PRI sin rumbo
La caída de Peña
Un candidato incómodo
ay entre los priístas, sobre todo en los de la generación inmediata anterior a Enrique Peña Nieto, algo difícil de describir. Manifiestan cada vez que pueden, ya sea en las pláticas largas o en los comentarios de café, algo que los incomoda, que les duele.
No es precisamente el desencanto o la frustración, tampoco se podría calificar de temor, porque parece no importarles. Es la mezcla rara de todo eso, la percepción que como políticos de muchas horas huelen y saben que significa el futuro.
No confían en Enrique Peña Nieto, no lo sienten como propio –tal vez porque la fuerza del mexiquense no proviene de ese partido– y no se atreven a gritar que ganarán en 2012 porque no tienen la seguridad de que el candidato pueda seguir siendo la figura que arrastre multitudes.
Es cosa de llegar a cualquier reunión donde se den cita más de tres tricolores y dejar que corra la plática para saber de qué lado masca la iguana. ¡Claro que hablan de regresar a Los Pinos! ¡Claro que anhelan el poder! Pero conforme se desgrana el argumento se abren la fisuras por donde se miran las dudas.
La pregunta obligada es: ¿Se trata de Josefina Vázquez Mota? ¿Eso los hace dudar? No, no, repiten cada quien por su lado, como si todos estuvieran de acuerdo para poner énfasis en la negativa. La panista, aseguran, sólo podría llegar con un gasto inmenso, con compromisos por todos lados, y siempre que a Peña lo desechen las televisoras.
Eso es un tanto de lo que los priístas tienen en mente. Para ellos, su candidato no tiene compromisos con el PRI porque no está interesado en él. Más bien su horizonte se dibujó desde las mismas televisoras –que ahora han empezado a ignorarlo– y con las que amarró compromisos que no tiene con la gente de su propio partido.
Todo eso lo acompañan con el disgusto por la candidatura de Beatriz Paredes a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Para ellos la ciudad de México está perdida. El efecto Peña, que alguna vez se consideró importante para dar un jalón a la ex gobernadora de Tlaxcala, hoy es severamente cuestionado.
Dicen los priístas que la pérdida de puntos, que según ellos ha sufrido Peña y no han querido dar los encuestadores, es doble en el caso de Beatriz Paredes, que ha ido cayendo en sus propias mediciones, las cuales, dicen, son las reales.
Por lo pronto, en las filas tricolores cada quien jala por su lado, y en los diversos escenarios que se levantan para la elección el PRI no queda muy bien posicionado, y menos sin candidatos fuertes a la vista para las delegaciones y las diputaciones locales. Ese partido en el DF parece condenado a otro fracaso estrepitoso.
Por eso podríamos decir que hay algo más que confusión en el PRI. Muchos aseguran que Peña no llega, porque Peña ya no pega, aunque pague, y porque no consideran que Beatriz Paredes logre avanzar en una ciudad donde su quehacer político está bajo sospecha. Es muy probable que alguien pronto nos anuncie que el dinosaurio se está quedando dormido.
De pasadita
En su propia voz, Andrés Manuel López Obrador dijo con firmeza que hace más de un lustro no habla con René Bejarano, y explicó que él no es cómplice de nadie. La pura declaración debería servir al PRD para que las dudas sean despejadas y la corriente del perversor quedara con una mínima representación en las listas que deberá tener ese instituto político para los puestos de elección popular, tanto locales como federales. Pero nadie puede confiarse, porque después de lo declarado por López Obrador lo más probable es que Marcelo Ebrard salga a rescatarlo.
Lo malo del caso en ese partido es que si no es Bejarano son los chuchos, es decir, todo se va a aquel rancho, por allá por Palenque. ¿Cabrán tantos?