemplación del movimiento y la actuación del color, la forma y los aromas, y de las palabras y sus imágenes, se dio la noche del jueves en la Casa Museo León Trotsky durante la recreación de tres senderos del arte japonés por parte de la bailarina y actriz Irene Akiko Iida, la sensei Berenice Montes Ángeles y del poeta Arturo González Cosío.
La ejecución de danzas nichibu, la exposición de tradicionales arreglos florales ikebana y la lectura de poemas haikús, se intercalaron en una velada a la que también asistió parte de la comunidad japonesa en México.
Una grulla, un abuelito, una abuela, una mujer, un hombre, una escoba, un pino, la toma del sake, emergían del abanico y el cuerpo en movimiento de Irene Akiko, quien primero bailó como hombre
, desde la tradición nichibu, la pieza Chiyono kotobuki, que suele interpretarse en ocasiones especiales como bodas y aniversarios.
Luego, en la pieza Miyako dori, ya como mujer
, Irene sería una geisha en busca de su pareja eterna, como ciertos pájaros que cuando encuentran a su compañero será para toda la vida. Una danza-dramatización en la que el personaje se empeña en lograr su ensueño en medio de la adversidad. Y ella y su abanico serán un pájaro, flores de cerezo que caen, lluvia, sombrilla, una geisha durmiente.
Durante el singular espectáculo de tres caminos del arte japonés, conducido por Arturo Guzmán Romano, éste leyó un texto de Verónica Volkow sobre el libro más reciente de González Cosío, 88 haikús y los elementos (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla): Sólo quizás el Oriente lo remite (a González Cosío) a los horizontes infinitos que dan al hombre respiración espiritual: sólo el Oriente generosamente lo refiere a la inagotable herencia humana, más allá de las pequeñeces de vida pública y privada.
Y la brevedad luminosa de varios haikús fueron escuchados en voz de la actriz y narradora Julia Rodríguez, como éste: Su mirada baja/ como dulce fruto/ entre las ramas
.
En el escenario había un arreglo ikebana de Berenice Montes, pero en un salón anexo se exhibían varios más, algunos de otras creadoras. Luego de hablar sobre el origen del ikebana como parte de las ofrendas del budismo zen, hasta que con el tiempo llegaron a un alto rango estético
, Montes explicó: Los japoneses consideran todas las artes como sistemas que nos permiten otras perspectivas para comprender la vida a través de la belleza y los sentimientos más allá del horizonte de la racionalidad y la supervivencia
. Más adelante aclaró: “El ikebana no es un pasatiempo, ni un juego de sociedad; se requiere de una actitud de recogimiento, de entrega a esta tarea de alto rango estético, sin pretensiones, con humildad y sencillez. Para crear, es necesario llevar nada en el corazón”.