La estructura cultural se debe modificar; no opera bien
Que los museos tengan existencia fiscal, propone
El actual curador de la bienal Manifesta 9, que se realiza en Bélgica, afirma que se ha llegado a un punto en que son necesarios cambios útiles en el sector institucional cultural, por ejemplo que los museos públicos tengan gobierno autónomo
Lunes 6 de febrero de 2012, p. 9
Cada cambio de gobierno en el país es un estorbo para la estructura cultural, la cual, en este momento, no está operando bien; hay que modificar el sistema
, propone Cuauhtémoc Medina, crítico de arte.
En entrevista con La Jornada explica que se ha llegado a un punto en que la tutela ministerial de organismos como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) ya no es útil para algunos sectores de la cultura, por ejemplo los museos.
“No se trata de acabar con ese ministerio, es necesario, pero lo que ya es innecesario es que siga controlando aquello que funciona bien per se. El sector institucional cultural podría tener cambios útiles, por ejemplo, que los museos públicos –del Estado– tengan un gobierno propio, una estructura de autonomía profesional del tipo que tiene la universidad pública”, añade.
Medina, quien desde el año pasado funge como curador en jefe de la bienal de arte Manifesta 9, que se celebrará del 2 de junio al 30 de septiembre en la provincia de Limburgo, en Bélgica, considera una enorme debilidad en el país que “el debate sobre la política cultural se someta a la creencia de que habrá una idea iluminadora en lugar de reformas puntuales.
No se requiere que alguien que está haciendo algo sustancial se convierta en burócrata, tampoco se necesitan decisiones que opten entre partidos. Pero las sucesiones del cambio de régimen o de partidos políticos deben amortiguarse, pues no podemos dejar al garete el sector cultural, es demasiado importante para dejarlo en manos de la necesidad inmediatista del elector de decidir entre tres candidatos absurdos. Hace falta construir al Estado al margen de como opera el gobierno.
Medina afirma que sería muy útil que se fortaleciera el proceso de adquisiciones de obra de arte (para los museos de la ciudad de México), que empezó felizmente en años recientes debido a la presión pública de las exhibiciones y el discurso, lo cual logró vencer el tabú de coleccionar y adquirir
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El que fue primer curador latinoamericano de la Tate Gallery de Londres (2002-2008) plantea que hay que dar el paso siguiente: Tiene que haber una cantidad fija presupuestal que permita a los museos adquirir regularmente, en lugar de que sean decisiones arbitrarias de un día para otro. Pero lo que ocurrió ¡ya es un progreso! La situación era tan mala que la peor manera de decidir las adquisiciones es magnífica con relación a lo que se vivió en los anteriores 20 años
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Detalla que existen problemas que se derivan de que los museos no tienen existencia jurídica, no tienen registro federal de contribuyentes, y hace falta que los museos tengan existencia fiscal para que puedan recibir recursos y ejercerlos, y que el presupuesto gubernamental, que adecuadamente debe existir, se los entregue directamente a esas entidades cuando sea útil, en lugar de recibirlo un organismo cúpula, como el INBA
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Además, continúa el investigador, tampoco es bueno que “los directores sean removidos por las autoridades sin que haya filtros de decisión, o que los directivos no tengan contratos con temporalidades que les permitan dirigir sus carreras; hay incluso una relación problemática con la prensa, porque hay colegas que en lugar de tratar de pensar el sistema cultural y ayudar a quienes son parte de él a comunicarse con el público y con la estructura política, se dedican a ejercer desde la prensa como si fueran asesores de un gobierno imaginario, como si tuvieran una idea de cómo deberían de operar. No pienso que eso sea correcto; a este sistema le hace falta una prensa que reporte los debates en lugar de buscar –y fabricar– escándalos todo el tiempo.
“Hace falta que las estructuras de los museos que se han desarrollado y madurado extraordinariamente tengan grados de autonomía relativas, como la Universidad Nacional Autónoma de México, sin dejar de ser parte del Estado, que las decisiones de quien los dirige sean colegiadas, que éstas no sean sexenales, para que el cambio de gobierno no detenga toda la estructural cultural, pues actualmente se tiene a las personas en esos recintos de diciembre a marzo, sin la posibilidad de firmar un solo contrato.
“No es apropiado para los museos que cada seis años, simultáneamente, los puestos directivos estén en cuestión. No es bueno, porque no se establece una seguridad laboral, no les permite planear, abre un periodo de incertidumbre y no se genera una distinción entre poder profesional y poder político, porque los directivos siempre deben obedecer a quienes los pusieron. Además, conseguir directores de museos no es juego de niños: no es que uno tenga guardados 15 en un cajón, y cuando quiera los pueda poner. Eso no funciona así. Se ganaría mucho con la mera fórmula de escalonar los nombramientos.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes no necesita constituirse en un ministerio para decidir, por ejemplo, que el director del museo Carrillo Gil debe ser electo en el segundo año de un sexenio y que sólo en el segundo año del siguiente se decidirá si se renueva o se va. Desexenar esos puestos transformaría la estructura, porque así un directivo podría planear sin estar pensando quién va a ganar la elección
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Respecto de la adquisición de colecciones y obras de arte, Cuauhtémoc Medina habla acerca de los beneficios que supondría convertirlas “en corporaciones públicas, en fundaciones, etcétera, pero con límites claros en cuanto a los usos de ellas por parte de los dueños.
En otros países, tener colecciones en manos privadas causa impuestos; un ordenamiento de ese tipo opera en Estados Unidos, uno de los lugares más brutalmente capitalistas de mundo, pero no en México. Por tanto, no existe la distinción entre qué está construido como entidad pública, aunque venga de capital privado, y la coleccion personal de alguien, y eso no incentiva que a la larga esas colecciones se conviertan en una institución pública con responsabilidades públicas definitivas, independientemente de si son propiedad del INBA o de una televisora.
En este punto, detalla, hay que dejar de pensar que el conflicto o el debate está en la diferencia entre la institución pública o privada dependiendo de dónde vienen los fondos. No. Las instituciones de arte generalmente son públicas, aunque no pertenezcan al gobierno, independientemente de dónde vienen sus fondos.
Respecto de la educación artística, Medina opina que tanto la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM como La Esmeralda, perteneciente al INBA, “no están haciendo uso de la estructura del arte contemporáneo que ya se instaló, sino que se resisten, la combaten. Eso no estaría tan mal si hubiera un contrapeso. Es decir, la mayor parte de escuelas de arte en el mundo tienen profesores que enseñan, pero también se realizan visitas de estudios y críticas que ejercen artistas invitados, galeristas, críticos, curadores.
“El proceso educativo de los artistas no ocurre en el aula y el taller, sino que hay una relación de aula con una incorporación de opinión externa, lo cual hace posible que quienes están estudiando conozcan a personas con las que eventualmente podrán hacer algo. Aquí no ocurre eso, pero un cambio pequeñito lo permitiría.
“Las administraciones de cultura no han hecho ningún intento por operar con relación a las demandas, repetidas y constantes, de la estructura cultural, para que se limite la estructura ministerial heredada. En cambio, lo que hacen hoy, es querer fortalecerla irreflexivamente, por automatismo. Esto implica que, cuando viene la elección presidencial, el capítulo de cultura esté lleno de abstracciones y dilemas falsos. Sólo se discuten cuestiones de dineros, afirmaciones demagógicas de identidad y formulaciones de objetivos básicos.
Hay que detenernos un poco, bajarnos de la dinámica de la búsqueda de culpables de crímenes, para encontrar cambios posibles de orden estructural; algunos ni siquiera serían tan dramáticos
, concluyó el crítico de arte.