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Antoni Tàpies: sus inicios
I

mposible pasar por alto el fallecimiento de uno de los grandes de la pintura del siglo XX, venerado por artistas de todas las tribus, sean figurativos que abstractos, exmatéricos, matéricos o espacialistas (como lo fue Guillermo Zapfe).

En sus incios, la trayectoria de Tàpies parece relacionada con la postura y los escritos del crítico francés Michel Tapié (no hay parentesco entre ambos) quien en 1952 publicó un libro titulado Art Autre.

Según pienso, la denominación tiene implicaciones con otras disciplinas, señaladamente con ese otro que es, según Lacan, el lugar donde se constituye el yo, que restaura su nexo con el inconsciente, ilustrando una situación que podría formularse como a través de. El deseo (las pulsiones) se abre paso a sus manifestaciones y en el caso del arte, eso ocurriría, según palabras de Tàpies, abriéndose a una aventura en la que la realidad se descubre, no mediante la mímesis, sino mediante la expresión de nuevos procedimientos, como lo fueron para él en ese tiempo, e incluso después, la incorporación de materiales como pedazos de cuerda y adherencias de toda índole. La vinculación con las venas no ortodoxas del surrealismo, que a su vez abrevó en DADA, es de tenerse en cuenta, como igual los posibles nexos con esa otredad que propuso el Art Brut, término que usó Dubuffet para designar productos, como los de los niños y los de algunos pintores aficionados, que emergen espontáneamente.

La diferencia básica está en que Dubuffet tomó muy en cuenta el quehacer de los sicóticos en tanto que la otredad de Circle et Carre, el grupo fundado por Michel Seuphor y Joaquín Torres García en París (1929), procuró desarrollos y procedimientos a partir del arte abstracto, con cierto tinte incluso místico y con gestalten por lo general sobrias, procuradas en ciertos casos en el minimalismo.

A tales ideas que conciernen al arte no representativo se adhirió Antoni Tàpies cuando dejó sus estudios de leyes en la Universidad de Barcelona y empezó a producir pinturas muy empastadas, que anexamos a la llamada pintura matérica, misma que no abandonó a lo largo de su trayectoria, pero sí la recicló y la transformó.

La expresividad de los materiales en sí se le convirtió en una especie de eje. Expresó por escrito que su nuevo concepto de realidad implicaba forzar a hablar a estos materiales inertes, pero no sólo eso, la gestualidad espontánea tuvo igualmente cabida: raspados, borrados, superposiciones, craqueladuras, automatismos, etcétera.

Se adhirió al grupo Dau al Set, la asociación barcelonesa que existió entre 1948 y 1953 con la intención de ofrecer un rompimiento con la consabida cultura franquista. Uno de sus principales fundadores fue el poeta Joan Brossa, quien le brindó homenajes, así como aquí en México lo ha hecho Vicente Rojo, recientemente en su exposición de 2009 en el Centro Cultural Indianilla.

Prestó profunda atención a las corrientes que le fueron contemporáneas. Desde mi punto de vista con quien ofrece más nexos en su trayectoria temprana es con el italiano Alberto Burri, quien en algún grado viene a ser un antecesor suyo, no sólo en cuanto a su uso de materiales poco habituales, sino sobre todo debido a su experiencia como prisionero de guerra, testigo de experiencias trágicas en su desempeño como médico hospitalario que fue durante la Segunda Guerra Mundial. Fue encarcelado (cumplió su condena en Texas).

Tápies, nacido en 1923, atestiguó la Guerra Civil Española y su idea de curación (no tan ajena a la de Beuys) se manifestó en algunas de las formas sígnicas que reiteró.

Su seriedad (no fue bohemio), su capacidad de compromiso y la práctica continua y disciplinada de los recursos que le fueron propios le valieron éxitos tempranos, incluyendo el Premio de Pintura en la versión 1958 de la Bienal de Venecia.

Alertó respecto de la consabida idea de que todos los seres humanos somos artistas, al enunciar que los artistas no son una clase especial de humanos, revirtiéndola: más bien cada hombre o mujer puede realizarse creativamente en la vida cotidiana. Asentó que no habrían de desaparecer las obras de arte específicas. Combatió por escrito la llamada muerte de la pintura. ¿Otra mutilación?, espetó.

Varios artistas mexicanos que eran jóvenes en la década de los 80 prestaron atención a Tàpies, entre quienes puedo recordar en aquella etapa están Francisco Castro Leñero, Irma Palacios, señaladamente Susana Sierra y en algún aspecto Eloy Tarcisio. Algo más tarde infuyó en su coterráneo Jordi Boldó y en Alejandro Nava Álvarez.

En los tiempos a los que me refiero la pintura matérica era alentada desde La Esmeralda mediante talleres y cursos.

Antoni Tàpies legó una importante fundación que se aloja en el hermoso edificio de Barcelona, sede museística relevante y a la vez centro documental y de estudio.

El museo Tamayo cuenta con originales suyos. Además, su abundante producción gráfica es de gran relevancia.