o me refiero con este título alarmista a México en singular, aunque, dicho sea con el corazón en la mano, tampoco hay razones para estar optimistas todavía. Estoy pensando en la Unión Europea, en el mundo del Islam y en Estados Unidos. En ese orden.
La directora del FMI, Christine Lagarde, quien no se prodiga mucho en declaraciones, cuando habla todo el mundo la escucha por la sabiduría y el acierto de sus palabras; en esta ocasión dijo a CNN que la eurocrisis es un problema de todos, y que ningún país estará a salvo si no se toma una acción pronto.
En el cuarto foro económico de Davos afirmó, en entrevista con Richard Quest, que la crisis ya impacta a las economías de países muy lejanos de Europa: creo que si ha habido mejoras en la situación es porque Italia lo está haciendo más y mejor, y porque España también lo está haciendo más y mejor, pero no debe haber complacencia. Debe haber una urgencia de continuar haciendo lo que debe hacerse. De otra manera, el futuro se ve muy incierto y muy peligroso
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Así ve la directora del FMI la situación económica actual en el mundo, de modo que nosotros no podemos hacer menos que tomar en cuenta las expresiones preocupantes de la directora Lagarde y tomar las previsiones que nos permitan estar en guardia de lo que pudiera sobrevenir de Europa a América Latina, pues, como ella ha afirmado, ningún país en el mundo puede estar verdaderamente a salvo si la crisis de la Unión Europea continúa como hasta ahora.
La llamada primavera árabe ha pasado a convertirse en el otoño del Islam, según el interesante y bien documentado artículo de la revista El País Semanal. En un análisis muy amplio del experto arabista Juan Goytisolo, quien ha seguido el desarrollo de los acontecimientos en el conjunto de todos los países que integran el complejo mundo del Islam, que el autor compara con una tela elaborada con parches de diferentes colores y texturas.
Inicia su análisis en el momento que es invitado a la celebración del primer aniversario de la revolución de Argel, que condujo Ben Bella para obtener la independencia después de una lucha verdaderamente sangrienta, puerta por puerta, sobre todo en la ciudad blanca, ocupada entonces por la legión extranjera de Francia.
Recordemos que la primavera árabe empezó en 2011, muy recientemente, pues, en Sidi Bouzid, lugar donde se prendió fuego, sacrificándose de esta brutal manera, Mohamed Bouazizi, y desde donde se continuó la lucha en todo el mundo del Islam, que así fue deshaciéndose de gobernantes que si bien algunos en el principio de sus gobiernos inspiraban confianza en que sus movimientos independentistas serían un camino de libertad democrática e incluso socialista, no fue así.
Precisamente fue en Argelia donde hubo figuras como Ben Yedda, honesto dirigente que con Budiaf fue desposeído del poder por el coronel Boumedien, quien mediante un golpe de Estado, en 1965, se convirtió con apoyo del ejército, originalmente libertador, en un dictador que llevó a Argelia por una ruta bien distinta a la que se perfilaba entonces esperanzadoramente en el conjunto de países llamados no alineados, que en las décadas de los 60, y también de los 70, daba la impresión de que se convertía en un grupo democrático de amplio horizonte.
Fue entonces cuando el surgimiento del islamismo radical se dio con éxito en sustitución de la frustración democrática, alejado de los intereses de los pueblos árabes que luchaban por liberarse del colonialismo en el poder. Dice Goytisolo que “las mezquitas se convirtieron en el único espacio de abierta oposición al régimen y el retorno a las fuentes más puras del Islam, en el refugio de millones de marginados, en su rechazo al hogra (desprecio), corrupción y arrogancia del llamado despectivamente el partido francés”.
Después de Argelia, siguieron un camino semejante Yemen y Libia, que a semejanza de Irak, con Saddam Hussein, se caracterizaron por la completa ausencia de una constitución que legitimara las acciones gubernamentales y se abriera así el camino de los factores de poder inspirados en los de carácter étnico y confesional. Así fue como se iniciaron las cuatro décadas del gobierno de Kadafi, quien se proclamó rey de reyes y desplegó sus cualidades histriónicas hasta el triste final de todos conocido, que tuvo en un agujero maloliente en las afueras de la ciudad de Sirte, donde fue asesinado brutalmente y de la manera más denigrante. Tiempo después de haber sido recibido con honores en Roma, París, Londres y Madrid por quienes habrían de llevar a cabo la invasión a Irak, encabezada por George W. Bush, en hechos que son del conocimiento de la opinión pública mundial.
Está ahora en la mira Irán y su presidente Mahmud Ajmadineyad, quien está al borde de una guerra que involucrará a Israel y Afganistán, y que dará inicio en los momentos más críticos, cuando la Unión Europea en su conjunto atraviesa por una crisis sin precedente en la historia, la que, como ha dicho la directora del FMI, no es ajena a ningún país en el mundo. Y este juicio certero tampoco nos deja fuera a los mexicanos.
No hay momentos adecuados para desatar una conflagración mundial, la cual sin duda tendría que ser realizada con armamentos nucleares. Se trataría de ver qué potencia asestaría el first strike (primer golpe), y sea el que fuere, no dejaría a salvo a ningún país ubicado en este planeta. El poderío nuclear en manos de las potencias mayores, que en términos generales son las mismas que integran el consejo de seguridad
de las Naciones Unidas, salvo Irán y Afganistán, es suficiente para hacer volar en pedazos varias veces nuestro planeta. Quién sabe si la crisis de la Unión Europea salve a la Tierra del final de la historia más absurdo y más trágico, que el mismo Nostradamus no llegó a imaginar.